
Una investigación recientemente divulgada por la revista Neurology ha encontrado una posible relación entre la fatiga persistente y problemas neurológicos que afectan la circulación de sangre en el cerebro.
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Enfermedad silenciosa que produce fatiga y cansancio extremo
El análisis se centró en personas que han experimentado un accidente isquémico transitorio (AIT), también llamado miniictus. Estos eventos se producen cuando, por breves momentos, se detiene el suministro de sangre al cerebro, produciendo síntomas similares a los de un ictus, pero que suelen desaparecer en minutos.
De acuerdo con el doctor Boris Modrau, autor principal del estudio y médico del Hospital Universitario de Aalborg (Dinamarca), muchas personas que han atravesado un AIT indican que los signos comunes, como debilidad facial, dificultades para hablar o debilidad en los brazos, se disipan en menos de un día.
Sin embargo, la investigación encontró que no siempre todo vuelve a la normalidad: un grupo considerable de pacientes manifestó que la fatiga severa se mantenía hasta un año después.
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El estudio consistió en el seguimiento durante doce meses de pacientes que habían sufrido un AIT. A través de cuestionarios, se recopilaron datos sobre fatiga de distintas clases: física, mental y general, así como sobre el nivel de energía y motivación. Los resultados indicaron que quienes experimentaban fatiga en las primeras dos semanas tras salir del hospital eran propensos a mantenerse así por al menos un año.
Por otra parte, el trabajo científico también mostró que aquellos pacientes que ya tenían antecedentes de ansiedad o depresión presentaban el doble de probabilidades de desarrollar fatiga prolongada. No obstante, los análisis cerebrales por imágenes no revelaron diferencias significativas en la presencia de coágulos entre los pacientes que sufrían fatiga y los que no, lo cual sugiere que probablemente influyen otros factores aún no identificados.
Los especialistas destacan que, si bien los síntomas inmediatos del AIT desaparecen rápido, experimentar un miniictus constituye una llamada de atención, ya que puede preceder a un accidente cerebrovascular mayor en el futuro. Según declaró el doctor Raphael Sacho, director de Neurocirugía en el Hospital Universitario Northwell Staten Island, a New York Post, la diferencia fundamental con el ictus habitual es que el daño provocado por el AIT no siempre es visible en las imágenes médicas, mientras que el ictus puede causar lesiones permanentes.
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Otro aspecto relevante del análisis fue el reconocimiento de los síntomas típicos del AIT, entre los que se encuentran debilidad o entumecimiento en un lado del cuerpo, alteraciones en la visión, dificultad para hablar, vértigo, falta de equilibrio, confusión repentina, cefaleas sin causa clara y sensación de hormigueo.
Para reducir el riesgo tanto de AIT como de ictus, los médicos aconsejan mantener hábitos saludables: controlar la presión arterial, gestionar adecuadamente el colesterol y los niveles de azúcar en sangre, evitar el tabaco, ejercitarse con regularidad, dormir bien y adoptar una dieta equilibrada como la mediterránea.
De acuerdo con MedlinePlus, un ictus es la interrupción del flujo sanguíneo al cerebro, lo que puede provocar daños irreversibles si no se atiende de inmediato. El tratamiento varía según la causa e incluye medicamentos para disolver coágulos o cirugía para frenar hemorragias. La recuperación requiere normalmente rehabilitación física, ocupacional y del habla.
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