Estamos en el siglo XXI y los cachos siguen siendo un tema tabú en Colombia. Ya sabemos que la monogamia es insostenible, pero seguimos jugando a la casita como si fuéramos niños formados por las películas de Disney.

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Hay situaciones peores que una infidelidad: la violencia física y psicológica, la falta de amor y el costumbrismo (dícese de la monotonía en una relación).

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El infierno en una pareja es la agresión y la normalización de la violencia. Lo anterior es indiscutible, pero no venimos a hablar de este flagelo que lamentablemente se sufre en muchos hogares en Colombia.

Estoy aquí para gritar lo siguiente: ¡condenar la infidelidad está sobrevalorado! No hablo con conocimiento de causa, pero de un tiempo para acá vengo preparándome para unos cachos con perspectiva de relación. A continuación me explico: es imposible aplacar el deseo por los demás, así estemos perdidamente enamorados de nuestra pareja.

Excitarse con los cuerpos ajenos es tan normal como sentir hambre o levantarse con un antojo. Domesticar este instinto va contra la naturaleza, de hecho, se me hace incomprensible esos hombres y mujeres que prohíben a sus novios o novias que vean porno porque lo consideran un acto de infidelidad.

La vida es de rituales, de pasar umbrales para saber en qué punto nos ubicamos, por eso estoy convencido de que la infidelidad es un acto transgresor que ofrece una dimensión de la relación que no se puede encontrar ni en un viaje a India.

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Poner los cachos no significa dejar de amar, en algunos casos son una vía de escape a la monotonía, en otros simplemente son oxigeno revitalizador para los que quieren una perspectiva distinta de su presente.

Siempre he estado en modo monogamia, pero el día que sepa que mis cachos son del largo de un satélite de Elon Musk, seguramente activaré mi inteligencia emocional. ¿La infidelidad es un error en una relación de fronteras cerradas? Respuesta: sí. ¿La infidelidad es sinónimo del cansancio del “traidor”? La respuesta es clara: no o, mejor dicho, depende. Tocaría preguntarle a mi novia si ya no quiere estar conmigo el día que me cambie momentáneamente por otro.

Cuando lo viva, le pediré que comparta las razones de su decisión. Si la infidelidad es producto del deseo instantáneo, del que fue difícil escapar, será completamente indultable. Es posible perdonar, entender y seguir apostando por una relación que todavía tiene tela. El que no lo quiera ver así, vive en la prehistoria.

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Por supuesto, hay infieles esporádicos y sistemáticos. El caso que estoy exponiendo corresponde a los primeros. Con los segundos el análisis debe ser distinto, sin prejuicios pueriles, pues es absolutamente respetable que alguien acceda a convivir (o dejar) con una pareja cuya naturaleza es la avidez por la aventura.

Autor de la columna: Alberto Ochoa Mackenzie.

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