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A medida que los trancones pasan a ser una constante en las grandes ciudades, la relación entre el tráfico vehicular y la salud cardiovascular va adquiriendo mayor relevancia. Hoy sabemos que la contaminación ambiental y el ruido afectan el funcionamiento normal del sistema cardiovascular al propiciar el desarrollo de la hipertensión arterial.
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Aunque la relación entre contaminación e hipertensión se había comprobado con suficiencia hace un tiempo; recientemente se ha avanzado en la demostración estadística de la relación menos obvia entre el ruido y la hipertensión.
En marzo de este año, por ejemplo, el prestigioso Journal of the American College of Cardiology (JACC) publicó un estudio en el cual sus investigadores recogieron información relativa a un periodo de ocho años del Biobanco del Reino Unido de más de 240.000 personas de entre 40 y 69 años sin preexistencia de hipertensión con el objetivo de determinar cuántas de ellas la desarrollaban debido al ruido vehicular al que estaban expuestas según la ubicación de su residencia.
Los resultados demostraron que más de 21.000 personas que vivían en zonas con altas dosis de ruido, debido a la cercanía de una o varias vías principales, presentaron aumentos considerables en su presión sanguínea. Desde entonces distintos medios de comunicación en el mundo han vuelto parcialmente la vista a la importancia de disminuir el tráfico para prevenir todo tipo de problemas, entre ellos, los concernientes a la salud cardiovascular.
El doctor Javier Moreno Cortés, cardiólogo ecocargiografista y coordinador de la Unidad de Dolor Torácico de la Clínica Reina Sofía de Bogotá, señala que las enfermedades cardiovasculares, que se pueden evitar, siguen siendo consideradas por la OMS como el principal factor de muerte en el mundo, sin que haya distinción alguna entre países desarrollados o en vía de desarrollo.
Es así que afecciones como la enfermedad coronaria o la enfermedad cerebrovascular cobran más vidas que otras enfermedades o incluso otros motivos más escandalosos para los titulares noticiosos, como los accidentes de tránsito. Y la hipertensión arterial es el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, a pesar de no ser el único: también están el tabaquismo y el sedentarismo, entre otros.
En la medida en que la salud cardiovascular es un motivo serio de preocupación de nuestro tiempo, el tráfico también debe recibir mayor atención de la que se la ha prestado hasta ahora en sus consecuencias a nivel micro. El tráfico, que en varias ciudades de Colombia cuentan con uno de los peores, suele pensarse en los efectos innegables que tiene sobre todo en el calentamiento global y eso hace que sus consecuencias directas sobre nuestra salud por lo general pasen desapercibidas, haciendo de él un problema silencioso.
Efectos de la contaminación y el ruido en el cuerpo
La contaminación y el ruido incrementan la presión arterial, aunque hay algunos ejercicios para contrarestarla. El doctor Moreno señala que el sistema cardiovascular es un sistema en donde el corazón cumple la función de una motobomba y las arterias la función de unas mangueras. Cuando la manguera tiene una tasa de flujo constante, la sangre pasa a una velocidad y una presión también constante que permite que el sistema funcione en equilibrio; pero cuando aumenta la presión o la velocidad ese equilibrio cambia.
Lo que sucede con la hipertensión arterial es precisamente que aumenta el flujo en la manguera haciendo que la sangre circule con mayor presión y velocidad. Cuando ese cambio sucede en las arterias más pequeñas o más finas, como las que van al cerebro o la retina o los riñones, que no están diseñadas para soportar la fuerza de tal flujo, sus estructuras moleculares y celulares cambian su configuración fisiológica y química produciendo un metabolismo anormal; lo que significa una pérdida del equilibrio. A esto se le conoce como presión de cizallamiento: las arterias finas no tienen la capacidad de soportar más que cierta tasa de flujo constante.
La hipertensión suele producir lesión cerebral, de retina, renal, cardíaca, etc., porque los primeros daños suceden en los órganos abastecidos por esas arterias pequeñas. Adicionalmente, señala el doctor Moreno, el nuevo flujo de sangre obliga a que el corazón deba trabajar a otro ritmo, sobrecargándose.
La manera en que la contaminación y el ruido influyen en la hipertensión arterial es bastante simple.
- En el caso de la contaminación, las micropartículas que están en circulación, sobre todo las ultrafinas, cuando entran al cuerpo generan reacciones inflamatorias que obligan a un cambio en la configuración de las arterias. Al ser un elemento extraño, provocan una noxa (agente amenazante) que obliga al cuerpo a generar sustancias inflamatorias para defenderse. Tal inflamación hace que la manguera se vuelva rígida o que su diámetro disminuya.
Cuando estamos en la mitad de un trancón prolongado nos exponemos a los vapores que los demás carros expelen al ambiente, casi encima de nosotros. No importa si cerramos la ventana, la realidad es que los exhostos de los buses, camionetas y motos están a uno o dos metros de distancia liberando gases que se filtran por las rendijas de los sistemas de ventilación de nuestro vehículo. De ahí que las ciudades con altas tasas de contaminación en el mundo se vean obligadas a incentivar cada tanto el uso de tapabocas y filtros respiratorios para disminuir los efectos prolongados de la exposición a dichas partículas.
- El ruido, especialmente el poco placentero, lleva a que liberemos sustancias nocivas como adrenalina y cortisol, que están relacionadas con el estrés y con el aumento de la frecuencia cardíaca, es decir, con el aumento de la presión arterial.
Cuando estamos expuestos a altos niveles de ruidos abrumadores, incómodos, desagradables, repetitivos, nuestro nivel de estrés aumenta al punto de producir hormonas que van de la mano con el instinto de supervivencia, es decir, de huida, según explica el doctor Moreno.
- El estrés juega un papel importante en la presión arterial debido a que puede estar relacionado con el ruido pero también tiene efectos independientes. Basta pensar que en el mercado circulan carros herméticos capaces de aislar la contaminación y el ruido, pero no de disminuir la angustia, la ansiedad, la premura, la rabia, la frustración o la tristeza de vernos metidos en un trancón.
La tensión ante las motos y los ciclistas sigue estando, la necesidad de llegar a tiempo al trabajo no desaparece, el cansancio de una jornada extenuante persiste. El estrés, señala el doctor Moreno, aumenta igualmente el cortisol y la frecuencia cardíaca.
Dato sobre hipertensión arterial
La prevalencia de hipertensión arterial en Colombia es de 40,3 % en zonas urbanas y 34,4 % en zonas rurales y se espera que haya un incremento del 60 % para el 2025.
En definitiva, entre más expuestos estemos a estos factores, más grave será la respuesta cardiovascular. Un problema extra en las grandes ciudades es que los trancones no son ocasionales, sino que son una experiencia que se repite en la mañana y en la noche, durante cinco días a la semana, cada semana durante cierto número de años. La preocupación respecto al tráfico consiste en que allí hay un daño que se va gestando lenta y silenciosamente hasta que el problema cardiovascular aparece.
¿Cuánto tiempo puede tomar esa gestación? Es imposible saberlo. Hay variables genéticas, ambientales y de estilo de vida en juego que cambian los resultados en un sentido o en otro. El doctor Moreno señala que algunas personas desarrollan enfermedades cardíacas relativamente rápido, en cuestión de meses, mientras que otras pueden desarrollarlas en el transcurso de muchos años o simplemente no desarrollarlas nunca.
¿Qué hacer para prevenir daños cardiovasculares?
La recomendación del doctor Moreno para prevenir la hipertensión arterial es evitar preocuparnos por lo que no podemos controlar e invertir nuestra energía en lo que sí podemos hacer:
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Sí podemos evitar consumir grandes cantidades de sal; sí podemos evitar una carga importante alimenticia de carbohidratos; sí podemos tener contacto con la naturaleza, porque algunos estudios han demostrado que esta influye positivamente en la hipertensión; sí podemos decidir no fumar o vapear; sí podemos hacer ejercicio; sí podemos modificar nuestro estilo de vida por uno más sano; sí podemos tomar días de teletrabajo; sí podemos ir en bicicleta o patineta al trabajo.
En relación con el tráfico, el doctor Moreno señala, además, que nuestra respuesta a los estímulos se modula según como estemos parados cerebralmente ante ellos. El ruido es uno de esos estímulos que cambia según el contexto neurológico; así las cosas, el ruido elevado, como el de un concierto, para una persona es capaz de liberar endorfinas y otras hormonas benéficas cuando se percibe como placentero, mientras que para otra es capaz de liberar cortisol cuando lo percibe como no placentero. Por ello, una recomendación final de los manuales médicos es “vivir el momento”: lo que implica vivir la actividad de manera consciente, porque ello significa que queremos estar allí, es decir, que queremos realizar la actividad.
Es posible estar en un trancón escuchando buena música, cantando la canción con gusto, tarareándola en voz alta; es posible estar en un trancón hablando con la pareja o los hijos o un familiar querido, sea que estén presentes o llamándolos por altavoz; es posible dejar a los demás carros que cambien de carril cuando solicitan el cambio con las direccionales; es posible respirar antes de soltar un madrazo a otro conductor o a un peatón; es posible aprovechar el tiempo del tráfico para pensar; es posible que el tráfico deje de ser una fuente inagotable de estrés. Ese cambio de mentalidad tiene efectos positivos en la respuesta neurológica y hormonal de nuestro cuerpo. El doctor Moreno sentencia que hay diferencias drásticas entre “vivir el momento” y “me tocó aguantarme esto”.
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