Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de neurociencia de la Universidad Estatal de Nueva York, explicó a Verne que todo se debe a una ilusión óptica de movimiento inducido: las personas en las rampas bajan “a una velocidad casi constante y en la misma dirección”.

Según ella, a lo anterior se suma que las personas en la calle “se mueven en dirección contraria” a las que están en las rampas. Además, el efecto se completa por la forma en espiral que hay en la columna.

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Para comprobar que se trata de una ilusión óptica, solo basta con mirar a las personas que se quedan en la parte superior de la columna: ninguna de ellas se mueve, por lo que es imposible que las rampas estén girando. Asimismo, al ver el letrero en rojo de la estructura (en la parte inferior izquierda) y la pancarta que hay en la columna trasera, es evidente que no giran.