Por: Sofía González

De lunes a viernes, en el norte de la ciudad, Mario se levanta a las 3 de la mañana, se pone su casco, su chaleco reflectivo y sale a pedalear. El sol y la lluvia no son impedimento durante el recorrido, sino unos cuantos aspectos que tiene que afrontar durante éste. “Unas cuadras adelante, cerca de un parqueadero, tengo que bajarme de la bicicleta y pasar la avenida para seguir por el otro lado donde sigue la ciclovía”, cuenta de la forma en la que, poniendo su vida en riesgo, pasa lo más rápido que puede la calle con su cicla en mano, teniendo que soportar también que quienes van en sus carros lo miren enfadados no suelten el pito. Además, recuerda una vez mientras cruzando la calle un automóvil casi lo arrolla, “y ni siquiera fue su culpa, solo que no había ni un letrero que dijera pare”.

En su bolsillo derecho carga un pequeño aerosol de gas pimienta. Decidió adquirirlo el día en que por la Autopista Norte con la calle 134, a las 5 de la tarde, un ladrón lo bajó de su bicicleta y lo despojó de absolutamente todo; “toca protegerse de alguna u otra manera”, dice Mario.

Al llegar al trabajo, se dirige al estacionamiento designado a las motocicletas para asegurar su bicicleta con candado. Guarda sus implementos en el casillero, va al baño y toma un pañito húmedo para limpiarse el sudor, se aplica desodorante, perfume y después de 7 horas de jornada toma de nuevo su ‘bici’ y vuelve a pedalear.

Problemas de la bicicleta en Bogotá

En los últimos años, Bogotá se ha convertido en un referente cosmopolita esobre el tema de las bicicletas. Con una ciclorruta que cuenta con 500 km de extensión, fue oficialmente declarada como la ‘capital mundial de la bicicleta’ al ser la más extensa de toda Latinoamérica, y con la aprobación del acuerdo 708 de 2018 sobre la construcción de la Política Pública en el Distrito Capital, que busca garantizar el derecho que tienen los bogotanos a elegir la bicicleta como medio de transporte, Bogotá ha tenido un desarrollo elemental en los últimos años sobre este panorama, sin mencionar las múltiples actividades por parte de la Alcaldía para impulsar su uso.

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Sin embargo, no todo es color de rosas y quienes verdaderamente deciden tomar esta alternativa como la forma para movilizarse día tras día son los que se enfrentan al otro lado de la moneda; un lado que va más allá de títulos o de promover la participación de los ciudadanos, sino una superficie en la que confluyen aspectos primordiales para garantizar la integridad de este sistema como parte del diario vivir.

Infraestructura

La infraestructura ha sido de las más grandes disyuntivas al hablar de una Bogotá adecuada para el uso de la bicicleta. De acuerdo con la Ingeniera Sandra Patricia Jarro, directora del Programa de Ingeniería Civil de la Universidad de La Sabana, esta esfera puede dividirse en tres pilares fundamentales.

En primer lugar, existe una insuficiencia en la conectividad de las ciclorrutas en Bogotá. A pesar de contar con una gran extensión de kilómetros, hay puntos donde la conectividad se pierde: “Vas de una vía y quieres ir para otro lado y ahí ya no hay ciclorruta, entonces tienes que pasarte a la vía vehicular y el ciclista tiene que exponer su vida pasándose a la zona vehicular para continuar su trayecto”.

En segundo lugar, se encuentran las demandas especiales que las empresas y las instituciones deben al implementar, como el aprovisionamiento de duchas y lugares seguros donde estacionar.

Finalmente, la señalización. Las señales reglamentarias, las preventivas y las informativas son necesarias para tener una buena comunicación vial con los biciusuarios.

Acá es cuando los cruces se convierten en un problema: “Cuando el vehículo tiene que compartir el carril con la bicicleta y va a girar hacia la derecha, por donde va la ciclorruta, y no hay visibilidad, no hay una señal de pare, no hay nada, el ciclista simplemente se atraviesa y pueden causar un accidente que puede ser o no grave, pero que también entorpece la movilidad”.

Seguridad

El tema de la seguridad ha sido fundamental al evaluar las causas de que el uso de la bicicleta no sea el más eficiente. Este panorama engloba tanto una participación por parte del Estado como por parte del ciclista.

A pesar de que la infraestructura también afecta a la hora de hablar de la seguridad del ciclista, el Estado debe comprometerse con otros aspectos que garanticen su protección.

Esto se despliega en la cantidad desmesurada de hurtos de bicicletas que diariamente se cometen en la capital que atentan contra su integridad. Según la Secretaría de Seguridad, el robo de bicicletas en Bogotá se incrementó en un 71 % durante los primeros 7 meses.

En comparación con el año anterior, 1.677 bicicletas más habían sido hurtadas, pasando de 2.334 a 4.011 en el mismo lapso. De 49.294 robos a personas, 482 se dieron en la ciclorruta de la capital, según datos de la Dijín de la Policía Nacional.

Por otro lado, la seguridad también debe ser una cuestión del ciclista. El cuidado personal es un asunto exclusivo del biciusuario y es por esto que debe portar los elementos básicos de protección para evitar la gravedad en cualquier tipo de accidente que pueda presentarse. El casco, los reflectivos y las luces son el cinturón de seguridad de la bicicleta.

Del mismo modo, los aspectos ya mencionados en la infraestructura son componentes elementales en los que el Estado debe trabajar como protector para garantizar la seguridad vial de los usuario.

Cultura ciudadana

Este tema comprende el respeto entre el peatón, el ciclista y el vehículo. Se sabe que quien tiene prioridad en la vía es quien se encuentra más expuesto al peligro y muchas de las veces a los ciudadanos no les interesa.

Tanto peatón, ciclista y vehículo deben concientizarse de este hecho y respetar al de al lado. El respeto del conductor por el ciclista parte desde el momento en que este se da cuenta de que, por actores como construcciones o infraestructura, el ciclista muchas veces tiene que salirse del carril que le corresponde para continuar su recorrido. No se trata de asustar con la bocina del carro o de bajar el vidrio y gritar una mala palabra.

Por otro lado, el ciclista también debe tener respeto, tanto por el vehículo como por el peatón. Este aspecto es clave para no poner la vida en riesgo y se logra al respetar las normas de tránsito, las señalizaciones, los semáforos, los límites de velocidad y utilizando el carril que a cada uno corresponde.

Asimismo, para que haya buena armonía en las calles, es necesario que a la hora en que las bicicletas y los automóviles compartan un carril, como sucede en la ciclovía de la Carrera Once, se deben señalizar los giros y las paradas que se vayan a realizar, los vehículos con las direccionales y los ciclistas con las señales de mano, de esta manera se podrán prevenir incidentes.

Adicionalmente, la compra de bicicletas robadas se suma al tema de la cultura ciudadana. Este factor hace que la red de comercialización de bicicletas hurtadas crezca y que los robos incrementen.

“Los ciudadanos que están comprando bicicletas en tiendas que no son legítimas donde dicen que venden bicicletas de segunda mano, están adquiriendo bicicletas robadas y de alguna manera son también responsables del crecimiento del delito”, manifestó el alcalde Enrique Peñalosa en marzo de este año, después de desmantelar una banda dedica al hurto de bicicletas, recalcando las importancia de que las personas al momento de adquirir una bicicleta cuenten con los documentos legales correspondientes.

Autor: Sofía González, estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de la Sabana. 

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.