En su editorial correspondiente al espacio noticioso que encabeza, Vélez criticó este viernes y dijo que “quemar el país o llamar a quemarlo es mezquino, irracional irresponsable, antidemocrático. Lo digo porque los desmanes de las últimas horas marcan uno de los episodios más serios de este momento en la coyuntura nacional”.

Admitió que salir a las calles está bien. Protestar está bien. Expresarse está bien. Pero subrayó que “algo debe andar muy mal cuando se cree que por medio de las vías de hecho se puede doblegar al contradictor. Lo hicieron los guerrilleros durante mucho tiempo en Colombia”.

“Incitar a la violencia es un delito y el intento de homicidio da cárcel”, agregó el periodista haciendo alusión al ataque del que fueron víctimas varios policías que custodiaban la sede de la cadena radial, en el centro de Bogotá.

El artículo continúa abajo

“Se puede estar muy en desacuerdo, como lo estamos, con la ley de financiamiento, pero hay que reconocerle al Gobierno que ha estado dispuesto a dialogar, escuchar e, incluso, modificar lo propuesto, así el Ministro Carrasquilla no quiera salir a los medios de comunicación.

Recalcó también que se puede estar “muy en desacuerdo” con el presupuesto para la educación, “pero hay que reconocerle al Gobierno que ha subido sus partidas para este rubro y que al mismo tiempo se ha sentado a la mesa con los estudiantes y los educadores para buscarle una salida al descontento. La violencia opaca cualquier postura legítima de disentimiento. La acaba. La destruye”.

En ese punto, Vélez habló de quienes podrían estar detrás de la violencia en las marchas, aunque no dio nombres, solo pistas: “En momentos de caos, los líderes, los verdaderos líderes, los que pasan a la historia, llaman a la calma. Los caudillos, esos que se los lleva el viento, pescan en río revuelto, en ese de la indignación, e incitan a las revueltas, llaman a que algunos incautos se conviertan en carne de cañón para que hagan las fechorías que ellos no están dispuestos a hacer en primera persona, pero que detrás se sacuden las manos, se brillan los dedos de ellas mismas para felicitarse, darse palmadas en la espalda y asegurar su poder”.

Y finalizó: “Es un contrasentido que, después de la supuesta paz, algunos que dicen defenderla y que levantaron las banderas del supuesto acuerdo de paz sean los que hoy anden con un fósforo en la mano caliente dispuesta a la piromanía”.