[…] Una de las canciones que más sonaba era: “Usted qué haría”, interpretada por el argentino Diego Verdaguer, quien lamentablemente murió a causa del Covid.

La volví a escuchar, y me llamó la atención su letra, y mucho más cuando acaba de terminar un mes catastrófico para el país.

La lista de eventos horrorosos es larga, pero voy a mencionar solo algunos: Nuestro gran campeón de ciclismo, Egan Bernal, casi queda inválido al entrenar por donde también transitan camiones, carros y semovientes. Sumado a esta tragedia nacional, tenemos la casi segura eliminación de la Selección Colombia en el Mundial de Qatar.

Por otro lado, arrancó la campaña política desbordada de candidatos que se autonombraron como faros morales de la nación. ¡Dan risa! Sin embargo, muchos de ellos cuentan con faltas a la ética y tachas de toda índole, que deberían dejarlos fuera de la contienda popular.

Y no puedo dejar de mencionar el dolor, la frustración e impotencia por las muertes de los diferentes tipos de violencia que nos pone en el panorama mundial como una sociedad grotesca y asesina.

A propósito, con final a la colombiana, se resolvió el atroz asesinato de Mauricio Leal y su señora madre. El culpable fue su hermano mayor, como un remake de la historia bíblica de Caín. Un hecho doloroso que ha estado presente más de 180 días en eventos sociales y familiares.

Niños que se mueren de hambre, robos a mano armada en restaurantes y cafés, medidas restrictivas a la movilidad, son solo algunas de las nefastas noticias en un resumen incompleto.

Pero volvamos a la canción. La primera parte plantea un interesante ejercicio y un imposible, pero con el que soñamos. Dice:

Miren, si en esta vida
Nos dieran otra oportunidad
Miren, si se pudiera
Parar el tiempo y volverlo atrás
Miren, si se pudiera
Con la experiencia recomenzar
Miren, si se pudiera
Borrar las cosas que hicimos mal

¿Usted qué haría?
¿Usted qué haría?
¿Usted qué haría?
¿Y usted qué haría?-

Se la dejo ¿Usted qué haría?

Como devolverse en el pasado es imposible, solo nos resta mirar al frente y tratar a toda costa de no volver a cometer los mismos errores, algunos irremediables, e intentar enmendar, corregir y seguir.

Es más, hace poco murió Desmond Tútu, un obispo anglicano que fue esencial en el proceso de paz en Sudáfrica. Cuando vino a Colombia nos recordaba una frase siempre cierta y que olvidamos: sin el perdón, es imposible la existencia de la humanidad.

Es tanta la rabia, el descontento social y la falta de oportunidades que parece imposible lograr un mejor país si antes, en serio, no entendemos el perdón como una posibilidad para lograr el cambio que tanto anhelamos.

No menos cierto, es qué en cualquier momento de la vida, tendremos que pedir o necesitar una nueva oportunidad. Sólo que cuando estas nuevas oportunidades no se dan o no se tienen, esa vida parece como si se detuviera o se devolviera, a pesar de que el tiempo sigue avanzando.

Mientras tanto el día a día del mundo sigue plagado de noticias negativas: La parálisis mundial continúa. La cadena de suministros, como llaman a los bienes y servicios que se mueven de un lado al otro del planeta, sigue estando en cuidados intensivos.

Se divisa en el horizonte una gran confrontación mundial con miles de tropas en la frontera de Rusia con Ucrania. Se han encarecido los productos de la canasta básica familiar, se ha disparado el desempleo y la destrucción de los que existían; se ha modificado el orden de las cosas y la forma como las hacíamos.

Lo más triste es que sin esta pandemia, por los excesos y la corrupción, la decadencia de las democracias y los desastres en el planeta producto del calentamiento y el consumismo, igualmente habríamos llegado al mismo punto en el que nos encontramos hoy.

En política local, obvio, también sabíamos que tarde o temprano el péndulo se iba a devolver. Nos bastaba esperar el desastre cantado de estos últimos 3 años, para que uno peor asomara, como lo hace, en nuestro sangriento firmamento.

No en vano cualquiera con un discurso populista plagado de fracasadas e imposibles ideas en procura de lograr un cambio, pueda engañar con facilidad a los incautos, a los ingenuos, a los desempleados, a los quebrados, a los que mamados de la realidad descrita son seducidos con esa mentira de que ellos sí podrán hacer lo que otros no quisieron.

Me incluyo, nosotros las mayorías invisibles, somos fácil presas de estos argumentos, disfrazados de posibilidad, que lamentablemente no se pueden lograr así, estamos lejos de entender.

El péndulo siempre se devuelve, el tema es cuánto se demora en volver.

Los niños regresan al colegio en condiciones muy distintas a las de antes, luego de 2 años de anormalidad. En el colegio de mis hijos, ahora reparten buena parte del día lavándose las manos, al menos 5 veces durante la jornada y sin quitarse el tapabocas mientras corren o juegan, por mencionar sólo algunas. No lo critico, pero hace que la jornada educativa sea aún más corta.

Mientras la muerte de Verdaguer y su canción nos pone a pensar en cómo podríamos mejorar lo que en el pasado tanto nos complicó.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.