Veinte años han pasado desde que el mundo vio en vivo y en directo las imágenes más aterradoras, viles y malvadas que cambiarían no solo Estados Unidos sino el mundo entero.

El choque de cuatro aviones contra los símbolos del capitalismo y el gobierno americano y el posterior desplome de las gigantescas Torres, sumado al sufrimiento colectivo de una nación, más de 7000 mil víctimas, 3000 mil muertos y cientos de desaparecidos que aún duelen.

Llama la atención cómo las instituciones contra el crimen y los organismos de inteligencia no advirtieron el peligro, la meticulosa operación y el desarrollo posterior de estos acontecimientos.

Las consecuencias económicas, si se sumaran en dinero, serían incuantificables. En una guerra unos se hacen pobres y otros quedan asquerosamente millonarios.  Son las reglas de la guerra. 

Algunos lo llaman pomposamente el “Nuevo Orden Mundial”. El mismo que ahora mencionan muchos y que, según ellos, es la razón por la que se niegan a vacunarse contra el Covid-19. 

Tengo muy buenos amigos que no sólo se niegan a ponerse la vacuna, sino que argumentan que el virus es una estrategia maquiavélica de ese nuevo orden, olvidando que ese 11 de septiembre, quedó plenamente establecido.   

Imagino que los que hablamos de este tema, pecamos por ser súper repetitivos.

Por eso antes de escribir estas líneas vi un gran documental titulado Punto de Quiebre en Netflix.
Se lo recomiendo. No deje de verlo para que pueda entender mejor y sacar sus propias conclusiones. Se trata de cinco sesiones extraordinarias de buen periodismo con una hora de duración por capítulo y un recuento minuto a minuto de lo que pasó.

Lo mejor de esta serie documental es que incluye además de los hechos lamentables e imágenes sobrecogedores, buena parte de los testimonios, igualmente desgarradores, de funcionarios, bomberos, sobrevivientes, parientes de víctimas y desaparecidos, soldados, miembros de la inteligencia, el gobierno y hasta los talibanes.

El documental tiene desde la llamada de auxilio a la torre de control anunciando que el primer avión fue secuestrado, antes de que se estrellara contra la torre norte, pasando por los desencadenantes de ira y las mentiras que han circulado desde el terrible insuceso.

El repaso llega hasta nuestros días, evidenciando por qué salieron las tropas de Afganistán, el regreso de los Talibanes al poder y sus horripilantes prácticas sociales que se justifican en el Antiguo Testamento y que dieron origen a todas las religiones incluida el islam.

Volvamos a los balances. En vidas destruidas, el tema es aterrador. Con el ataque se sucedieron al menos tres nuevas guerras: una en Iraq, otra en Afganistán y una global contra el terrorismo y las organizaciones que fueron listadas como tal.

Las Farc si no lo recuerda, fue una de ellas. 

Causas y consecuencias del atentado tan penosas y complejas que hoy por hoy siguen teniendo impacto en la vida de la gente.

Ese día, lo recuerdo bien, me levanté temprano, fui al gimnasio, hice clase de spinning y regresé a casa para alistarme e irme al noticiero. Tenía 26 años y 4 de haberme graduado de la universidad.

El consejo de redacción era a las 9 am, así que tenía el tiempo justo para llegar a City tv. Minutos antes de entrar a bañarme, sonó el teléfono.  Pensé en no contestar.

En ese entonces, muy pocos tenían celular y el beeper ya no se usaba. El uso del internet era incipiente. No existía Twitter, ni Facebook. Las noticias, se leían en el periódico de la mañana con un café y se escuchaba la radio desde las 5:30 a.m.

Contesté la llamada.

–        Aló.

Al otro lado de la línea un compañero periodista muy conmocionado, me dijo:

–        ¿Está viendo?

–        No, ¿qué?

–        Ponga CNN. Están atacando a los Estados Unidos en directo.

Prendí la tv y puse el canal que mostraba la primera de las Torres Gemelas en llamas en uno de los pisos altos.  Era un día completamente despejado y sin una sola nube.

Pasado unos instantes mi interlocutor interpeló:

-Parece que fue una bomba, pero no descartan que un avión se estrelló.

Me quedé pegado al televisor. Puse la radio y comencé a ver, a escuchar y a tomar apuntes.

Cuando colgué el teléfono, las llamadas no dejaron de entrar. Una detrás de otra.

Me bañé en las carreras, con el televisor y la radio a todo volumen. Me arreglé muy rápido sin dar crédito a lo que estaba viendo.

A las 8:13, un avión de United, frente a mis ojos y en vivo y en directo, se estrelló contra la otra Torre. 

Estaba cómo anestesiado con esa imagen lejana de la transmisión en directo de CNN. Se empezó a especular que era un atentado terrorista.

A miles de kilómetros de ahí, estaba presenciando el evento que cambiaría el mundo para siempre. Y claro a mi país también.

Fue así como la justificación de una guerra contra todo lo que amenazara la seguridad nacional y los intereses americanos sería considerado terrorista en medio del odio, la ira, las ganas de venganza y el espíritu de revancha del ojo por ojo, del diente por diente. Una terrible cura para otro temible mal. 

Las huellas imborrables, los tatuajes de ese día, las heridas abiertas, los sueños de los que quedaron vivos llorando a esas 3000 personas muertas y los millones que luego padecieron las consecuencias y los efectos del ataque siguen latentes.

Antes de llegar al noticiero escuché en la radio esa frase de un reconocido periodista que me dejó frío. Atención: la Torre Norte se acaba de desplomar.  Antes de parquear, anunciaron el desplome de la otra torre.

Cada año desde entonces he visto y leído todo cuanto ha pasado en estos convulsionados y traumáticos años.

Algunos años después visité la Zona Cero y hablé con algunas personas que sufrieron el ataque directamente.

Mi conclusión es que esa violencia estaba diseñada para conseguir un cambio profundo como evidentemente sucedió. Para que tuviéramos miedo, desesperación y desesperanza.

Empezó así una era de retaliación, venganza, odio y temor, para justificar nuevas guerras y armas. Nuevas leyes.

 

¡Sabíamos que el mundo había cambiado, pero aún no sabemos para qué o para quién!

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.