[…] distorsiona la semántica; los términos cliché (como se los llama) pierden fuerza, se vuelven sosos.

En Colombia, las palabras cliché son adoptadas por el capricho de oficiales de Policía y del Ejército, funcionarios y periodistas. Estos últimos, en algunos casos, hacen el papel de «cajas de resonancia» de tales vicios del lenguaje, pues se limitan a repetir (al estilo de los loros) lo que los primeros dicen; y esos primeros muy poco conocen de semántica, por lo que se colige de sus expresiones.

Son copiosas las palabras cliché que diariamente escuchamos y leemos en los medios periodísticos de Colombia. Una rápida mirada a algunas de ellas nos permitirá escudriñar sus erróneos usos y sus significados correctos, en procura de que usemos bien nuestro idioma.

De un tiempo a hoy todo se volvió literal. Porque, según esa manida costumbre, a los redactores les parece que un suceso, una obra de Gobierno, un accidente, etc., adquiere esa condición. Dicen y escriben: «El carro arrolló literalmente al anciano, y le causó la muerte»; «El político fulano dijo que literalmente es perseguido por sus enemigos».

El vocablo literal es adjetivo y significa ‘conforme a la letra del texto; que reproduce lo que se ha dicho o se ha escrito’. Su forma adverbial (literalmente) indica que un escrito está tomado al pie de la letra de su original. Luego no cabe su uso en accidentes, ni en situaciones de apremio de ninguna naturaleza.

Otro vocablo refrito es colapso. Al reseñar un accidente, o al hablar de una merma en las ventas de algo, dicen y escriben: «La señora colapsó tras ser atropellada por un taxi»; «La venta de tamales colapsó en el último mes».

Un colapso es la ‘destrucción o ruina de una institución, sistema, estructura, etcétera’. También la ‘paralización a que pueden llegar el tráfico y otras actividades’. Una persona no colapsa, simplemente, muere. Las ventas de un producto alimenticio tampoco colapsan, apenas disminuyen, aminoran o sufren bajas. 

En la crónica judicial se usan, sin ton ni son, las palabras fleteo y fletero. Aunque no han sido pocas las veces que, quienes fungimos como guardianes del español, hemos aclarado que tales vocablos no son sinónimos de atraco ni de atracador, respectivamente, los tercos siguen usándolas. Por supuesto, los únicos que pasan por ignorantes son ellos, nadie más que ellos. 

Aclaremos una vez más: fleteo es el acto de fletear, y este verbo significa transportar carga de un lugar a otro. En Cuba es, entre las prostitutas, la búsqueda de clientes. Fletero, entonces, es quien transporta una carga; esto es, un transportador; no es un hampón que roba dinero.

En Colombia los atracadores, que les quitan el dinero a quienes salen de los bancos después de hacer algún retiro de sus cuentas, ni son transportadores ni buscan clientes para follar con ellos. ¿Por qué no llamarlos como lo que son?: bandidos, atracadores, asaltantes, antisociales, rufianes, malhechores, pillos, criminales, forajidos, delincuentes… ¡No son pocos los vocablos que se ajustan bien a su conducta!

Los informadores también volvieron cliché el giro «al interior de…». Lo usan para todo lo que signifique lugar, o situación ventilada en una organización conocida. Escriben y dicen: «Esta mañana se produjo una crisis al interior del Partido Verde»; «La sesión solemne se cumplió al interior del Senado de la República». Error. Al interior de… solamente funciona para indicar que hay traslación (movimiento) hacia un lugar determinado: «Los estudiantes se dirigen al interior del salón ahora»; «Se dirigían al interior del edificio cuando este se desplomó». 

Correcciones para los casos citados: «Esta mañana se produjo una crisis en el Partido Verde»; «La sesión solemne se cumplió en el Senado de la República».

«Álgido (a)» es otro término cliché. Cuando los nunca bien apreciados congresistas colombianos se enfrascan en grescas (bizantinas e intestinas, además) los periodistas dicen y escriben: «Una álgida discusión se produjo hoy en la Cámara de Representantes por tal asunto»; «La álgida situación fue calmada con la mediación del defensor del Pueblo». 

Álgido es un adjetivo que significa muy frío. Aunque la tercera acepción del vocablo dice que álgido es algo ‘crítico o culminante de algunos procesos orgánicos, físicos, políticos, sociales, etcétera’. Fíjense bien: culminante. Cuando una discusión está en pleno furor no es álgida, como dicen en algunos informativos sobre los rifirrafes de los legisladores.

Aquellas bullarangas que arman los congresistas no son frías, sino calientes, acaloradas o subidas de tono. Tanto es así que con ellas tales señores muestran lo garrulos que son. 

No puede faltar en ninguna noticia de cada día el verbo arrancar, que los escribidores confunden con principiar, iniciar, comenzar y empezar. A veces pienso en que, seguramente, lo usarán también para ir al sanitario (para arrancar la orina y las heces). Es demasiado el uso y abuso de tal verbo: «Arrancó el partido de fútbol»; «Las investigaciones sobre tal asunto arrancaron con buenos indicios»; «El Gobierno arrancará la entrega de tierras».

¿Por qué echaron al cesto de la basura los otros cuatro verbos ya citados, si son castizos y precisos para lo que quieren decir? «Comenzó el partido de fútbol»; «Las investigaciones sobre tal asunto se iniciaron con buenos indicios»; «El Gobierno comenzará la entrega de tierras».

Una última palabra cliché: disparar. A muchos redactores de noticias y analistas económicos todo se les dispara. ¡Qué espíritu beligerante tan peligroso! Dicen y escriben: «Según dice el DANE, en mayo se disparó la inflación»; «Los precios de la vivienda se dispararon en abril». Tanto daño ha hecho la violencia reinante en Colombia, que muchas personas tienen en su subconsciente conectores lingüísticos con ella. En los ejemplos, es preferible decir: «Según dice el DANE, en mayo se incrementó la inflación»; «Los precios de la vivienda subieron en abril». Ojalá desaparezcan pronto los «pistoleros» de los medios periodísticos.

Termino porque, si continúo citando ejemplos, saldría otro diccionario con las palabras cliché de muchos de mis compatriotas.

¡Hablar y escribir bien: el reto de hoy!

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