Todo lo anterior, dotado de plena autonomía que le otorgó Luis Bedoya, por la época presidente.

Llegaron con él los años de gloria con fabulosos resultados. Equilibrada, vistosa, goleadora, la selección presentaba en sociedad otro fútbol, aclamada por el público, con una generación de oro en proceso de madurez.

El abuelo, canoso y paternal, causó revuelo en el mundial de 2014, donde dejó su sello, al igual que el de Colombia. Qué tardes aquellas. Qué fútbol. Qué fiestas inolvidables.

Sin duda recuperó la mentalidad después de años de frustraciones, convenció a sus jugadores con su idea de juego, los potenció a través de su motivación y transmitió confianza entre los hinchas, lo que fortaleció un idilio único entre la tribuna y el equipo. El Pékerman amado por un país. El Pékerman admirado por los jugadores.

Del ciclo victorioso, al ciclo vicioso. Al regreso del mundial, el técnico se transformó. Burguesía, desapego al trabajo, contradicciones, cada vez más lejano y más incómodo. Deambulaba atribulado dirigiendo el equipo desde la raya sin encontrar soluciones a los problemas tácticos. La estética visual del equipo no prevalecía. No era él. Era un control remoto.

Se extravió su guion. El entusiasmo se fue apagando porque no estaba a gusto, afectado por las discordias de los grupos administrativos que, incluso con él levantaron los tonos al hablar.

Remarcó entonces las distancias. Sus comparecencias de prensa ser hicieron vacías, se insubordinó ante los jefes y fue incapaz de igualar o superar en Rusia, lo hecho en Brasil.

Llegó entonces el final. No anduvo con rodeos. Se hastió de las suspicacias a su alrededor y prefirió marcharse. Estaba rota la relación con la cúpula de la federación de fútbol. Divorcio inevitable para evitar daños mayores.

El proyecto tan exitoso erosionó con el paso del tiempo para sembrar tantas dudas que dividió el país. Injusto es no reconocerle que hizo historia y que queda en el recuerdo como el entrenador de selección más ganador. Un maestro para nunca olvidar.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.