Dicen que los amigos son la familia que elegimos. Esto es una potente verdad, pues con los amigos vemos que no hay necesidad que sí puede verse en la relación con los familiares. (fiestas, cumpleaños, almuerzos y demás fechas a las que vamos por cumplir con nuestro papel familiar aunque nos cueste estar ahí).

La elección de nuestros amigos sale de nuestro criterio personal y es por esta condición que hay amigos que permanecen a nuestro lado por muchos años, que nos han acompañado en las buenas, las malas y las regulares y con las que el intercambio de cariño y la atención se mantienen con el paso del tiempo.

También tendremos casos de amistades que nos acompañan por un tramo del camino, y que así como representaron un papel crucial durante esa etapa, dejaron de ser importantes porque ya no hay elementos en común, porque el lazo se perdió, o porque las decisiones tomadas por ambos nos llevaron a separarnos de ellos.

A veces es necesario saber qué es lo que nos están aportando los amigos que tenemos y qué es lo que estamos dando a cambio en esa relación de amistad. Como mencionaba al empezar esta columna, la amistad es una forma de dar y recibir, y es en este intercambio en el que se basa la relación, siempre damos algo y recibimos algo que nos mantiene unidos a esta persona a quien llamamos amigo. Pero este algo es de carácter auténtico, real y sale del corazón. Nadie puede ser amigo de alguien que le caiga mal, nadie puede ser amigo de alguien que le haga daño, o que lo use para sus fines particulares. Esas amistades que pasan por este croma de sentimientos (como la relación de Clint Eastwwod  y Eli Wallach en “El bueno, el malo y el feo” se puede dar en la vida real con todas sus complejidades, pero no es lo habitual ni lo recomendable ser amigo de alguien que ha intentado acabar con nosotros o nos ha ofendido en el pasado).

Tampoco el aliado con el que nos unimos por una causa común puede llamarse amigo, ni esa persona que nos impulsa a cometer algo que va en contra de nuestros valores tampoco puede recibir este calificativo. La amistad es un activo del alma, se construye desde dentro y no necesita de aditivos para surgir.

Con la aparición de redes sociales llegó el término de “amigo de Facebook” algo que no deja de ser un extraño concepto por el que cualquiera que aceptara una invitación a conectar se convertía de forma automática en amigo. Un amigo es alguien que nos quiere por como somos, no por el interés que despertamos en él, pues esto sería más un socio o un aliado.

Un amigo es alguien que nos permite equivocarnos, que nos ayuda cuando tenemos que enfrentarnos a una situación complicada, que nos apoya para que estemos mejor, que nos escucha cuando tenemos algo que contar, y que sabe apartar las diferencias de carácter o de opinión para permanecer a nuestro lado. Es por esto que con los amigos se puede tener diferentes visiones y se aceptan porque por encima de todo está la amistad. Los amigos no se someten y no abusan entre sí, los dos aportan y los dos reciben a cargas paralelas.

La amistad es duradera por su naturaleza, porque no se basa en el egoísmo y porque no requiere de preparación, ni de esfuerzo.

Es por esto que no hay que ir al psicólogo para continuar en una relación de amistad, ni tampoco hay terapeutas de amigos. Si se mantiene el lazo y el cariño, además de los puntos en común (cualesquiera que estos sean para que se llame amigo) o ese cariño a prueba de arrugas, la amistad sobrepasa cualquier frontera.

Los amigos permanecen a nuestro lado mucho más tiempo que algunas parejas transitorias, los amigos no necesitan de divorcios, de abogados ni de grandes inversiones para mantenerse, y por eso son tan especiales.

Es importante darles algo de tiempo, eso sí, para que no se conviertan en recuerdos de fotos, y también estar pendientes de alguna manera de sus vidas.

Sin embargo, el estar pendiente no equivale a poner un me gusta o un corazoncito en una red social. Ahora, que el planeta entero tiene tiempo para reconectar, es el tiempo perfecto para llamar a quienes llamamos amigos, para escucharlos de viva voz cómo están y para actualizar cuaderno sobre las cosas que hemos vivido en este confinamiento.

La sensación de hablar con alguien es mucho más beneficiosa que la de escribir un mensaje de texto. Si tienes unos minutos, llama a tus amigos. Ellos te lo van a agradecer y tú vas reconectar con una de tus mayores pilas de alimentación del alma. ¡Hazlo y me cuentas!

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