Fue la consecuencia de su fútbol bien tratado, fluido y dominador. Qué grato verlo mover la esférica en tres cuartos de cancha, buscando fórmulas técnicas para ganar. Importa poco el último partido, discreto, sin ritmo, simplón, emocionante solo al final, cuando el Medellín acortó cifras, en desordenada reacción, incapaz a la postre de cerrar las heridas abiertas desde la jornada anterior.

Estaba fatigado el campeón. Fue cuando Jonny González, marcó con su gol el punto de no retorno en la pizarra y la redención de su club. Evidentes eran las muecas de los hinchas desesperados, para luego despertar con el tradicional bullicio que representa el jolgorio de su carnaval.

Fue la liga de ‘Teo’, de Viera, de Díaz, de Cantillo, de Jarlan… de un colectivo fiable construido alrededor de la decencia en el trámite, acostumbrado a resistir con su propuesta atacante y con un estilo sólido y fecundo en la construcción. Juego combinativo de toques progresivos para desvirtuar al rival.

Regocijados los tiburones. Otra estrella, con un sabor especial, porque en el fútbol actual, pese a las tendencias simplonas, no se juzga un partido, sino una campaña y la suya fue impecable a lo largo del semestre.

Justo y merecido campeón.

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