El simple hecho de aplicarse una prueba PCR es el reflejo de una duda razonable, de cualquier persona, frente a un posible contagio de COVID-19. Exposición constante que todos los ciudadanos tienen, a diario, frente al virus llama al sentido común de la población para el autocuidado y la protección de sus núcleos de acción. Ansias de poder, mezquindad política, evidenciada esta semana por el candidato presidencial del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, es el reflejo de la inconsciencia que prima en la realidad que transita en la normalidad que viven los colombianos. Miles de individuos, sin importar el bienestar de otros, están circulando en aviones, el transporte público, reuniones sociales, instituciones educativas, oficinas públicas y privadas, sabiendo que son agentes portadores de la enfermedad.

Sanción ejemplar debería ejercer el gobierno con quienes, por error u omisión, están violando de manera flagrante el artículo 368 del Código Penal que expresa claramente que quienes infringen las medidas sanitarias, en momentos de emergencia, se exponen a una pena privativa de la libertad por 4 a 8 años. Mentira piadosa con la que se engaña a los otros diciendo que el resultado de una prueba lo dieron justo después de una actividad pública, laboral, académica o familiar, es el talante de irresponsables personajes que decantan su incapacidad para manejar y priorizar una agenda personal. Arbitrariedad del candidato que se presentó al debate, organizado por el diario El Tiempo y la Revista Semana, son el reflejo de lo que ocurre en muchas oficinas, la triste consecuencia de una política gubernamental que impide a las EPS dar incapacidades a quienes tienen síntomas compatibles, o la testarudez empresarial que obliga a los empleados a la presencialidad, pese a las señales de contagio.

Personas que ocultan su condición de salud y salen a la calle con una “tosecita”, una “carresperita” en la garganta o una simple “gripita” a contagiar a otros, porque se niegan a auto-aislarse, son los mismos cicutas que a diario usan el tapabocas de corbata o barbijo y no de protección. Sintomáticos y asintomáticos que se practican una prueba para COVID-19 deben aislarse al menos hasta conocer el resultado, desatender algo tan básico demuestra la baja estima por la vida propia y de quienes los rodean. Triste es observar que un grueso del colectivo ciudadano refleja serias falencias en la consciencia comunitaria y la comprensión de un momento tan complejo como el que atraviesa la sociedad mundial. Actitud de respeto y seriedad por el prójimo es tener claros los límites de la situación y no poner en riesgo a los demás.

Distante de ideologías y creencias, lo que hizo Óscar Iván Zuluaga, atiza las grietas de las fuerzas políticas en un debate electoral plagado de candidatos y precandidatos sin diversidad de propuestas, ni solución a los problemas crónicos que enfrenta Colombia día a día. Ataques personales y grandilocuencia que se palpa en cada debate, actividad en plaza pública o intervención en medios de comunicación deja percibir que lejos están los políticos de una actitud responsable con la gente y en comprensión con la pandemia que aún no acaba. Urgente necesidad de hacer una campaña democrática no está distante de realizarla con la responsabilidad del tiempo que se está viviendo, los hechos hablan por las personas y no se debe olvidar que la vida está primero que la codicia de mando que acompaña a los extremos políticos de la nación.

Prueba PCR está indicada en dos casos: por síntomas o si existió contacto estrecho con una persona positiva para COVID-19, en ambas circunstancias es obligatorio el aislamiento y el no hacerlo debe ser considerado como un delito contra la salud pública. Doble moral de la clase política, y la sociedad en general, conlleva a que se vea normal omitir el uso de tapabocas en reuniones que se realizan en pequeños recintos o cuando se ejerce de orador en un evento, capacidad de autocrítica debe llamar a la reflexión para evitar se sigan incrementando las cifras de contagio que encienden las alarmas de una alerta hospitalaria en varias regiones del país. Negligencia de Óscar Iván Zuluaga puso en serio peligro a técnicos, periodistas, ciudadanos y candidatos o precandidatos que como él estaban en el debate organizado con suficiente antelación.

Nadie tiene la culpa de un posible contagio, pero sí de transmitirlo a los demás, la diferencia entre alguien consciente y un irresponsable está en la prevención, el uso del tapabocas y el aislamiento ante la menor sospecha que conlleva a la aplicación de una prueba. Caos que trae el cuarto pico, que ahora atraviesa la nación, es la consecuencia del apetito voraz de políticos que, contra viento y marea, autorizaron las ferias y fiestas, de fin y comienzo de año, con las consecuencias que hoy se ven en los servicios de urgencias y las UCI. Injustos y poco valientes son quienes, delatados por sus síntomas, demuestran que no saben cuidar a los demás y arriesgan a otros por estar donde ni siquiera son indispensables. Consenso general de los colombianos es que, en el dietario político, se olvidó que el país se está deambulando por una pandemia, todavía activa y con índices altísimos.

Distanciamiento es indispensable, no para evitar la lucha de egos de la contienda electoral, sino para proteger a Colombia de una debacle económica, política y social peor que la que trajo consigo la pandemia. Pensar en el bien del país antes que llamar a grandes mesías implora por líderes que apuesten por las reformas que necesita la nación, actuar desde un enfoque realista sin exageraciones y populismos. El cambio como sociedad se dará en el momento que las figuras públicas comprendan que son sujetos de referencia comportamental, ADN de mentiras y engaños que acompaña a la clase política colombiana sale a flote en comunicados como el del Centro Democrático que exalta que su candidato no tenía síntomas y la prueba fue de rutina, pero en medio del debate se le vio tembloroso, tosiendo y sin tapa bocas.

Actuación irresponsable y desconsiderada que muchos están teniendo en estos momentos con su familia, amigos y colegas no es más que una infamia altruista propia de quien piensa que mientras él esté bien los demás se pueden joder. Seguridad que vende un esquema completo y la dosis de refuerzo en la vacunación no es óbice para que quien tiene síntomas, y se hace un examen de rutina, tenga un mínimo acto de responsabilidad con sus semejantes. Recomendación de mantener el distanciamiento físico y las medidas de bioseguridad como el tapabocas no es un juego, lo visto esta semana marca la imagen de un candidato, el buen ejemplo es el que está faltando para tomar seriedad y responsabilidad en una compleja situación en la que se están aumentando exponencialmente los contagios de COVID-19.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.