Bochornosos actos, que ubican en el escarnio público a los agentes gubernamentales colombianos, denotan la podredumbre que existe al interior de los movimientos políticos y el esfuerzo de las ideologías de izquierda, centro y derecha, por pisotear la escasa credibilidad que los acompaña. Plagio, ratificado por la Universidad Externado de Colombia, en la tesis de Maestría de la Presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer Arias, denota que a los legisladores les cuesta, y mucho, rechazar un acto antiético, ilícito y deshonesto. Capacidad de autocrítica de los dirigentes es la que los lleva a cometer cada barbaridad y que el país, atónito, pueda observar cada semana un hecho que supera al anterior; defensa a capa y espada de lo inmoral es lo que ratifica el cinismo de quienes, pese a las pruebas, se niegan a aceptar sus maniobras non-sanctas.

Infortunadamente se volvió muy común en Colombia que la justicia esté del lado del delincuente, que la clase política, de todos los sectores, se interese por el beneficio propio y no el de todo un país, y que los candidatos a cargos públicos se inventen títulos de doctorado o cometan fraude en sus tesis de grado; la mentira es el estandarte de los corruptos para ser elegidos. Complicidad con el delito conlleva a que se olvide fácilmente que la copia en la academia, el sector público o privado no solo es una falta a la ética sino un delito. Legado de trampa y engaño de los políticos, a la nación, es un peligro para la democracia en donde la corrupción se constituye en un don al que se le llama talante, pero que no es otra cosa que la filosofía del todo vale con el menor esfuerzo. Pelea por la autoría intelectual de las indelicadezas más atroces e indignantes es solamente una muestra más del grado de degradación moral de muchos de los miembros de esa desacreditada institución que se llama Congreso de la República.

Deshonestidad que acompaña a los políticos es lo que venden algunos candidatos a sus electores por medio de sus propuestas, mentiras, calumnias y amenazas que lo único que intentan ocultar es la mediocridad, estupidez y falta de todo para ejecutar cualquier cosa. Sentido común llamaría a una pequeña dosis de dignidad que condujera a la renuncia de la Representante a la Cámara, pero rabo de paja que acompaña a los legisladores conlleva a rodearla y transfiere la culpa a la Universidad por no escucharla. Clásico comportamiento de quienes quieren seguir en el poder, según ellos para salvar al país, no es más que una farsa, construcción narrativa en la que se miente en todo instante y la excusa que respalda la inoperancia es, y siempre será, los ataques indiscriminados de los enemigos políticos que buscan la minucia para hacer daño.

Desgraciadamente hay engaño en todos los estamentos del Estado, en el Congreso y los partidos políticos tradicionales, Colombia es un país donde se perdieron los límites de la moralidad; la desigualdad social, y mal ejemplo que se brida a los jóvenes, lleva a que el estudio pierda escenario, prime la ley del más fuerte, y muchos crean que les va mejor en OnlyFans o como influencers. Mitomanía de los políticos, jugaditas de adinerados abogados vence-términos, o el aforismo parlamentario, son la evidencia de una nación en la que se aplica sin el menor esfuerzo el precepto de que hecha la ley, hecha la trampa. En la pandemia, en las campañas políticas, en la economía, en el diario vivir de los últimos sesenta años, la clase política volvió la vida de los colombianos una trampa mortal.

Lamentable mensaje es el que está siendo enviado a las nuevas generaciones, no termina de sorprender el nivel de corrupción y trampas que hay, jugaditas que avalan cada situación, por más simple que parezcan, en donde no se ve el mínimo problema de pasar los servicios públicos de menor estrato para pagar menos en la Universidad, irrespetar las filas pensando que por ser ellos tienen un privilegio, o los que mienten sobre las intenciones reales en cualquier relación. Los políticos son la antítesis de un modelo a seguir, lejos están de instituirse en líderes y gente inspiradora mientras sigan denotando que son personas que están dispuestas a cualquier cosa para lograr sus objetivos. Quien se inventa y da a conocer con datos falsos, teorías llenas de falacias y usando de manera dañina las situaciones complejas que vive un país para lograr obtener el poder y saciar sus deseos narcisistas, no son más que el producto de la sociedad de la mentira; la consecuencia del todo vale, el vivo vive del bobo, el fin justifica los medios, y usted no sabe quién soy yo.

Retórica que expresa una cosa, pero en la práctica conduce a otra, es la que lleva que al ser descubiertos los políticos se constituyan en víctimas porque son incapaces de afrontar la realidad. Condena a la adversidad de existir bajo la mentira es la que vive quien acude a Dios para que le absuelva sus delitos, aquellos que confían en el tiempo como su principal aliado para el vencimiento de términos. El odio generado por la Izquierda, el centro y la derecha hizo parte del paisaje que todos son una fracción de un colectivo que construye la nación y requiere aceptar al otro desde sus diferencias; miserable populista es el que se vale de la ignorancia de muchos para prometer lo que nunca va a poder hacer y si lo hace acabará con el país y la esperanza del pueblo.

Artilugio de la palabra que invade a los políticos es el que permite hacer ver como la salvación a quien visita y se toma fotos con damnificados, indígenas, campesinos, y estudiantes en campaña y luego va de lobby en lobby diciendo qué hace con discursos, pero en la realidad no hace nada por las vías, la salud, la educación y muchos otros problemas que aquejan a los colombianos. Las jugaditas y las triquiñuelas que están acostumbrados a hacer algunos políticos en el Congreso exaltan la necesidad de algo diferente, candidatos que no le deban a ningún partido y dejen de lado tanto interés unipersonal; sujetos calificados que apuesten por la verdad. Problema es que en Colombia la justicia opera de acuerdo con el cliente que comete los crímenes, o el partido político al que pertenece. Mentira que enreda y tergiversa la información es la que caracteriza un Congreso que perdió cualquier noción de pudor.

 

Ausencia de decoro es la que lleva a que nada les importe a los políticos, se está al frente de una clase legislativa que, apuesta, en cada acto, por defender unas muy lucrativas microempresas personales a las que un plagio no se les va a atravesar para dañar sus planes camino a las urnas en 2.022. Reprobación, de la reputación de senadores y representantes, en las encuestas es el reflejo de una sociedad que está hastiada de la complicidad de los partidos con la corrupción y la indelicadeza; connivencia con grupos que dicen haber firmado la paz, pero incumplen flagrantemente con lo pactado y atacan, al pueblo, de acción u omisión sin compasión. Detrimento de la política está en la reunión de intereses que develan la mezquindad de unos movimientos que están plagados de gente que hacen trampa hasta en las cosas más elementales.

 

Indignante, absurdo e ilegal es timar al país aceptando cargos importantes sin tener los méritos para ejercerlo, casos como los de la Presidenta de la Cámara de Representantes o la ex Ministra de las TIC, así como muchos otros, son la metamorfosis de una sociedad en descomposición, miembros de unos clanes políticos empotrados y empoderados que se encolerizan porque se desdibujan sus íconos de barro. Significado de palabras como dignidad, honestidad o ética perdieron todo su valor en manos de quienes solo saben de corrupción, falsedad, cinismo y mentira. Autoridad moral de los actores políticos colombianos está bastante restringida en un recinto legislativo en el que se plagia, se promueve la guerra de clases, se encumbra el ánimo de violencia y se apuesta por imponer doctrinas marxistas o de filósofos que poco y nada aportan al momento que vive la nación.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.