Carolina Soto, Víctor El Khoury y Jacky Cepeda sí que saben de valentía. La presentadora de televisión y sus padres revivieron, en su libro Historia de un Duelo, el trágico episodio que fragmentó sus vidas en dos: el fallecimiento de la pequeña Sofía en el año 2015.

Historia de un duelo por Mónica Toro
Historia de un duelo por Mónica Toro

El libro, que ya se encuentra disponible en todas las librerías del país, fue lanzado en Bogotá y cuenta detalles inéditos de esa tenebrosa historia. Con la conmoción intacta, sus escritores dejaron en evidencia unas lágrimas, al recordar algunas vivencias con su adorada Soffy.

Los asistentes al evento, igual de conmovidos, no pudimos contener las lágrimas al escuchar e imaginar el sentimiento ajeno.  ¿Y es que cómo no compartir el dolor ante semejante tragedia del fallecimiento de su querida Soffy, de 10 años, en una piscina de un Hotel en Turquía? Imposible no contenerse ante inigualable dolor.

El libro, que hoy se posiciona como los más vendidos en Colombia, plasma en sus 123 páginas, unos corazones desnudos reflejando el impacto de la muerte de Sofía en sus vidas. Un homenaje póstumo para ella, ese ángel que está en el cielo y que ha hecho posible lo imposible.

Capítulos donde cuestionan a Dios, donde desean caer en picada contra la vida, donde reprochan, se niegan a aceptar; donde la recuerdan a ella como una niña feliz, enamorada de los animales y compasiva con los niños; donde se revuelcan con la amargura, donde encuentran la calma, donde revive la esperanza y la fe y donde, finalmente, encuentran la luz en el caminar.

¿Pero cómo puede entonces una pareja superar ese imborrable dolor, sabiendo que lo más fácil era renunciar y culparse entre ellos, cuando es lo habitual en las parejas que pasan por estos episodios? Pero no; ellos eligieron lo más difícil: luchar unidos.

Ambos, Jacky y Victor, aseguran que la fórmula está, primero, en el amor incondicional de esposos; en la convicción de que el amor por sus hijos es inmedible y nunca avaro, razones para asegurar que ninguno de los dos hubiera puesto en riesgo la vida de su hija.

“El tiempo de Dios es perfecto. Ese era el momento y no importaba el lugar ni la condición. Veníamos postergando ese viaje por 5 años y, aunque mi esposa no lo anhelaba, finalmente lo cumplimos. Con el nudo en la garganta aún recuerdo que viajamos 4 y regresamos 3”, relata Víctor.

Costó decirlo y costó reconocerlo. Fueron años de oración, de piedad, de misericordia. Años de trabajo moral. Pero años vividos juntos, recolectando fuerza de donde no había ni en la talega de bolsas de basura. Años apretujados de valor, para entender que el accidente no era por qué, sino para qué.

Yo no podría, lo digo hoy. Pero al mirar a los ojos a Víctor, lo creo. En ellos se ve reflejado un dolor sano. Un dolor aceptado. Se ve una creencia absoluta de que lo que sucedió no fue la culpa de ellos, sino la voluntad de Dios. Y la reciben, todos, con la humildad que nos hace falta a tantos: la del desapego.

Cruzar pues esos lados de aceptación es de valientes. Y ellos lo son. Migraron el dolor y Soffy les ha dado no solo la fuerza para soportar vivir sin ella físicamente; también les ha dado la investidura para seguir adelante sin reproche alguno.

Siguen adelante como una familia ejemplo de que el amor y la fe lo pueden todo. Y hoy, estoy segura, son ellos un instrumento de Dios para ayudar a cientos de parejas que han perdido a un ser amado, en especial, a un hijo.

Porque como dicen ellos en el libro, una pérdida deja sin respiración; con alas, pero sin ganas de volar, pero con una fe inyectable de salvavidas que se debe buscar y aplicar.

Hoy viven con días coloridos de esperanza, con una cicatriz intacta, en relieve, pero que no busca ser removida ni con altas máquinas de láser. Esa cicatriz es la que los mantiene en pie en la tierra.

Historia de un duelo, un libro escrito por valientes, descrito con sigilo del dolor, con el punzón del martirio de lo que significa perder un hijo, pero también, con la alegría de saber que Soffy dio vida a 3 familias: sus órganos están presente en 3 niños israelíes, un país donde por convicción religiosa la donación de órganos es casi nula.

Una niña de sangre libanesa había llegado a Tierra Santa a dar vida a otros niños.

Soffy, en la Tierra y en el Cielo, haciendo posible lo imposible.

Admiración total para ellos.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.