[…] que se auto-victimiza de manera permanente.

Vergonzosa resulta la estrategia política que se comienza a percibir en la nación, tan bárbaros, criminales y reprochables son los falsos positivos como las ejecuciones y masacres que perpetraron los otrora grupos armados que ahora se erigen de socialdemócratas.  Página oscura de la historia colombiana está plagada de vergüenzas y atrocidades que indignan a los ciudadanos. Criminalidad, que tiño de sangre la geografía del país, exige a la Justicia Especial para la Paz y demás organismos, como la Comisión de la Verdad, dejar la complicidad con las atrocidades y propiciar las esperadas condenas que deben llegar para quienes hoy se pasean, por el legislativo, sin asumir las culpas que les corresponden y pagar por sus delitos. Gestión de maniobra, de la estructura legal de Colombia, es escasa frente a la infinidad de casos de corrupción y mentiras, de los extremos ideológicos, que están a la caza de incautos para enlodarlos y justificar su ineptitud.

Alarma de pánico, que se ha desatado en el colectivo social, se atizó con el apoyo a las marchas “pacíficas” que fomentaron fuerzas mamertas que apostaron por desestabilizar y destruir el país. Cizaña que siembran, quienes dicen tener un pacto histórico por Colombia, decanta el inicio de una campaña que vende miedo a través de las amenazas, la persecución, el auto atentado, y comentarios amañados que solo develan una táctica de distracción para que se vuelen, del brazo de la justicia, quienes tienen mucho por explicar, pero ahora fungen de mártires y argumentan salir del país porque carecen de protección. Ausencia de autoridad, que guarde el orden público, es la consecuencia política de un acuerdo imperfecto en La Habana que empoderó a los militantes guerrilleros mientras se desmoralizó a las fuerzas armadas; condena a militares en contraposición a los mimos que se brindan a los malhechores.


Complejo país es el que se teje cuando los victimarios tienen más derechos que las víctimas, mesianismo de la oposición que siembra la duda, arrincona a la sociedad, y a través de pregones expande un susto generalizado en todos los niveles: estado, empresa privada, sociedad civil. Régimen del terror que se comienza a diseminar indica que, al igual que el peso colombiano, la vida vale menos cada día; nación del sagrado corazón atónita observa cómo se matan bebes sin nacer, se ciega la vida por un celular o una bicicleta, asesinan porque sí y porque no. La violencia se naturalizó y hace parte del paisaje una plaga social con planteamientos que encasillan a las personas en ideologías de izquierda o derecha desconociendo las ideas de centro, el momento histórico que vive Colombia jamás podrá limitar la visión a negro o blanco mientras de manera descarada se siguen arriando rebaños de clases populares a las urnas.

Asesinato de “líderes sociales”, señalamiento de cabildos indígenas, estigmatización de células juveniles, discriminación de núcleos políticos, antes que una consecuencia de la lucha por la defensa del pueblo colombiano ante las injusticias que a diario comete la oligarquía contra ellos, es la derivación de la inseguridad y el desempleo que invaden a Colombia y difícilmente vislumbran una solución a mediano o corto plazo. Delincuencia que día a día se incrementa, y se ha vuelto extremadamente violenta, es la secuela de una apuesta política, con intereses electorales, que brinda seguridad a los migrantes y ataca más al denunciante, por xenófobo, que al mismo criminal. Bulling preponderante en la política colombiana, contra el que piensa diferente, es el que tiene valentonadas a esas bandas que primero disparan y después roban; carteles del hampa que conllevan a muchos a pensar en salir del país ante una propuesta de gobierno que puntea las encuestas y no brinda garantías de vida digna.

Sabios pensadores del ejercicio político colombiano, haciendo uso de los micrófonos mediáticos y los escenarios sociales, sesgan peligrosamente, hacia el socialismo, la opinión pública; artilugio de la palabra que desvía la atención y desde el insulto, y los falsos señalamientos, busca eclipsar las investigaciones que pesan sobre los íconos del movimiento humano. Cumplimiento de la ley, proverbio que poco y nada se ajusta a la izquierda populista, es el que se necesita en este momento que se requiere actuar en concordancia con la lógica, la razón y la responsabilidad que conducirá al salvamento de la patria. Responsabilidad de los ciudadanos será ejercer con compromiso el poder que tienen en las manos, elegir congreso y un gobierno que se alejen de la mentira, la traición, la incapacidad, la arrogancia y la oscuridad que tiene sumida a la gente en una doble moral que no la deja avanzar.

Grave problema es alucinar con águilas negras donde solo existen cóndores heridos, exigir protección y seguridad desde la comodidad de una morada en el extranjero omitiendo lo convenido frente a esquemas de seguridad para los legisladores. Colombia está a la merced de una espiral de tramposos, chantajistas, que magistralmente aprovechan a niños, que se quedaron sin internet, como víctimas del robo de 70 mil millones de pesos, o a una DIAN diseñada para atormentar a la clase media, pero guardan profundo silencio ante las maniobras dictatoriales de gobernantes, afines a la causa social de la izquierda, que desde instrucciones y órdenes políticas ejercen intromisión en los contenidos periodísticos de los canales públicos. Intereses personales son los que priman para una filosofía política que solo causa miseria y destrucción en el marco de una nación solidaria con el embuste, la trampa y el engaño.

 

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Culebrero camino, que se aproxima en el proceso electoral colombiano, llama a revisar los ejemplos de Bogotá, Cali y Medellín que vieron desvanecer las promesas de campaña en limitadas gestiones de gobiernos que se quedan sin aire popular; actos democráticos que poco distan de Venezuela, Nicaragua, Cuba o Argentina, naciones que gozan de las mieles progresistas y socialistas en que las sucumbieron las masas populares que ingenuamente no escucharon las voces que les advertían el peligro que estaba por venir. Delirio de persecución permanente que proyectan humanos, glaucos, comunes y disidentes socialdemócratas, es directamente proporcional con la estupenda oratoria que los acompaña y la pésima capacidad administrativa que tienen cuando les corresponde ejercer gobierno. Alzheimer, político y social, que acompaña a los colombianos es el que abre espacio a nefastas propuestas políticas que están calando peligrosamente en el imaginario colectivo.

El momento por el que atraviesa Colombia requiere de un mayor pensamiento escéptico y racional, dejar de lado la superstición que da tanto valor a la palabra de los bandidos e impide condenar ejemplarmente el delito de la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico que tanto daño han causado. La sociedad requiere de hechos fehacientes que sean referente para huir de caer en delincuencia. Tema importante de campaña debe ser cómo recuperar el control territorial de parte del Estado, disidencias, guerrillas, grupos paramilitares, actores del narcotráfico, y otros clanes al margen de la ley, que se apropiaron de parte de las regiones e imponen su ley. 

La nación tiene sed de una justicia verdadera, sin excepciones, que haga respetar la majestad de la ley, empezando por jueces, magistrados y políticos de toda corriente; pacto de rectitud con penas significativas y efectivas para todos los ciudadanos en general. Especulaciones de fraude que ya se hilan, desde la decencia de los humanos, es solo el reflejo de la incapacidad argumentativa para estructurar una agenda programática que aglutine a una amplia mayoría de los colombianos; sentido de pertenencia que defienda los intereses del país y no deje que vengan de otras partes a sembrar terror. Elecciones de 2.022 deben estar encabezadas por dirigentes que si representen los intereses de la gente y estén en conexión con una reforma a la justicia que garantice la judicialización efectiva, una economía en función de las necesidades y potenciales productivos y acuerdos por el territorio, al margen de las orillas políticas.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.