La carrera contrarreloj que emprendió François Fillon esta semana para tratar in extremis de salvar su candidatura a la presidencia de la república francesa, se asemeja a la lucha de David contra Goliat, solo que el final de esta historia no se vislumbra victorioso para el más débil como sucede en el relato bíblico.

François Fillon deberá comparecer ante la justicia el 15 de marzo por malversación de dineros públicos en empleos de complacencia para su esposa y dos de sus hijos. Esto ocurre cuando las campañas a la elección presidencial en Francia están en pleno apogeo, a solo dos meses de los escrutinios, algo inesperado, único y hasta tenebroso en la historia de la V República.

Goliat es aquí el mundo político de derecha y de izquierda, los medios de comunicación, los filósofos, politólogos, historiadores y hasta los simples pasajeros en el metro aliados contra el candidato Fillon, cuya moralidad política ha quedado por el piso.

Todo este mundo piensa, opina y hasta le exige ahora que abandone la investidura del partido de Los Republicanos (LR). Ya no sería digno de representarlos. A todo este mundo le choca que Fillon se haya presentado y haya ganado las elecciones primarias de su partido declarándose el abanderado de la moral pública, de haber prometido aplicar una política de austeridad, rigor y de seguridad para sacar adelante un país con desempleo y atentados terroristas, y por detrás cuando era diputado, haberse suplido del dinero de los contribuyentes para beneficiar a su familia con puestos ficticios.

En el rol de David está Fillon, con la diferencia de que a él no le espera la salvación prometida. Salvo si esta carrera contrarreloj culmina como él lo pretende y lucha el día de las elecciones para que sean los electores y no su propio partido los que decidan si merece o no llegar a la primera magistratura para suceder al socialista François Hollande, el no candidato a su propia sucesión.

Lo que ahora teme Fillon es que su comparecencia ante el tribunal que instruye su caso (fijada para el 15 de marzo, el 18 será su esposa Penélope), lo conduzca a una condenación o a una instrucción que se prolongue. Un candidato no se puede ocupar de mítines y de concentraciones públicas y al mismo tiempo de asuntos judiciales. Fillon se encuentra al borde de un abismo o de una decisión salomónica. Pero él ya ha prevenido: “no cederé, no me rendiré, no me retiraré”.

Si deja la investidura sus aspiraciones políticas llegaran seguramente hasta aquí. Si sigue y si de pronto gana las elecciones presidenciales, tendrá que vivir su periodo presidencial con “un cadáver en el closet”, como dicen los franceses. Pero esa sería su verdadera victoria.

Una vez en el poder los amigos vuelven, los opositores cambian de táctica o se acobardan y luego el olvido se encarga de restarle gravedad a los errores.

El hecho de haber utilizado dineros públicos para beneficiar a su familia con empleos ficticios es lo último que debió haber hecho en la vida el que se proclamaba incorruptible. Sin embargo habría que explicarse por qué Fillon si debió haber evitado cometer ese delito y no otros tantos hombres políticos pues esa práctica según el diario Le Monde es moneda corriente entre los diputados y senadores en Francia. El 40 por ciento de los parlamentarios habría nombrado a esposas, hijos y otros familiares como sus asistentes mediante puestos que ellos van creando en función de sus carteras y de sus misiones.

Entre más importante sea una suscripción, más dineros reciben.

Lo que se le imputa a Fillon y a su esposa Penélope es que ninguno de los dos sea capaz de probar la veracidad de las colaboraciones que fueron remuneradas. Las malas lenguas que ahora se deleitan, expanden rumores según los cuales madame Fillon no se habría visto rondar por los grandes recintos que conforman el monumento de la Asamblea Nacional.

No hay un escrito, un trabajo de investigación, una tesina, una recopilación de datos u otros documentos o elementos que puedan atestar de los servicios prestados por madame Fillon a su esposo, el diputado. Ya que como Primer ministro en la presidencia de Nicolas Sarkozy, se cuidó de cometer ese error.

Desde que el semanario satírico “Le Canard Enchaîné, revelara que François Fillon había empleado a su esposa Penélope como asistente parlamentaria asignándole alrededor de 900 mil euros por algunos años de servicios injustificados, Fillon se transformó en el candidato que antiguos amigos abandonan ahora por miedo a perder sus suscripciones si este hombre que encarnaba la moralidad pública y la rectitud en el cumplimiento de altas responsabilidades del Estado pierde las elecciones.

El problema para los Republicanos es que en un periodo tan corto no se tiene candidato para reemplazarlo. Al menos que alguno de los tenores acepte quemarse en el intento. En algunos foros se deja viajar la idea de que hay una intención calculada para impedir que Fillon llegue a la meta final. No vaya a ser que los franceses, que tanto aman solidarizarse con los que sufren, vayan a elegir de nuevo a este “outsider” que no estaba destinado para gobernar. Nicolas Sarkozy quiso ganar las primarias de su partido en noviembre pasado, pero sucumbió.

Los franceses lo descabezaron, no lo querían volver a ver en el Palacio del Eliseo.

Le sucedió también en el 2012. Los expertos en comportamientos del electorado francés hablaban entonces de los miles de votantes de derecha que habrían votado por el socialista François Hollande con tal de hacer perder al candidato de su partido, Nicolas Sarkozy.

Una “máquina infernal alucinante” se ha puesto así en marcha como lo decía este viernes un comentador de radio, para provocar la caída de un candidato que se reveló excelente en las primarias pero que ha utilizado una pésima estrategia ahora para asumir su defensa: mala organización de la comunicación, falta de claridad, contradicciones, nerviosismo y en suma ausencia de artillería pesada para librar una batalla política de una violencia particular.

Sus discursos inflamados por una Francia católica y su actitud conciliadora ante la Rusia de Vladimir Putin cuyas relaciones con Francia son ahora por lo menos detestables, han pesado de alguna manera también en esta construcción de la mala reputación de François Fillon.

Pues los escándalos por malversaciones del erario público o de fraude fiscal de políticos de todas las orientaciones, no son cosa extraordinaria ni nueva en Francia. Un ministro socialista que poseía cuentas bancarias en paraísos fiscales tuvo que renunciar no solo por ello sino porque negó tenerlas ante la sesión plenaria de la Asamblea Nacional. Otros de renombre han logrado escapar a acusaciones y otros afrontan procesos vigentes.

El expresidente Nicolás Sarkozy ha logrado aplazar una convocación ante los jueces que buscan que les clarifique el origen de los dineros que sirvieron para financiar su campaña a la elección presidencial de 2007.

Como quiera que sea, François Fillon sigue con los pocos dirigentes de su partido que todavía lo apoyan en esta campaña que se asemeja a la travesía de un navío en perdición en el que el candidato-capitán no acepta abandonarlo mientras que los otros ya se ampararon de excusas-salvavidas para no sumergirse con él. Fillon se empeña en seguir y esa terquedad hace que sus numerosos enemigos o los falsos amigos digan ahora que el candidato ha perdido la razón, o que ha entrado en un proceso de negación total de la realidad.

También que está a las puertas de un suicidio político. Para el candidato Fillon se trataría de “un asesinato político” en debida forma, lo cual es bien distinto.

De Fillon hasta ahora han hablado los hombres políticos y la prensa. Pero los que siguen creyendo en su candidatura (cada nuevo día dimite otro más de la dirección de la campaña), intentan ahora reconstruir lo que está roto organizando mítines de última hora como el de Nîmes este jueves, o el de Paris- Aubervilliers este sábado y el domingo en una manifestación de apoyo en Trocadéro en la cual se podrá observar si Fillon puede contar aún con un buen colchón electoral sobre el cual reposarse o si está perdido de verdad.

Sus opositores, en primera fila el propio presidente François Hollande, hablan de una manifestación indigna que busca poner en duda las decisiones de la justicia lo cual no es tolerable en una democracia. Los fillonistas en cambio hablan de la necesidad de rehabilitar a un hombre que ha sido arrastrado por un lodazal mediático que empañó para siempre su buen nombre. “Fillon, filon”, “Fillon, un plan que funciona… arengan los que quieren verlo simbólicamente muerto. Pero es tan frágil el mundo de François Fillon en este momento que domingo puede ser muy tarde…

Como quiera que termine este “novelón” y aunque quede demostrado que la política no es más que una continuidad de combates violentos por alcanzar el poder, la caída del candidato Fillon es el desmoronamiento de una imagen: un hombre y una familia que se proyectaba de la buena sociedad francesa, católica y tradicional.

Una familia que François Fillon decía amar por encima de todas las cosas cuando el mundo aún le sonreía.

MH Escalante