[…] Estaba sentado a una mesa, en una taberna de atractivo ambiente. Salió del ensimismamiento cuando lo saludé, lo que para él resultó algo súpito.

─ ¡Carajo, me asustó usted! ─ dijo, tras levantar su mirada. Me invitó a acompañarlo; y pidió otra copa para que también yo escanciara su vino.

─ ¿Qué lo trae por aquí? ¿Usted sabía que yo estaba en este lugar?

─ No, no lo sabía; intuí. Alguien me indicó que, a veces, viene usted a entregarse a la reflexión en este tranquilo lugar ─ le respondí.

─ Ah, caray, ¡cómo hay gente comunicativa! Ojalá fuesen igual de solícitas para hablar y escribir bien.

Con esa última expresión él tocó el tema del idioma, que le corría por su sangre y le daba vueltas en su millonario archivo neuronal. Supe, entonces, que la conversación giraría en torno a esa pasión suya y mía.

─ Desde finales del año pasado no hablamos del castellano. Así que no perdamos tiempo ─ dijo perentoriamente ─. Ese es un asunto que tiene que ver con nuestro oficio.

─ ¡Dio usted en el blanco, Alfabeto! Esa expresión que usted acaba de usar no les parece correcta a muchas personas. Pero sí lo es. Yo la uso cuando es preciso hacerlo.

─ Le advierto que hoy vengo «armado» ─ dijo, y sacó un papel de uno de los bolsillos de su chaqueta. Era un texto de Internet ─. Ahora me escriben desde Madrid, España, los señores académicos de la lengua. Los consulto y ellos me responden. Así que estoy aprendiendo más de quienes más saben.

Puso el papel sobre la mesa, enfrente de mi copa. Leí: «Las expresiones ‘tener que ver con algo o alguien o tener que ver en algo’ son construcciones perfectamente normales y admisibles en nuestro idioma. No existe motivo alguno para censurar su empleo». Luego, un poco ufanado, dijo:

─ ¿Qué dice usted? Consulté porque un amigo insistía en que tal expresión no era correcta. Afirmaba que ver es un verbo que solamente se emplea para denotar aquello que se puede mirar físicamente. No es así. Lo que ocurre es que ese vocablo tiene muchísimas acepciones; es decir, se lo puede emplear en múltiples situaciones.

─ Así es. Dicho de otra manera, esas expresiones citadas por los académicos del español, tienen que ver con la correcta manera de hacer notar aquello que se relaciona con algo o con alguien. No son muletillas, ni locuciones malsonantes. Y como los académicos tienen mucho que ver con el esplendor del castellano, yo no dudo un instante en su palabra y erudición. Su dedicación filantrópica tiene que ver con la preservación de la pureza de nuestra hermosa lengua.

─ Con la lengua castellana, porque muchos mortales tienen muy largo un órgano muscular así llamado; tanto, que les serviría para barrer. Como barren a diario con la reputación de otros. Hola, a propósito, ya que en la locución de la que hablamos hay cercanía entre dos verbos en infinitivo (tener-ver), lea esta otra respuesta que me mandaron los caballeros de la RAE (Real Academia Española). Porque también les había consultado si dos infinitivos pueden usarse juntos. Es que existe el mito de que ello no es normal, ni correcto en nuestro idioma. ¿Qué cree usted? Mejor, lea:

«En español pueden usarse dos infinitivos del modo en que usted propone. Ejemplos: Para dejar de fumar tuve que ir a un hipnotizador; Para poder mantener el ritmo es mejor que respires acompasadamente; Poder elegir es fundamental».

 ─ Ya estaba yo seguro de eso. Pero creo que, si se suprime poder, la oración no pierde su sentido completo, ni queda deslucida. Así: «Para mantener el ritmo es mejor que respires acompasadamente»; «Elegir es fundamental». Aunque, la verdad es que, en este último caso, la palabra poder le añade referencia a la habilitación que alguien tiene para elegir. Pienso que es asunto de pensar bien en qué casos específicos pudiésemos hacer uso del vocablo poder antes de otro infinitivo. O en qué casos se puede prescindir de ese término. Pero, Alfabeto, le propongo que dejemos este asunto para otra oportunidad a fin de explayarnos más.

Luego, vinieron otros tópicos. Hasta que Alfabeto propuso que nos retiráramos ya porque debía cumplir una diligencia que tenía que ver con unos buenos pesos que le iban a entregar. Al intentar pagar la cuenta, me zampó un manotón, y me dijo:

─ So pingo, déjeme pagar a mí; yo estaba aquí antes que usted. Además, fui yo quien lo invitó.

¡Hablar y escribir bien: el reto de hoy!

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Todas las columnas de Jairo Cala Otero.

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