Tan distinto a Lucho Bedoya con su silencio misterioso y sospechoso. Recuerdo aquel Jesurún coloquial, con sobredosis de optimismo, festivo como buen costeño, decidido a darle impulsos al fútbol nacional.

Se  produjo, con su ascenso, el efecto esperado. Dio largas, con respeto y diplomacia, al proceso Pékerman, por esos días muy reconocido, ante el beneplácito de todos. Sofocó con liderazgo disturbios en el interior de las instituciones a su mando, especialmente económicos en la rama profesional, para calmar a los dirigentes en frecuente discordia.

Pero lo bueno no dura. Se transformó, ante el acoso de la autoridad que lo investiga en la actualidad (no lo condena), por supuestos malos manejos, en un hombre arisco, irascible, nervioso, fingido y provocador. Su voz de trueno sonó más fuerte.

Terminó en tragicomedia el vínculo de Pékerman con la selección y, como lo denunció un reconocido periodista, manipuló con su discurso lastimero, la vertiente incontrolada y belicosa, en extremo agresiva entre las partes, que precedió la salida del timonel argentino. Recusó y desconoció, luego, la competencia de las entidades investigativas y, vía tutela, la que instauró a nombre de la federación, pretendió cerrar el flujo informativo con incómodos efectos colaterales en los medios y en la opinión pública.

Esteban Jaramillo

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¡Una gambeta por favor en el fútbol colombiano!

Peligrosa posición que tantos rechazaron y que produjo golpes fuertes a su imagen. El bloqueo  informativo  acrecentó la desconfianza general y, quiérase o no, sacudió las estructuras federativas del fútbol. Hoy su tiempo y el de algunos dirigentes que lo secundan transcurre entre abogados, relaciones públicas y desmentidos. En serena tranquilidad están los restantes, que no temen a los entes fiscalizadores.

Cuánto se extraña aquel Jesurún dispuesto a reivindicar el fútbol colombiano, con resultados, ideas y planeación. El dirigente comprometido, sin misterios. El ‘man chévere’ con el que era tan fácil compartir.

Queda claro que amigo es aquel que dice la verdad y no el que corre una cortina de humo frente a lo que sucede. Y que, como decían los abuelos, “aquel que nada debe, nada teme…”

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.