La liga colombiana actual tiene pocos jugadores diferentes. Aquellos de amagues y frenos, de enganches sutiles para ver pasar el rival de largo con sonrojo, de velocidad y preciso pase. Creativos con clase. Los que saben agregarle peligro a los balones de ataque. Que juegan para disfrutar y ganar.

¡Qué irregularidad!

¿Se acuerdan de Cesar Cueto? Es solo un ejemplo.

Tenemos partidos sin fútbol, con el disfraz de la intensidad y la emoción, sin la alegría tradicional. Anodinos. Con futbolistas teatrales, musculosos y gritones; diagramas sin talento de entrenadores empeñados en defender, con ataques sin osadía.

Jugones o cagones, dominados por el miedo. Partidos de resultados estrechos arruinados por los árbitros, con brotes de racismo y tribunas sin público que le da la espalda a los clubes y nunca niega el afecto a la selección.

Con futbolistas millonarios,  invisibles en las canchas, sin justificar la inversión. Contadas son las tardes con emoción y buen juego y los partidos para volver a ver, pese a que con frases empalagosas desde las tribunas de los opinadores se dice que nuestro fútbol es el mejor y que vemos partidazos. La mentira y el poder.

Arduo trabajo espera a los nuevos dirigentes. El renacimiento del torneo con identidad propia. No solo marketing o derechos de televisión. Promoción pura del fútbol como tal con la garantía de la pulcritud arbitral.

Otra liga, otro fútbol, seguro se puede si admitimos el estado actual.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.