Por: Margarita Barrero (TikTok: @margarita_lindalamar)

Apenas hace 5 años la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la transexualidad, de la clasificación de las enfermedades mentales. Hoy la considera una disfunción sexual: no un trastorno psicológico sino físico, una falta de adecuación del cuerpo al género que siente la persona. Por eso existen tratamientos con hormonas, faloplastia, vaginoplastia o cirugía feminizante (que incluye vagina y tetas).

Ochenta y ochos años antes de que la OMS tomara la decisión ya había registros de  la primera transexual de la historia: Lili Elbe. Su vida se hizo película en la cinta La chica danesa. Ella nació hombre y se sometió a una cirugía de reasignación de sexo. Con la operación no “la curaron”, ella reafirmó su identidad de género, porque lo quiso de esta manera.

Si la evidencia no le parece suficiente argumento y duda de la “normalidad” de los transexuales y le parece que se debería restringir su existencia, es decir está en contra de sus derechos, puede incurrir en discriminación, que es un delito en Colombia, constituido en la Ley 1482 de 2011, con multas de hasta $13 millones e, incluso, cárcel.

Y eso que en nuestro país no hemos avanzado legalmente en el reconocimiento de transgénero. En España, este año, justo a finales del mes en el que se celebró el Orgullo LGBTIQ+,  el Consejo General del Poder Judicial aprobó el polémico proyecto de la Ley Trans, que en principio plantea el cambio de nombre en el registro sin diagnóstico médico sino por autodeterminación y la eliminación del requisito de la mayoría de edad para solicitar la reasignación del sexo.

Con esta norma se busca hacer explícita la despatologización, porque a pesar de la importancia de la OMS no se ha asumido masivamente su definición frente a los temas LGBTIQ+. De hecho, le Ley Trans prohibiría expresamente las terapias de conversión a modificar la orientación sexual. Todo esto si y solo si pasa el trámite en el Congreso.

Como sea esta ley vuelve a poner en la mesa la pregunta eterna: ¿Una trans es mujer? Yo compro el argumento de Simone de Beauvoir, en El segundo sexo (1949), porque pienso que una mujer no está determinada únicamente por su condición biológica. La filósofa declaró: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

Entonces dependerá de su autodefinición de género, que no es un concepto asimétrico ni reproduce estereotipos. Así que no es suficiente el sexo binario, meramente biológico, se acompaña de la relación con el entorno y de la participación en él.

Somos más que los roles sociales, somos lo que nos define, cómo nos definimos y nos desarrollamos de la manera en que se nos da, sin necesidad de encasillar en modelos estáticos. ¿Todo en el universo fluye nosotros por qué no podemos dejarnos fluir?

Para algunas mujeres, nacidas con el sexo femenino, cuenta de manera determinante  la actuación de un hombre antes de identificarse como mujer, es decir: por ejemplo, no puedes haber agredido sexualmente mujeres y luego querer ser una de ellas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que asumir un nuevo rol, ser otra, también muestra un sentido claro de libertad, que hace parte fundamental del auto reconocimiento de quien soy y quien quiero llegar a ser.

Piense por un minuto cómo se siente cuando la ropa no se ajusta a su talla, por grande o por pequeña, la incomodidad que eso le genera. Ahora imagine lo que puede significar que su identidad de género, en lo profundo de usted, no corresponda con el molde sexual que recibió al nacer. Debe ser muy angustiante eso de sentirse en cuerpo equivocado.

Esta es la versión en TikTok de la columna:

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.