Linda es una clienta estadounidense que vi hace unos días en Madrid. Estuvimos recorriendo algunas calles juntas y me encantó que me contara que su matrimonio con Pete iba a las mil maravillas. Me encanta poder compartir tiempo con clientas que me permiten conocer mejor sus trucos y herramientas para tener relaciones más sanas y felices. En el caso de Linda hay una estrategia que me gustó escuchar aquel día y que hoy rescato para esta columna.

“La palabra divorcio no se menciona en mi casa, los problemas los enfrentamos juntos, y sabemos que no hay matrimonios perfectos, pero eso no nos da licencia para permitirnos abandonar”.

Acto seguido le pregunté a Linda por la infidelidad. Tanto ella como Pete, que ya tienen más de cincuenta años, y que han criado a tres hijos de edades universitarias, son personas identificados por mí como caballitos de mar, es decir, que creen firmemente en la fidelidad y que en la monogamia están en su salsa y en su máximo confort. Así que, como nunca se han enfrentado a este duro asunto, el matrimonio de Linda y Pete ha sorteado otro tipo de realidades y de problemas, y para ello me confesó que la otra herramienta que usan es la de decir la verdad en cada caso. Resulta que Pete es un tipo muy atractivo y muy exitoso en los negocios. Por su parte, Linda es una gringa muy churra y con muchísmo estilo. Ahora bien, sí han tenido pretendientes, y sí se han visto en situaciones en las que otras personas les tiran los perros, pero tanto ella como él han decidido echar al agua a la persona que los pretendía y no prestarle atención al tema. No flirtean, no juguetean con terceros y, por el contrario, revelan toda la verdad a sus parejas en cuanto llegan a casa o cuando se llaman por teléfono. Así por 35 años. Creo que vale la pena contarles esta receta. No es la única ni es la más perfecta, porque bien sé que cada matrimonio es un mundo propio, aunque no descarto que estas dos herramientas sean útiles para algunos que están pasando por tentaciones, por días complicados en los que se plantean dejar la toalla, o por dilemas amorosos que sobrevuelan su relación. Como bien cita la sabiduría popular, si estás pensando en arriesgar y lo que vas a perder es mucho mayor de lo que vas a ganar, quizás no tenga sentido apostar.

¡Amor y buenas decisiones para todos!

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