Hace unas noches me acosté más temprano de lo habitual, el frío de mayo y algunas trasnochadas me han pasado factura y a veces me acuesto antes de las 10.

Y, como tantos otros colombianos, cuando me levanto por la mañana, me uno cada día a ese ejército de millones de almas nacidas en estas tierras que esperan, desean y necesitan un país mejor.

Así que apoyé la cabeza en la almohada y caí en un sueño profundo, sin mirar las noticias ni una penúltima vez.

A la mañana siguiente, abrí los ojos, miré mi celular y me sorprende el anuncio de la Procuraduría General de la República de suspender de sus cargos a 4 servidores públicos, entre ellos los alcaldes de Medellín e Ibagué.

Una medida preventiva, diría la funcionaria, mientras se les investiga por realizar política abiertamente a favor de algún candidato presidencial, lo que, en el papel, sólo en el papel, no puede ni debe hacerse.

Los que conocemos el país esperábamos esta noticia tarde o temprano, la verdad es que era obvio que Quintero hacía muchas provocaciones, las cuales se utilizarían en su contra para acusarlo y suspenderlo y que nunca más volviera a ocupar un cargo público.

Algunos dicen que lo ha hecho bien como alcalde, otros lo odian y dicen que pasó de ser un perfecto outsider (Competidor desconocido y con pocas posibilidades de éxito.) a enemigo de un grupo superpoderoso dueño de buena parte del país.

Es una realidad, Quintero ha pisado callos, levantado ampollas, algunos lo llaman ineficaz, mentiroso y corrupto, y de esas críticas se defiende con argumentos, unas cifras y algunas anécdotas que parecen verosímiles.

Cómo una reciente revelación suya a la prensa ya suspendido en la que aseguró que, durante el levantamiento social del año 2021, pudo constatar un espíritu golpista en contra del presidente.

Por lo menos hay que reconocerle que tenía listas al menos, las frases y el discurso para cuando esto pasara.

Ahora bien, no creo que su cuestionable comportamiento, lo haya hecho por ingenuidad o torpeza. Tal vez lo hizo porque buscó la notoriedad nacional para subir un escalón; o de qué otra manera se puede explicar un comportamiento tan errático para que sus enemigos lo usen en su contra y dañen su proyecto.

Recuerdo aquel adagio de un viejo político que evitaba cometer errores que pudieran cobrar sus enemigos: “No se pone el culo para que te den patadas.”

A medida que pasaron las horas mi corazón empezó a latir aceleradamente. De pronto me devolví en el tiempo, 11 años antes, viviendo la misma situación.

Nuevamente, los dueños del país ponían las cartas sobre la mesa, como aquella vez. Justificando esas decisiones administrativas y judiciales para salvar el país.

El genio maligno que inventó esto, que al final es el villano, era un hombre terrible llamado Alejandro Ordóñez. Un señor que hizo lo mismo con 220 líderes locales durante 8 años, aunque nada dijo de la espuria reelección, por ejemplo, que desequilibró a un muy joven Estado y nos hizo inviables con el aplauso de la mayoría.

Gustavo Petro, cuando era alcalde, también fue destituido e inhabilitado por ese mismo Ordóñez. Un oscuro Procurador que fue destituido de su cargo, antes de finalizar su segundo periodo, esencialmente, por la comprobada corrupción en su segunda elección, y quien desde hace 3 largos años es nuestro embajador ante la OEA.

Sin embargo, las dos decisiones que compara el suspendido Quintero son distintas y no son comparables. Aunque el fondo siempre es el mismo. El uso de las instituciones y el poder para acabar con el enemigo.

A esto se suma que la semana anterior, el comandante del Ejército con 213.000 hombres a su mando deliberó y opinó sobre la política algo que expresamente también tiene prohibido y en la que aplaudieron los partidarios de Ordóñez, recordando un incómodo momento al candidato que encabeza las encuestas.

Realmente la Constitución nadie la respeta, aunque todos la citan incluso de memoria a la hora de una nueva controversia.

Que todos se culpen y hagan trampa es tan sólo un reflejo en el espejo.

Con este panorama es muy difícil no emprender un camino de tristeza, malestar y crítica; Reconozco que no es fácil transformar estos momentos de negatividad, en medio de esta pandemia que no termina, el inicio de una guerra mundial y los mismos temas que tan absurdamente se repiten en el país.

Los servicios están impagables, la comida es costosa, hay escasez de medicamentos, insumos y empleo. Hay exceso de información, redes y productos, pero pocos con capacidad de pagar por consumir.

Como he tenido largos periodos en los que mi entendimiento no puede explicar lógicamente las acciones que llenan los medios y las redes, con lo que nos ha sucedido y nos sigue sucediendo, he podido encontrar alivio en la oración de San Francisco de Asís:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia”.

Gane quien gane la presidencia, la próxima cabeza del Estado  la tendrá muy difícil para lograr hacer algo en medio de un ambiente tóxico como este.

El Juego de la Vida, la icónica canción de Daniel Santos con la que crecí, porque mi padre la escuchaba, suena como una profecía para los colombianos de estos días.

El coro decía así:  

Cuatro puertas hay abiertas

Al que no tiene dinero

El hospital y la cárcel

La iglesia y el cementerio.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.