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Escrito por:  Claudia Sterling
Columnista     Sep 4, 2024 - 9:50 am

En los albores de la era digital, Philip K. Dick (Chicago, 1928, Santa Ana, 1982), visionario y a menudo incomprendido, nos legó una obra que trasciende la ciencia ficción para convertirse en un inquietante oráculo de nuestro presente.

“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, publicada en 1968, es un viaje a las profundidades de la identidad, la mente humana, la empatía y la búsqueda de significado en un mundo al borde del colapso.

El sello Minotauro, de Austral Editorial, nos trae una edición bellísima (2023), en tapa dura, con una portada de fondo verde y unas inquietantes filas de búhos (no sabemos si reales o robotizados). Y nada mejor que haberlo comprado en una zona desértica como lo es Villa de Leyva: un libro imposible en el mejor lugar posible.

Dick, un escritor atormentado por sus propios demonios y fascinado por la filosofía, la religión y la naturaleza de la realidad, concibió esta novela en un período de intensa creatividad y turbulencia personal. La Guerra Fría, la amenaza nuclear y el auge de la tecnología se entrelazaban en su mente, dando forma a un futuro distópico donde la línea entre lo humano y lo artificial se difumina hasta casi desaparecer. Un mundo en ruinas, un alma en busca de redención. No en vano la película “Blade Runner”, se basó en el libro. Y no en vano, el autor es el autor del libro “El hombre en el Castillo” en el que se basó también la exitosa serie, del mismo nombre, de Amazon Prime.

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Y ahora sí vamos con la trama: En un futuro distópico postapocalíptico, la Tierra está devastada tras una guerra nuclear. La mayoría de los animales han muerto y los humanos valoran mucho a los pocos seres vivos que quedan. Aquellos que no pueden permitirse un animal real como mascota, compran réplicas robóticas increíblemente realistas.

Rick Deckard, un cazarrecompensas, se encarga de “retirar” (matar) a los androides Nexus-6, modelos avanzados que han escapado de las colonias espaciales y se hacen pasar por humanos en la Tierra. Estos androides son tan sofisticados que es casi imposible distinguirlos de las personas reales.

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Deckard recibe la tarea de retirar a un grupo de estos androides Nexus-6. Durante su investigación, se encuentra con Rachael Rosen, una androide que genuinamente cree ser humana. Este encuentro lo lleva a cuestionar la naturaleza de la empatía y la diferencia entre humanos y androides. A medida que Deckard se acerca a los androides, se enfrenta a dilemas morales cada vez más complejos. Empieza a sentir empatía por los androides y a cuestionar la ética de su trabajo.

Mientras tanto, John Isidore, un hombre con un coeficiente intelectual bajo que vive solo en un edificio casi abandonado, se encuentra con algunos de los androides fugitivos. A pesar de saber que son androides, desarrolla una fuerte conexión con ellos y los ayuda a esconderse. El final es un final de locos: hay que volverlo a leer dos veces.

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La novela de Dick nos interpela con preguntas que resuenan con fuerza en nuestra realidad actual. ¿Qué nos define como humanos? ¿La empatía, la capacidad de sentir y sufrir? ¿O acaso la inteligencia, la creatividad, la conciencia de uno mismo? ¿Qué ocurrirá cuando las máquinas superen nuestras capacidades en todos estos ámbitos?

El auge de la inteligencia artificial, la biotecnología y la robótica nos sitúa en un punto de inflexión similar al que Dick imaginó. La posibilidad de crear seres artificiales dotados de conciencia y emociones plantea dilemas éticos y filosóficos que debemos afrontar con urgencia. ¿Cómo trataremos a estas entidades? ¿Les otorgaremos derechos? ¿Seremos capaces de convivir en armonía con ellas?

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“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” es una obra futurista que nos pone a reflexionar sobre nuestro lugar en el universo y el futuro -y presente- que estamos construyendo. A través de su prosa ágil y su trama apasionante, Dick nos sumerge en un mundo donde la realidad se desmorona y la identidad se fragmenta.

Dick, como un moderno Prometeo, nos advierte de los peligros de jugar a ser dioses, de crear seres a nuestra imagen y semejanza sin comprender las consecuencias de nuestros actos. Pero también nos recuerda que la chispa divina, la llama de la conciencia, puede surgir en los lugares más inesperados, incluso en el corazón de una máquina.

Esta novela es un espejo deformante en el que se refleja nuestra propia sociedad, obsesionada con la apariencia, el estatus y la tecnología y, si se quiere también, la obsesión por las mascotas. Nos muestra un futuro posible, pero también nos invita a imaginar un futuro mejor, donde la empatía y la solidaridad prevalezcan sobre el egoísmo y la indiferencia.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.