¿Qué es lo que pide un lector del género? Antes de nada, un buen crimen.” – P. Lemaitre

Leer “Irène” (Alfaguara, 2015) del francés Pierre Lemaitre, requiere nervios de hierro. Publicada inicialmente en 2006, fue su primer thriller, y recibió el Premio a la Primera Novela Policíaca del Festival de Cine Policíaco de Cognac, e inició la serie protagonizada por el inspector Camille Verhoeven, que incluye Alex (2011, ganadora del Crime Writters Association International Dagger Award 2013 junto a Fred Vargas, y del Premio de Lectores de Novela Negra de Livre de Poche 2012), seleccionada para el RUSA Reading List Horror Award y uno de los libros del año según el Financial Times.

Lemaitre (París, 1951) empezó a escribir a los 56 años, y con 63 y algunas novelas negras a sus espaldas, obtuvo en 2013 el premio más prestigioso de las letras francesas, el Gouncourt por su novela policial “Nos vemos allá arriba”. Cuando ganó el premio, fue sujeto pasivo del efecto gueto entre sus colegas escritores del género policial, pues ninguno de ellos le escribió o lo llamó para felicitarlo: “Es el efecto gueto: cuando formas parte de un género al que le dicen que no puede tener buenos escritores y uno de ellos se sale y es reconocido piensas que ha traicionado al grupo, que incluso ha utilizado a la familia para ganar galones y luego la ha abandonado porque cree que vale más que el resto”, nos dice.

Confieso que lo que me llamó la atención de esta novela, es el particular gusto que tengo por aquellos libros que hablan de otros libros, como palimpsestos literarios: en diferentes resúmenes hallados en internet se leía que cada crimen recreaba una novela de un autor diferente, por lo que al asesino se le había dado el mote de” El Novelista”. Con semejante descripción, imposible no adentrarse en la historia planteada por Lemaitre.

Y según el mismo autor, el libro “…es un homenaje a la literatura. Cuando lo escribí traté de mezclar los autores que más me gustaban con las necesidades propias de la historia. Eso quiere decir que los autores que cito no son obligatoriamente aquellos por los que profeso una mayor admiración sino aquellos que cumplían con una doble misión: ser gente que me gustaba y que iban bien con la historia que quería contar, lo que necesitaba. Admiro mucho a Brian Easton Ellis, a David Peace y también a James Ellroy

Camille Verhoeven, el detective y protagonista, es comandante de la Brigada Criminal de la Policía de París. Viene de una familia obrera y su nombre fue puesto por su madre pintora en honor a Pissarro. Tras su muerte, si bien el taller pasa al patrimonio de Camille, este es abandonado y prácticamente clausurado. El taller de arte tendrá relevancia como escenario de una de las escenas finales de la novela.

El libro presenta a Camille como un detective estrella, un hombre superado, un abogado convertido en policía que, a sus 40 años, pese a haber sufrido rechazo en su entorno escolar durante muchos años debido a su baja estatura – producto de una hipertrofia fetal por el tabaquismo de su madre-, y a su poco éxito con las mujeres, ha sabido pasar por encima de todo y ahora tiene como esposa a una sinigual mujer, Irène, un bebé en camino y una buena situación económica y laboral.

El 21 de noviembre de 2001 se enfrenta a un crudo asesinato de dos mujeres, Manuela Constanza (24 años) y Henri Lambert (51 años), en Tremblay, crimen inspirado en una sangrienta escena sexual de “La Dalia Negra”, de James Ellroy. La adaptación cinematográfica de Ellroy se encuentra en Apple TV y en HBO Plus y es un perfecto pasaboca de entrada para el inicio de la lectura de este libro de Lemaitre. Las pocas pistas del criminal, que lo único que indican es que se trata de una persona culta y con dinero, no llevan a ninguna parte.

El 7 de abril de 2003 se descubren tres asesinatos de mujeres en Courbevoie: Évelyne Rouvray (23 años), Josiane Debeuf (21 años) y François Cottet (40 años), inspirados en el libro “American Psycho” de B. E. Ellis. La adaptación cinematográfica de Ellis también se encuentra en plataformas y constituye un primo piatto para continuar leyendo “Irène”.

Un librero, un profesor de literatura y un médico forense se encargan de darle luces a Camille sobre la similitud de los dos primeros asesinatos con obras literarias clásicas de la literatura policial, en tanto que un molesto periodista de Le Matin, Buisson, se empeña en acosarlo para lograr información sobre los crímenes. Es dicho periodista, el que apoda al criminal como “El Novelista”. Camille no le suelta ningún dato a Buisson pero se encuentra con que éste publica crónicas con información confidencial y exclusiva de la policía, sin poderse explicar cómo ha llegado a saberlo. ¿Sobornó a colegas del cuerpo de policía? ¿Filtración de información a través del librero, el profesor o el médico?…

A través de la publicación de unos mensajes en la prensa -entramos al secondo piatto-, Camille logra establecer contacto con el asesino y comienza una comunicación epistolar a través de la cual se van descubriendo estándares de comportamiento que le permiten al equipo de Verhoeven ubicar otros crímenes cometidos por el mismo asesino en el pasado, como parte de “su obra maestra”. El 24 de agosto de 2000, en París, aparece una víctima cuyo asesinato es idéntico al del libro “Roseanna” de Sjöwall y Wahlöö; en julio de 2000, Maryse Perrin (23 años) aparece asesinada en Corbeil, tal como sucede en “El crimen de Orcival” de Gaboriau, y el 10 de julio de 2001 aparece en Glasgow, Grace Hobson (19 años) muerta en las mismas circunstancias de uno de los asesinatos del libro “Laidlaw” de McIlvanney.

Pero aún faltará un último asesinato, uno basado en el de un personaje literario llamado Nadine Lefranc, en una novela de Philip Chub, “El asesino de la sombra”. Dice el psicópata: “La perfección de mi obra es haber escrito, por adelantado, el libro del crimen más hermoso… tras haber cometido los crímenes de los libros más hermosos”. Y este será el postre de la cena literaria.

“Irène” es una novela completamente visual y salvaje, con dos partes y un epílogo, con violencia explícita – de esa que encontramos en la vida real, aunque nos neguemos a verla o cerremos los ojos-. Pero es justamente eso lo que buscamos cuando leemos una novela negra: un crimen que no nos desenganche ni en un solo párrafo y que amerite el sacrificio.

El final del libro es asombrosa y artísticamente cruel, doloroso – uno se imagina que todos los involucrados en la investigación, tanto del equipo policial como los que ayudan al mismo, son sospechosos – y sí, ese final, definitivamente, es lo mejor de la novela. Si quieren leer un clásico inolvidable de la novela negra francesa, este es el adecuado. Y será el abrebocas para toda la serie de Camille Verhoeven, uno de esos detectives literarios inmortales.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.