Antes de la pandemia, los días marchaban al ritmo de los afanes y las preocupaciones futuras, ahora el presente es un tesoro y el aire tiene aroma de vida, más durante esta ola de conflictos. Sin embargo, me perturba la sociedad colombiana que está allá afuera de mis cuatro paredes, claro, sin echar a todos en la misma bolsa, aunque la mayoría sea un desperdicio, pues en columnas anteriores ya he destacado a varios que hacen las cosas muy bien, a pesar de las dificultades, y conozco a más que me mantienen con esperanza de un mejor país, pero hay otros que en realidad dan asco y para ellos va este escrito ¡qué dice!

Primero que todo, hay que reconocerlo y ya pasé por la autocrítica, la cual de corazón les recomiendo hacer, una reflexión sobre sí mismos, luego pasan a sus más cercanos y así sucesivamente van mirando lo que está a su alrededor.

Sabemos que el país es un caos desde que existe, pero la verdad me ha dejado asombrado cómo ni siquiera somos capaces de cuidar nuestra propia vida, no sé si es porque no nos gusta que nos manden, que nos digan lo que toca hacer, si es que molesta porque nos lo están exigiendo, etc. pero es que al final la terminamos embarrando de todos modos, como gente rebelde que solo quiere llevar la contraria.

La cuestión es que se pasaron de la raya, déjenme decirles… hay un meme por ahí dizque “no espero nada y aun así logran decepcionarme”, bueno, totalmente identificado, filosofía pura en tiempos de COVID-19.

Me niego rotundamente a naturalizar otras cosas como la violencia descarada de un pueblo que así como llora, también ríe sobre sus víctimas, no puedo tolerar ver cómo los colombianos entre sí nos hacemos daño y, no contentos con que sea otro el artífice, pasemos al automaltrato; siendo peor aceptarlo con normalidad a sabiendas de que, antes de que muchos naciéramos, el color rojo de la bandera ya predominaba sobre los otros dos, sangre, que nunca se ha dejado de derramar.

Puede venir a hablarme quien sea, dando las explicaciones y justificaciones más rebuscadas o salidas de las entrañas, teóricas y/o emocionales, lógicas o irracionales, que al fin y al cabo la realidad, tristemente, seguirá siendo la misma por un tiempo indefinido y no es por ser negativo; pero de igual manera hay que seguir trabajando por intentar alzar el mensaje de paz.

A mi corta edad, pero larga de supervivencia, aprendí que aunque uno quiera cuidar del necio, él se echa a perder solo, lo que uno le diga le entra por un oído y le sale por el otro, eso como máximo logro, porque lo más seguro es que ni por ahí pasó.

Millones de necios en Colombia prefieren salir corriendo e irse a los golpes, para luego regresar quejándose o como santas palomas, porque el malo siempre va a ser el otro, o preguntémosle a los desadaptados que golpearon a Dalila y su trabajadora por pedirles un poco de mesura con el volumen de su parranda, o a la que se hizo la “vistima” maquillándose moretones (le mandan a decir que es buena para el ‘makeup’ y que se lo guarde para carnavales), más los que mueren en un intento desesperado de hacer justicia al enfrentarse a los más injustos… hemos estado eligiendo el camino equivocado y son más las pérdidas que las ganancias.

Pueden ser, por ejemplo, personas como las que viven en el condominio La Ría, ubicado en el norte de Barranquilla, quienes me regalan algo de esperanza. Ellos echaron de su comunidad a los violentos y desadaptados que arremetieron contra la pediatra y Carmencita, eso como primer paso, mientras que las autoridades, según dicen, hacen su parte.

Sí digo que pobrecito a quien se les atraviese a ese combo, que si así fue tomando en el apartamento, arrendado por cierto, no me imagino en lo que se pueden transformar ahora que se harten comprando más botellitas y todo el alcohol que quieran tomarse con la reapertura de venta de licor en los bares; después de que a los dos días de la brutal golpiza, el Gobierno les permitiera la venta, que yo sé que no tienen la culpa, pero lastimosamente hay que ver más allá de las cosas teniendo un amplio registro de lo violento que somos y que el tiempo de pandemia nos lo ha dejado muy en claro.

¡Oye! Y te digo aquí siguiendo con las reflexiones, que si el pueblo no se cuidaba antes estando sobrio, qué se les puede pedir cuando estén borrachos. Ya ese distanciamiento social se lo pasaron por la faja hace rato, ya me imagino a la gente abrazando a lo que están con ‘tragos encima’, hasta llego a pensar que el pico de la botella lo limpiaran con el tapabocas antes de beber.

Pero bueno, esta es mi Colombia, fuerza para todos, a mantenernos en pie de lucha, a velar por un mejor mañana y un futuro digno para los que vienen detrás. Ojalá no me decepcionen, a pesar de que no espere nada. Apoyen la economía de los bares, pero no la violencia y no se les olvide ser tolerantes, mantengan la cordura.

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