Preocupantes cifras de contagio, rebrote en principales capitales y primer pico de ciudades intermedias, llaman a prestar atención al confuso escenario que acompaña la reactivación económica en el marco de una nueva normalidad que está distante del autocuidado responsable de los ciudadanos. Millón de contagios que ya supera el país, deshonroso octavo lugar en complejidad en el mundo, debería ser campanazo de alerta para el colectivo ciudadano que no quiere creer en el ejemplo que llega de Europa y día a día desafían al COVID-19. Fiestas clandestinas, ciudadanos sin tapabocas, aglomeraciones en divergentes espacios, son solo unos ejemplos de la testaruda negligencia poblacional que no atiende recomendaciones del Ministerio de Salud y tienta la suerte con celebraciones comerciales como el Halloween, de esta semana, y la temporada navideña, que ya se avecina.

Actitud prepotente e irrespetuosa de quienes priman intereses personales, sin pensar en sus semejantes, tiene circulando en diversos lugares a personas felices violando las normas de autoprotección, sujetos que se constituyen en copartícipes de la transmisión de una segunda ola que toma un ritmo acelerado que pide endurecer medidas. Ideales son los protocolos que se construyen y hacen aprobar, por parte de las autoridades, para retomar labores industriales y educativas, pero diferente es el panorama de su vigilancia y aplicación; divergencia entre el papel y la acción denota detestable actitud de señalar e indilgar culpas al gobierno sin asumir la cuota de responsabilidad que a todos asiste en este momento.

Impopulares son las medidas restrictivas, pero necesarias en un instante donde existe apuro por el porcentaje de ocupación de las UCI, cifra que colinda los límites permitidos y delinea un estruendoso homenaje al día y el mes de los santos difuntos. Crear empresa y generar empleo implica decisiones coherentes, tomar determinaciones ajustadas al contexto que ciñe la existencia limitando la movilidad bajo el esquema de la bioseguridad. Llegó la hora de tomar consciencia, dejar de lado el delirio de persecución, y adaptarse a una nueva realidad en donde se debe aprender a convivir con la pandemia y minimizar al máximo los factores de riesgo para cada uno de los habitantes del territorio nacional.

Flaco favor hace al ciudadano la clase dirigente y los medios de comunicación atomizando los escenarios nacionales con una agenda social que altera la percepción y desvía la atención de lo que debe primar en este instante. Políticos que, en época de disfraces, de cara al país hablan de “dignidad”, pero en el fondo tienen los horrendos estereotipos que no los desligan de la odiosa corrupción, la manipulación y demás malquerencias de los gamonales partidistas tradicionales. Salpicón informativo que apela a la memoria selectiva de la población posicionando temas relevantes y diluyendo hechos circunstanciales que están llamados a mostrar las consecuencias de un inadecuado comportamiento. Hastío temático del Covid-19 no puede ser óbice para hacer parte del paisaje las noticias de lo que ocurre con el virus en el mundo.

Enmarañada está la biosfera social colombiana, política con los muertos, la desgracia de los pueblos y la mezquindad guerrillera; repertorio de argumentos que carecen de seriedad e ideas para ejercer la democracia y atizan la polarización desde la violencia y las difamaciones que les conceden minutos de pantalla, segundos sonoros en las ondas hertzianas, sin concentrarse en lo importante y asumir la real dimensión del problema que se tiene al frente. Libertad de opinión y autónomo derecho a la información no puede extraviar la dimensión del papel que se ocupa como nación en el mundo, falso encantamiento ahora quiere hacer creer que clase política nacional tiene la relevancia para influir en las elecciones norteamericanas.

Injerencia y cuidado es el que se debe tener al hilar delgado y ver la reacción que trajo consigo, en las plataformas digitales, los efectos electorales de Bolivia y Chile; modelo político que, humanistas, líderes alternativos y fuerzas revolucionarias, quieren aprovechar y extrapolar a Colombia escudados en la autoridad moral que creen tener para hacer el bosquejo que incaute idiotas útiles fieles a un prototipo de elección en el que puedan pisotear al ciudadano de a pie con sus decisiones. Antes que meterse en asuntos de otros países, y vender artificiales encantamientos, Colombia debe salir de la espiral informativa que todo lo reduce al glifosato, los líderes sociales y el imperfecto acuerdo de paz, entorno de difamación y calumnia que acrecienta la división poblacional.

Preocupante es revisar las tendencias sociales y la conexidad oportunista de caudillos locales que quieren reducir el discurso ciudadano a la decisión de realizar o no las ferias populares de fin de año; malgastar importantes recursos de inversión social en fiestas virtuales que poco y nada dejarán a aquellos que olvidan mantener el distanciamiento, lavarse las manos con frecuencia, no saludar a la gente con besos o apretones de mano, evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca, entre otros factores de autocuidado. La situación amerita una sana discusión frente a las variables de sanción que se aplicarán duramente a quienes no comprendan que la epidemia no permite dejar al libre albedrío el uso del tapabocas.

El punto de evolución de la pandemia no permite confiarse, la debilidad hará pulular el contagio sumando cadáveres de sujetos azuzados por la incredulidad ante una realidad evidente. COVID-19 no es un juego, pide prudencia en las actuaciones y responsabilidad ante familiares, amigos y compañeros de labores y estudio; prototipos de comportamiento están convocados a influenciar con su ejemplo al ciudadano que en cada acción muestra la estupidez que traerá dolores de cabeza y posteriores arrepentimientos y lamentos. Antes que peleas insulsas el país requiere de la unión del colectivo para construir una nación donde se tienen oportunidades para niños y jóvenes que hoy tienen como primera opción buscar futuro en otro destino geográfico allende las fronteras colombianas.

Enrevesado panorama pide poner los pies en la tierra, cumplir con los protocolos establecidos y reflexionar en la forma de llevar un autocuidado, ya habrá tiempo para la cultura, la recreación, el deporte, la rumba y la socialización. Crisis económica, social, ambiental y humanitaria requiere de autodeterminación ciudadana, coexistencia y relacionamiento pacífico que permita entender que para todos hay un espacio en esta nueva normalidad que refunda las bases del estamento democrático de la nación.

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