Sobre todo de aquellos que han entendido que el deporte, además de ofrecer un atractivo a los espectadores, se convierte en un ala de transformación social, vinculado las clases sin distinción alguna, propagando la práctica desde la primera infancia, ayudando a crear satisfacción personal en términos competitivos o simplemente recreacionales y, en ya conocidas historias, la oportunidad para miles de jóvenes de salir de la pobreza y cambiar para siempre ese mundo donde la adversidad y la violencia imperan en un entorno de desigualdad.

A lo largo de los últimos años, el país ha sido testigo del giro prolífico y la gloria que los deportistas locales han consagrado en un sin número de disciplinas, algunas de ellas destacándose de manera positiva donde el imaginario del común jamás habría logrado pensar que los nuestros llegarían a los más alto de la órbita competitiva. El deporte ha logrado por momentos unirnos como país, dejando atrás las diferencias, manifestando especímenes de identidad nacional superando las barreras de odio que algunos sectores pretenden embestir.

Una política de Estado que promueva y garantice la sana práctica del deporte, en la cual los ciudadanos tengan la oportunidad de acceder a los mismos en cualquier parte del territorio nacional, es lo que estamos aclamando a gritos, no es posible ver como los sueños de las nuevas generaciones se ven frustradas por la incompetencia de los gobernantes de turno, la práctica del deporte es fundamental para garantizar esa paz absoluta y verdadera que buscamos todos los ciudadanos, entender que la escala de valores no simplemente se imparte en el hogar o en la escuela, sino que enmarcada en el deporte debe traducirse en el sentir colectivo que nos ayude a progresar y disminuya la brecha de disparidad que nos agobia.

Consolidar un plan de acción serio es necesario para seguir impulsando a los ciudadanos a practicar deporte y asegurar la presencia de los nuestros  en las más altas competiciones, de nada sirve crear el tan elogiado Ministerio del Deporte sino se asignan los recursos imprescindibles para una gestión notable, y de una vez por todas no sigamos viendo cómo se desvían los pocos recursos destinados para esta cartera a llenar las arcas de unos pocos que se creen aventajados por inspirar la corrupción y al mismo tiempo alimentar la desesperanza y el irrespeto por nuestras instituciones.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.