En el momento en que el concesionario le entrega el vehículo al comprador se materializa una relación de consumo, en la que el consumidor se obliga a utilizar el vehículo según sus especificaciones y a darle buen mantenimiento en el concesionario, y éste, a su vez, se obliga a demostrarle cuantas veces sea necesario que se trata de un producto de buena calidad, acorde con el precio que se pagó por él.

En el mercado se ofrecen vehículos de distintos precios y calidad, y por esa razón lo del buen estado no funciona igual para unos que para otros, ya que existe cierta distancia entre un vehículo de alta gama y uno de combate (y no tienen los mismos ruidos).

Si el alistamiento del vehículo se hace con todas las de la ley, el comprador únicamente debe detenerse en una estación de servicio para ponerle combustible al carro, y no porque se presente una falla que se debía haber corregido en el alistamiento.

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Entonces, podemos decir que responder por el buen estado del producto significa entregarlo en óptimas condiciones, y asegurarse de que el propietario contará durante toda su vida útil con repuestos genuinos, personal capacitado y talleres apropiados para mantenerlo en buen estado.

No es una obligación ilimitada, ya que el buen funcionamiento del automotor depende del buen uso y mantenimiento que le dé su propietario, y por tanto hubiera quedado mejor decir que esa obligación de responder por el buen estado del producto condiciona a que el consumidor también cumpla sus deberes para mantenerlo en buen estado.

Los reclamos de los consumidores gozan de gran simpatía, pues ellos son la parte débil de la relación de consumo, pero al juzgar las fallas del vehículo hay que tener presente que el buen estado depende de la marca y del precio del semoviente. Lo malo es que el discurso es el mismo trátese del vehículo que se trate.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.