Y seguimos en casa. Resguardados. Algunos amañados. Otros desesperados. Pero todos, con el deber de seguir cuidándonos por nosotros mismos y por respeto a los demás.

Unas empresas han quebrado y han cerrado. Bendito Dios. Otras, se han mantenido a prueba de fuego. Valientes.

Mientras tanto, los personajes de los grandes cuentos que nos han divertido a nosotros y a los niños, siguen juiciosamente las rigurosidades de sus gobiernos para evitar contagiarse del peligroso coronavirus.  

El Renacuajo paseador ya no es tan paseador. Tampoco visita a doña Ratona. Obedece a su mamá y sabe que las francachelas y las comelonas quedarán para después de que pase el COVID-19. Eso sí, ya tiene listas las crispetas y la limonada, para cuando empiece a rodar el balón del fútbol colombiano.

Los carros de Cars: Mate, Francesco, Sally y Mcqueen tienen estacionados sus vehículos en el parqueadero de Daytona Beach, Florida. Ahora solo entrenan vía Zoom hasta cuando puedan regresar a la pista para una nueva serie de la Copa Pistón.

El Gato con botas permanece en casa cuidándose y tomando Vitamina C y té de jengibre con limón, para subir las defensas; además, hace bicicleta estática y estiramientos guiados por sus seguidores en redes sociales; y lee libros de amor, para dedicar algún poema a su Gata Carlota.

Los perros de Paw Patrol ahora usan tapabocas en Bahía Aventura, incluso la gallina Gallileta. No acuden a eventos aglomerados y la alcaldesa Goodway atiende desde casa. Todas las mañanas suena la campana, anunciando que llegó la hora de orar.

Batman y Superman ahora usan ropa de tela antifluida. Sus capas llevan cámaras medidoras de la temperatura y detectoras del germen para cuidar a los habitantes de ciudad Gótica y Metrópolis.

Peter Pan hoy vive sabroso en la Isla del Nunca Jamás. Un lugar rodeado de naturaleza, agua, sirenas e indios. El capitán Garfio y sus secuaces tuvieron tiempo de reflexionar en este confinamiento y se arrepintieron de sus maldades. Ahora, juntos cuidan la Isla. Tan bien la están pasando, que los niños le diseñaron una mano de papel al Capitán y le regalaron un nuevo reloj.

Pepa y George, así como Caperucita Roja, ya no visitan a sus abuelitos. Saben que deben cuidarlos y protegerlos, pues son la población más vulnerable. Así que para demostrarles su profundo amor les dejan mensajes de textos, cartas, dulces y frutas afuera de la casa. Con una ñapa adicional que hoy es alentadora y suficiente: un exquisito beso plasmado en la ventana.

A Jack Jack, el bebé de la familia Increíble, lo dejan siempre en casa. Saben que un bebé no debe salir a supermercados ni andar en visitas familiares. Es sensible e indefenso para el uso de un tapabocas usado por horas.

Como Olaf ama estar de paseo, es siempre el que sale a hacer las compras de casa. Eso sí, siempre sale con tapabocas y un abrigo, porque sabe que si le da fiebre y da positivo para COVID, se calienta mucho, se derrite y se muere. En su maleta lleva alcohol y jabón antibacterial. Y al regresar a casa, limpia sus zapatos, desinfecta los productos y se ducha muy bien con agua y jabón.

Mientras tanto, Ana, Elsa, Kristoff y Sven se quedan en Arendell jugando guerras de almohadas, monopolio y juegos misteriosos. Muy misteriosos.  

Las Barbies y las American Girl tienen las visitas restringidas. Hacen más siestas. Estudian en casa, cosen su propia ropa, cocinan y se inventan pijamadas entre ellas y con sus amigas por videollamadas. Qué cuentos de fiestas en la playa, salidas en camper ni picnic en parques. Ya llegará el tiempo de ello.  

Los Siete enanitos, por ser mayores, no volvieron a salir al campo. Con Blancanieves en casa siguen muy bien cuidados. Se protegen y comen muchas frutas, en especial manzanas. Al sonar el timbre, usan sus minitapabocas y su astucia, para no caer de nuevo con las visitas de la Reina Grimhilde, la malvada madrastra de Blancanieves.

La Bella y la Bestia siguen en su casa, enamorados, compartiendo esas horas y días en los que todos son viernes o lunes o domingo. Días en que la paciencia se colma. En que regresan las palabras dulces. En que se arrebata la pasión. En que se pasma la ternura y renace, como por arte de magia de Aladdín, la chispa de seguir construyendo juntos.

Simón, Luna, Amber y Mateo, de Soy Luna, ya no podrán volver a la pista de patinaje, pero como deportistas, saben que deben seguir practicando en casa sus movimientos y rutinas para cuando regresen a su Jam and Roller.

Grinch y su perro Max son los más ansiosos de todos. Esperan que esta Navidad puedan compartirla con SindyLu y su familia, y no volver a viejos tiempos, cuando la pasaban en una triste soledad absoluta.  

Papá Noel y Santa Claus están en el Polo Norte usando su tapabocas con calentador incorporado. Esperan que la pandemia acabe, para que así, esta Navidad sea el momento de muchos reencuentros de amor. Aprecian las cartas que están recibiendo con pedidos de salud para el mundo entero.

Vampirina o Vampirino. Cualquier de los dos. En casa, en laboratorio o en tiendas asiáticas. De ninguna manera queremos verlos. Nos aterramos. Nos enfadamos. Nos paniqueamos frente a ellos.

¿Y La Pobre viejecita? ¿O los pobres viejecitos? Hay, pobres viejecitos. Los que nos quejamos por no tener qué comer, qué poner, a quién llamar, con qué jugar.  A ellos, a estos, a nosotros, por favor, vivamos el diario. Festejemos y valoremos el milagro que es poder despertarnos sanos y acostarnos de igual manera, sanos.

Termino esta columna con los inspiradores de esta historia, mis hijos Guadalupe y Salomón. Nos iremos a dormir como la Bella Durmiente o como el gran Tirex, convencidos de que protegernos como los personajes de estos cuentos tradicionales es el mejor regalo de la vida: el regalo de cuidarnos en casa.

Cortesía
Cortesía

Encuentra todas las columnas de ‘Mamiboss’ en este enlace.

Sígueme en Instagram como @montorferreira.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.