Ochoa se mueve por las fronteras de esa premisa que señala en ciencias sociales que no se pueden comparar cosas muy distintas o cosas muy parecidas. Es decir, hay que considerar unos parámetros de semejanza razonables para hacer las comparaciones.

Íngrid Betancourt —hay que recordarlo— fue secuestrada pos las Farc el 23 de febrero de 2002, cuando iba para la zona de distensión. La exsenadora y excandidata presidencial permaneció seis años en poder de esa guerrilla en condiciones deplorables que incluso hicieron temer por su vida. Fue rescatada junto con otros plagiados en la célebre Operación Jaque.

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Aída Merlano, por su parte, fue condenada por los delitos de concierto para delinquir, corrupción al sufragante y tenencia ilegal de armas. Estuvo presa hasta el primero de octubre de 2019, cuando se fugó de sus guardias en un consultorio odontológico de Bogotá. Pero el pasado 27 de enero fue recapturada en Venezuela, donde permanece a órdenes del régimen.

Con todo, Ochoa encuentra lo siguiente:

Similitudes:

  • Lo que fue el cautiverio de Betancourt para la prensa francesa es hoy el cautiverio de Merlano para varios medios latinoamericanos.
  • La resonancia internacional que se ganó Betancourt por haber sido ciudadana francesa se lo acaba de ganar Merlano por haber sido capturada en Venezuela.
  • Ambas mujeres son excongresistas, bonitas, ambiciosas, trofeos de guerra, en problemas porque se metieron solas en la boca del lobo y ambas con el corazón roto.
  • Las dos tuvieron fugas cinematográficas.

Diferencias:

  • Betancourt luchaba contra la corrupción; Merlano era una operadora de la corrupción del sistema electoral  y hasta posiblemente repartía contratos a firmas poderosas que han capturado al Estado.
  • Betancourt era una feminista que batallaba por los derechos de las mujeres; Merlano es una especie de Mata Hari que aparentemente usó sus curvas para acceder a los círculos de poder, plata y lujo.
  • Betancourt refleja las aspiraciones de un país educado; Merlano es una trepadora que se dejó usar como instrumento de los poderosos.

Luis Carlos Vélez hace en El Espectador otra comparación, pero entre los escenarios que enfrenta Merlano: “Si […] decide quedarse en Venezuela bajo la figura de asilo político, allá ella. Si decide volverse la nueva mejor amiga de Maduro, allá ella”, escribe, y agrega:

  • Acá evadió la justicia y se escapó, evidenciando los privilegios que otorga nuestro vergonzoso sistema carcelario a aquellos que tienen dinero. Acá iba a hacer todo lo posible para negociar sus delaciones.
  • Allá las hará gratis y tendrá como castigo vivir la tragedia venezolana en carne viva sin poder regresar a su país. No creo que existan muchas otras penas más severas a que la vida propia dependa de satisfacer a Maduro y su horrible corte.