El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
En el año 1994 eran diversos los actores que representaban la obra de la nación colombiana. Este documental homónimo nos muestra algunos de ellos y nos permite ver con claridad el protagonismo innegable del narcotráfico, especialmente en su relación con la política y el fútbol.
Cada año asistimos a una nueva función de Colombia, una obra que pareciera repetirse una y otra vez, ya lo dice el reconocido periodista Mauricio Silva Guzmán, como parte del cierre de 1994. El primer año del resto de nuestras vidas: “Colombia se repite, y se repite, y qué hiju%&$ cansancio, hermano”.
Esta obra dramática está llena de personas representando sus papeles, personajes que mueven la trama con más o menos protagonismo según los momentos y los espacios múltiples de la historia nacional. Entonces hay quienes tienen más peso por verse involucrados con fenómenos que afectan a la mayoría e incluso a toda la población que habita el escenario. No podríamos dejar de destacar artistas, líderes sociales, intelectuales, políticas/os, deportistas y demás figuras de la vida pública, pero tampoco podríamos negar un protagonismo singular, ese lugar arrancado a sangre, llanto y poder que ha ocupado el tráfico de drogas en Colombia.
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El narcotráfico, más que por sus personajes tragicómicos, es protagonista por ser parte fundamental del guion y la utilería de la nación, en otras palabras, por ser pieza central de la cultura, la política y la economía del país. Sin detenernos en la crítica de la analogía de Marx y Engels sobre una base económica (estructura) y los pisos de la política y la cultura que se construyen sobre ella (superestructura), podríamos retomarla para decir que la producción y comercialización de drogas ilegales en Colombia, ha sido de tal importancia que prácticamente nada sucede sin verse relacionado a ellas de alguna u otra forma. Esto no quiere decir que el narcotráfico, que a propósito Gustavo Petro anunció Ley para narcotraficantes, sea la causa de todas las problemáticas que enfrenta el país, como veremos se trata de señalar cómo es un fenómeno que se vuelve central al conectarse con otros que ya son centrales por otras razones.
De acuerdo con Lina Britto, experta en la Bonanza Marimbera, a economía ilegal de drogas surge “como una válvula de escape a ese modelo de desarrollo en el que se proponen cambios, reformas y transformaciones, pero que en la práctica, por las mismas redes de clientela partidistas de la política y por la forma en que se hace política en el país, terminan excluyendo a los más vulnerables, a los que más necesitan de esas reformas”. Esta primera bonanza del narcotráfico inicia a mediados de los años 70, cuando en el escenario más grande de las relaciones entre países Colombia entra a satisfacer la demanda de marihuana de Estados Unidos. Allí las élites tradicionales tendrían un papel central como poseedoras de las tierras, infraestructuras e influencias necesarias para construir con éxito el negocio, pero también se formarían nuevas élites con génesis en el mismo narcotráfico.
Más tarde, el lugar de los cultivos de marihuana sería desplazado por el cultivo y ultra-procesamiento de la hoja de coca para convertirla en uno de los motores de la tragedia colombiana: la cocaína. Así empieza la Bonanza Cocalera de los años 80, cuando Colombia llega a ser el principal país exportador mundial de “nose candy” (dulce para la nariz), siendo todavía Estados Unidos el principal país consumidor.
Como se dijo, el narcotráfico no es solo protagonista por su relevancia económica, sino por mover las cuerdas de algunos de los actos más llamativos de la historia del país. Veamos pues algunas escenas que nos presenta 1994, el año de la actuación, y 1994, el documental que la representa.
Se abre el telón: muerte, política y fútbol
La muerte del narcotraficante Pablo Escobar, quien llegó a ser la séptima persona más rica del mundo, tiene una importancia especial para 1994, si bien ocurrió en diciembre del 93, pues ver su cadáver expuesto en medios de comunicación representó una esperanza por el porvenir para gran parte del país. Luego de haber sido presentado como un exitoso empresario filántropo por medios y políticos, e incluso de obtener un escaño en la Cámara de Representantes, Escobar había llegado a ser la persona más buscada y la fuente del mal o el mal mismo para muchas personas: el auténtico antagonista de una narrativa que ponía en el centro a los personajes antes que a las condiciones. Esta narrativa se haría evidente cuando al morir brotaran las expectativas de un país próspero y en paz, con el inicio de un año en el que las nuevas elecciones presidenciales junto a la participación de la Selección Nacional en el Mundial de Fútbol podrían renovar el sentimiento patriótico. Alba Marina Escobar decía entonces que era iluso pensar que con la muerte de su hermano se acabaría la violencia en Colombia.
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La figura de Pablo Escobar, que en Barrancabermeja hicieron una tienda en honor a la Hacienda Nápoles, nunca estuvo ni está ahora libre de ambivalencias, así también la de los dos principales candidatos a las elecciones presidenciales del 94, Ernesto Samper y Andrés Pastrana, representantes de los partidos tradicionales que fueron acusados por los principales capos del cartel de Cali (los hermanos Rodríguez Orejuela) de haber financiado sus campañas con dinero del narcotráfico. El escándalo empezó con la acusación de Pastrana a Samper, quien se defendió por la entrada de dineros sucios a su campaña, luego de que este ganara las elecciones, después inició el recordado Proceso 8000, donde el presidente electo dejó de ser investigado por falta de pruebas.
Ninguno de los dos políticos fue sancionado por estas declaraciones y ambos tuvieron papeles importantes en la “guerra contra las drogas”. En este punto, cabe resaltar que más allá de la culpabilidad de los señalados, la política en Colombia y dicha “guerra” han tenido una relación particular que, en palabras de Britto, ha instrumentalizado el manejo del narcotráfico conforme a intereses políticos, donde antes que combatir las fuentes del problema se han fortalecido los aparatos represivos del Estado. De hecho, a finales de 1994 el saliente director de la DEA (Administración de Control de Drogas de Estados Unidos) declaró que en Colombia había una “narcodemocracia” dada la infiltración del narcotráfico en los poderes políticos y económicos.
Por último, no podemos olvidar la relación del narcotráfico con el deporte más popular del país, el fútbol. Son múltiples e históricas las relaciones de las economías ilegales, en especial la de las drogas, con el fútbol, al ser este una de las principales fuentes de entretenimiento y un factor clave en muchos acontecimientos de la historia nacional. Por mencionar algunos sucesos, retomamos lo que las periodistas Juanita Ortega y Mónica Rodríguez denominaron el “8000 deportivo”, haciendo referencia a las declaraciones de los hermanos Rodríguez Orejuela sobre dádivas que le dieron a diferentes actores del fútbol colombiano, entre los que destacan el entonces presidente de la Federación de Fútbol, , Juan José Bellini, el asistente técnico de la Selección Sub-23, Pedro Sarmiento, y los jugadores de la Selección Óscar Córdoba y Fredy Rincón.
Es copiosa la información y la literatura sobre el protagonismo del narcotráfico en Colombia durante los años 90, desde las relaciones de la economía legal y la ilegal hasta el predominio de la estética narco en el entretenimiento y las relaciones cotidianas. Aquí hemos presentado algunos sucesos que ilustran parte de esa compleja trama de violencia, política, marihuana y cocaína, a la vez nos hemos enfocado en el año 1994 con el fin de subrayar una de las dimensiones que nos presenta el trabajo audiovisual dedicado a este año que se estrenó el miércoles 23 de agosto por Señal Colombia.
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