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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Dic 5, 2024 - 9:04 am

Que los ministros son fusibles que se pueden quemar en cualquier momento para salvaguardar la integridad del presidente de la República quedó otra vez probado con el ahora exministro de Hacienda Ricardo Bonilla. Como en los dispositivos eléctricos, que se tienen que fundir cuando hay flujos de corriente elevados, los altos funcionarios se deben estropear en medio de las crisis. Eso les permite a los mandatarios, entre otras cosas, asegurar que, si en algún caso hubo irregularidades, fue a sus espaldas.

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Pero la lógica indica que un presidente, sobre todo cuando tiene la intención de hacer cambios significativos en el Estado, está encima de sus ministros dándoles órdenes y exigiendo la ejecución de las mismas. El presidente Gustavo Petro, por ejemplo, no ha tenido problema para regañarlos en público. Existe una forma de mandar que espera solo resultados sin detenerse en los pormenores para alcanzarlos. Lo importante es la satisfacción de los requerimientos del jefe, y esto se puede presentar en todos los niveles de cualquier estructura piramidal.

Bonilla ya ha probado esto desde cuando fue secretario de Hacienda de Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá. Por hacerle caso a su jefe, bajó la tarifa de Transmilenio en las horas valle, pese a las advertencias de los organismos de control y del Concejo de Bogotá, que alertaban sobre un detrimento para la ciudad. Por eso, la Contraloría le impuso a Bonilla una multa de 200.000 millones de pesos, lo que implicó hasta el embargo de su salario, una situación que solo superó cuando comenzó el mandato del hoy presidente Petro, en el que se volvió a encarrilar laboralmente.

Como ministro de Hacienda, contra Bonilla no solo avanza la investigación en la Fiscalía por el escándalo en la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastre, (UNGRD), en la que es señalado por el exdirector y el exsubdirector de esa entidad, Olmedo López y Sneyder Pinilla, respectivamente, y por su exasesora María Alejandra Benavides. También avanza otra en la Contraloría por haber pagado el doble y hasta el triple la nómina del Estado hace unos meses, un dinero que en varios casos aún no se ha podido recuperar.

Bonilla salió echado por el presidente Petro, y de la manera menos digna, de eso no hay duda. Y lo supo mediante una comunicación en la red social X del mandatario, que lo había defendido a capa y espada hasta este miércoles. Primero dijo que Bonilla era víctima de una trampa y después exaltó sus calidades como persona, docente y economista. Pero luego sorprendió con su cambio de actitud que, para muchos suspicaces, solo tiene explicación en la denuncia que hizo Bonilla ante la Fiscalía contra el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, y el hijastro del mandatario, Nicolás Alcocer, por presuntamente haber ejercido presiones indebidas en la central hidroeléctrica de Urrá.

Se metió con un círculo más próximo al jefe de Estado y puso a otro hijo (en este caso, adoptivo) del presidente Petro en aprietos judiciales. También está siendo investigado Nicolás Petro, hijo mayor del mandatario, por haber incurrido presuntamente en los delitos de lavado de activos y enriquecimiento ilícito, con dineros que (y eso también está en investigación) habrían tenido como destino la campaña presidencial del hoy mandatario.

La renuncia de Ricardo Bonilla a Gustavo Petro

Por la forma, lo que le pasó a Bonilla ya lo habían experimentado otros ministros que salieron por la puerta de atrás como la exministra de Agricultura Cecilia López, el exministro de Educación Alejandro Gaviria, el exministro de Hacienda José Antonio Ocampo, y hasta el exdirector de Planeación Nacional Jorge Iván González. Pero a diferencia de Bonilla, todos ellos salieron por ser técnicos y sus lugares fueron ocupados por activistas en medio de un proceso de radicalización ideológica del presidente Petro.

Pese a que el mandatario había dado muestras de que Bonilla seguiría en su cargo no obstante la gravedad de sus circunstancias, finalmente prescindió de él para, según el jefe de Estado, que pueda asumir su defensa por fuera del Gobierno y no haya posibilidad de que se use el poder en favor del funcionario. Lo otro que pudo pasar es que se dio cuenta de que las reformas que están en curso en el Congreso, principalmente la nueva tributaria, se verían afectadas con la presencia de un Bonilla acorralado por los testimonios en contra.

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De la carta de renuncia que presentó Bonilla llama la atención que en su defensa dijo que no había comprado votos de congresistas ni cometido ningún delito en provecho personal. Pero nadie le ha endilgado eso hasta ahora. De lo que se le señala es de haber dado, presuntamente, órdenes para que se les otorgaran contratos (a través de la UNGRD) a congresistas de la Comisión Interparlamentaria de Crédito Público para que le aprobaran costosos endeudamientos al Gobierno. En esa misiva, Bonilla no dice que no cometió ningún delito en beneficio de un tercero.

Por eso, están compareciendo ante la Corte Suprema de Justicia, los congresistas Karen Manrique, Wadith Manzur (que optaron por guardar silencio hasta que se conozcan todas las declaraciones de López y Pinilla), Liliana Bitar, Julián Peinado, Juan Pablo Gallo y Juan Diego Muñoz. Todos ellos, integrantes de las comisiones económicas del Congreso, deberán enfrentar los testimonios con los que ya cuenta el alto tribunal y que los señalan de haber vendido presuntamente su función pública.

Pero hay otro detalle que también resulta curioso en las últimas palabras de Bonilla como ministro de Hacienda. Al lado de su carta de renuncia grabó un video en el que, al parecer, sin darse cuenta, manifestó que el presidente Petro “siempre estuvo enterado” de sus acciones, lo cual indica que el circuito funcionaba bien, hasta cuando se sobrecargó.

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