La primera razón, según escribe Rubio, es que Ramírez fue modelo publicitaria, “una herejía mayor” para las feministas; la segunda, porque los “anunciados y anhelados” fondos para reconstruir a Colombia y alcanzar la paz con enfoque de género cambiarán de beneficiarias, alejándose de lo que él denomina “La Resistencia”.

En tercer lugar, y en este caso Rubio cita al analista político y articulista Javier Benegas, porque “no hay nada que desagrade más a las nuevas feministas que las mujeres esforzadas, esas que, motu proprio, trabajan duro en vez de sumarse a su causa”.

Para Rubio, “es bien probable que las militantes” del feminismo que le tienen ojeriza a Ramírez hagan parte de lo que Banegas califica como “feminismo corporativo”, una “privilegiada burocracia que dedica su vida a detectar minucias, cristales y micromachismos que impiden alcanzar una engañosa y siempre trunca igualdad”, un “corporativismo burocrático y académico que, además de lamentarse, aprovecha los recursos destinados a mejorar la situación de la mujer”.

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Recuerda el columnista de El Espectador que pese a que Ramírez anunció que trabajará incansablemente por todas las mujeres, fue boicoteada en redes sociales. “Feministas de varias regiones le espetaron que se equivocaba al creerse representante de todas las colombianas. No solo le reprocharon su posición conservadora ante la adopción gay y el aborto, sino que la tildaron de sanguinaria, machista e ignorante. […] Lo insólito es que este contundente rechazo se produjo antes de que la nueva vicepresidenta propusiera políticas específicas, o programas para la mujer”.

Y lamenta que “a pesar de la retórica sobre las ventajas de la educación femenina, no importó su desempeño académico y profesional [el de Ramírez]: graduarse con las mejores notas, pagarse la carrera, hacer varias especializaciones. Quienes no cesan de machacar la necesidad de tolerancia e inclusión se oponen doctrinariamente a una mujer por sus ideas. […] Al protestar buscan que la ley deje de ser igual para todas y se convierta en privilegio: para ejercer ciertos cargos públicos se requeriría una ideología específica y algunos votos deberían contar más que otros”.

Pero el texto de Banegas sobre el que se apoya Rubio para hacer sus planteamientos ofrece más elementos que animan la discusión respecto de lo que Banegas denomina el “nuevo feminismo”, del cual dice que “no resulta exagerado afirmar […] que se ha convertido en la peor y más corrosiva de todas manifestaciones de la Corrección Política”.

“Resulta bastante sospechoso que se ponga el foco en determinados sectores profesionales, casualmente aquellos que resultan más cercanos y atractivos a las activistas y, en especial, a sus núcleos duros. Raro es ver movilizaciones similares en actividades que resultan de escaso interés para las activistas. No existe, por ejemplo, ningún movimiento feminista relevante en los oficios más sufridos, donde la posibilidad de ascender y obtener privilegios es prácticamente inexistente”, escribe Banegas.

“En cambio, en el mundo de la dirección de empresas, las finanzas, las ciencias sociales, la política o el periodismo la guerra es total. La razón es sencilla, el FC [feminismo corporativo] es por definición un movimiento elitista, integrado por mujeres de clase media que aspiran a mejorar su posición por encima de sus méritos. Son personas que buscan en el activismo su ascensor social”, asegura.