Y ocurrió, literalmente, en vivo, pues la emisión del programa radial, como lo hace esa emisora con cierta frecuencia en diferentes ciudades, se produjo en el recinto de la Asamblea Departamental del Huila, en Neiva.

Allí, uno de los invitados fue Jaime Felipe Lozada, secuestrado junto a su hermano Andrés Felipe y la madre de los dos, Gloria Polanco de Lozada, el 26 de julio de 2001, por guerrilleros de las Farc comandados personalmente por alias ‘el Paisa’, que se tomaron por asalto el edificio Miraflores, en la capital del Huila.

La desgarradora historia de Jaime Felipe Lozada, hijo también del sanador Jaime Lozada, asesinado por las Farc el 3 de diciembre de 2005, conmovió a la audiencia, al auditorio y al propio Arizmendi.

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Jaime Felipe Lozada y su hermano estuvieron secuestrados durante tres años hasta que se pagó un rescate por su liberación. Gloria Polanco de Lozada, en cambio, estuvo en cautiverio hasta febrero del 2008.

El relato, lleno de desgarradores detalles, explica por sí mismo por qué Jaime Felipe Lozada no perdona al grupo que atacó a su familia.

Fue tal el impacto de sus declaraciones, que a Darío Arizmendi le costó despedirlo del programa. “Muchas gracias por su valor, su entereza. Me ha conmovido intensamente lo que usted ha dicho y creo que merece un aplauso”, le dijo Arizmendi a Jaime Felipe Lozada, y la voz se le quebró.

Marco Fidel Yucumá, corresponsal de la emisora en la ciudad, atinó a decir: “Yo nunca en la historia del periodismo que he hecho había visto a un director que se le partiera la voz en plena emisión de uno de los programas más importantes de la radio en Colombia”.

Arizmendi, sin que hubiera perdido el control, sacó fuerzas para no derrumbarse y dijo: “Yo, más allá de cualquier posición, y más allá de estar en Caracol hace más de 29 años, soy una persona con sensibilidad, con fe en Colombia, con optimismo de lo que viene y en las nuevas generaciones, y soy consciente de que este departamento…”.

No pudo decir más porque en respuesta recibió un cerrado aplauso que retumbó en el recinto de la Asamblea Departamental.

“Gracias, señores”, fue lo único que pudo decir después.