Después de su discurso del sábado pasado, durante la instalación del Congreso de la República y su tercera legislatura, se volvió a abrir la discusión sobre la capacidad oratoria del presidente Gustavo Petro. Que el jefe de Estado es un buen orador lo dice, primero, él mismo; también, sus seguidores, y después hasta se lo reconocen miembros de la oposición. Pero son los resultados prácticos de sus intervenciones los que deben dar elementos para calificarlo, y no las opiniones que haya al respecto, empezando por la del propio mandatario.
(Le interesa: Petro sacó pecho en instalación del Congreso por estas 2 cosas; ¿ha sido por su gestión?)
Hay tres tipos básicos de discursos del presidente Petro para comunicar sus ideas y decisiones: los que pronuncia frente a auditorios muy calificados, como en la instalación del Congreso, ante los que se muestra erudito, abierto al diálogo y conciliador (llamando a la unidad nacional), y en los que no toca temas que despiertan mucha resistencia como su constituyente. Después están los que pronuncia ante sus bases campesinas o indígenas, en los que se muestra beligerante, activista y agitador moviendo su constituyente; y finalmente sus microdiscursos escritos en la red social X, caracterizados por la irreflexión, explosividad, confusión, falta de rigor y graves fallas ortográficas y gramaticales.
Cinco días antes de su intervención ante el Congreso, el presidente Petro sancionó la reforma pensional, el martes 16 de julio, en la Plaza de Bolívar de Bogotá, y ahí se dedicó unas palabras a sí mismo sobre una opinión que atribuyó a terceros: “Dicen que tengo una buena oratoria”, dijo, y después le achacó a esa supuesta cualidad su triunfo en las elecciones: “Quizá por eso me volví presidente”. Y cerró ese breve comentario con un autoelogio sin ningún rubor: “Es un don”.
Esa idea de la buena oratoria del mandatario la reforzó el senador de Cambio Radical David Luna, uno de los miembros de la oposición que tuvieron la oportunidad (por ley) de hacer réplicas al discurso del jefe de Estado en la instalación del Congreso. Después de decirle que en sus manos “el país está retrocediendo” y que “el tiempo se le está acabando”, el congresista aseguró: “Gobernar no es solamente tener el poder de la oratoria, que usted lo tiene. Lo acaba de demostrar. Gobernar no es solamente dar discursos. Gobernar es, fundamentalmente, cumplir la palabra”.
Momentos antes, el presidente Petro había hablado durante una hora y cinco minutos. Satisfizo con su discurso los propósitos básicos de la oratoria: agradar (a sus seguidores), impactar, enunciar, explicar, instruir, significar y confirmar; y tuvo orden (primero pidió perdón por el escándalo de la UNGRD, y siguió con tres temas puntuales que resolvió con claridad: economía, paz y el problema social. Además, apeló a referencias sobre autores universales (Rousseau) y a metáforas en busca de impacto. Pero no cumplió con lo fines claves de la oratoria: persuadir, convencer, conmover, apasionar.
De hecho, en el discurso de este sábado, hubo momentos en que recibió aplausos, más bien discretos, exclusivamente de los congresistas de su Pacto Histórico. Pero, en general, el recinto no vibró, Petro no consiguió despertar emociones unánimes. Por el contrario, provocó burlas cuando, por ejemplo, dijo que su Gobierno ha sido eficiente. Para opacar esas burlas, los congresistas afines al mandatario volvieron a golpear sus curules, antes de que él intentara justificar su afirmación, insostenible en la realidad actual: “Eficiente es cumplir los propósitos que se le propuso al electorado”, dijo.
En este discurso, los asistentes al recinto del Congreso no pudieron ser mostrados por la Presidencia de la República como habitualmente lo hace en los videos de las intervenciones del mandatario ante sus bases indígenas y campesinas, en donde se ve a auditorios que sonríen, asienten y aplauden todo lo que dice el jefe de Estado. Son audiencias, hay que admitirlo, poco formadas, acríticas y que se impresionan fácilmente con las palabras encendidas del mandatario.
Por el contrario, en su derecho de réplica al discurso del presidente Petro, el senador Miguel Uribe, del Centro Democrático, le dijo al mandatario que en su intervención había oído la descripción “de un país que no existe y es distante del país que vivimos todos los días”. Luego, el congresista afirmó: “Presidente, usted vino a hablar de sueños y fantasías, supongo, es porque pasa más tiempo soñando que despierto. Mientras que usted viaja por Europa o por las calles de Panamá, mientras usted derrocha los impuestos de los colombianos haciendo eventos innecesarios y dándose lujos personales, las familias colombianas no llegan al final del mes por el alto costo de la vida”.
En la réplica también participaron el senador Luna y los representantes a la Cámara Óscar Campo, Marilyn Castillo y Daniel Carvalho, que incluso hizo una advertencia al mandatario: “Pienso que el balance al día de hoy es negativo y es una lástima que usted haya preferido ante este Congreso el camino de la transacción burocrática en lugar del camino de los acuerdos democráticos. Creo finalmente, tamaña ironía, que usted, presidente, está haciendo todo por devolverle el poder a la derecha que tanto combatió”.
En conclusión, si el presiente Petro fuera un buen orador, conseguiría modificar la opinión y el sentir, sobre todo, de sus detractores. Ese es el objetivo de la oratoria y de la retórica. Es verdad que domina temas, principalmente los económicos, y consigue encender las pasiones entre sus seguidores. También tiene buena memoria y orden al exponer, pero aún no logra convencer a buena parte del país, pese a que reclame que él y su proyecto fueron elegidos por una mayoría.
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