Una campesina, una indígena y una pescadora, víctimas del conflicto armado, dejaron atrás sus territorios y llegaron a Bogotá, ciudad en la que crearon sus emprendimientos y actualmente generan empleo. De acuerdo con la Unidad para las Víctimas, en la capital se registraron 846.992 víctimas.

Desde que Odalis Yaneth Morales (indígena de Santa Clara, Córdoba) llegó a este mundo, fue una sorpresa para su familia y el resguardo al que pertenece, ya que nació sin brazos. Sin embargo, a sus ocho años aprendió a trenzar con los pies y, aunque fue un proceso corto de tres meses, aquella enseñanza la preparó para quien es hoy.

Ella llegó a Bogotá como víctima del conflicto armado en 2017. “Mi papá adquirió una finca cuando tenía seis años, en el corregimiento de Aguacate (Sucre). Allá vivimos 22 años. Él consiguió una estabilidad económica”, contó Odalis. No obstante, en medio de la guerra entre guerrilla y paramilitares asesinaron a su papá y a su hermano. Ella y su mamá salieron desplazadas.

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“Me radiqué un tiempo con mi mamá y me dediqué a ser lideresa social”, agregó. Gracias a ese trabajo la nominaron al premio a la Mujer Cafam, por la labor que hacía con los niños en situación de discapacidad, las madres y los adultos mayores de su comunidad. Debido a su nominación y a su liderazgo Odalis era reconocida, y como suele suceder en este país, en 2017 recibió una amenaza que la hizo desplazarse para la capital.

Al llegar a Bogotá decidió vivir de lo que aprendió en su comunidad: trenzar con los pies. “Quise contribuir con mi arte”, así fue como desde hace nueve años creó su emprendimiento: Artesanías Odalis, en el que vende los productos que ella trenza como manillas, aretes, sombreros vueltiaos, bolsos, billeteras y sandalias, todo hecho con fibra de la caña flecha, materia prima que se da en Córdoba y Sucre.

Según cifras de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, en Bogotá se han registrado 846.992 víctimas, de las cuales 370.986 viven en la ciudad (332.750 han sido reparadas por el Estado). Muchas de ellas manifiestan desconocer sus derechos, por lo que deben buscar por su cuenta cómo subsistir en la capital. Por ejemplo, Odalis creó su emprendimiento, a partir de lo que aprendió en su región, tal como le pasó a Yulieth Maestre, campesina afrocolombiana, víctima del conflicto, quien hace siete años llegó desplazada de Valledupar a Bogotá.

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En estos años se consolidó como lideresa social, y hoy es emprendedora y coordinadora de la Mesa de Víctimas de Teusaquillo. Yulieth tuvo que crear su empresa, pues en Bogotá fueron escasas las oportunidades de empleo. “Como campesinos no tenemos empleo fijo. Además, nos piden referencias, experiencia laboral y una cantidad de documentos que en el campo no dan”, contó Maestre, a quien le pidieron ser talla seis para poder ser contratada como vendedora.

Ante ese panorama, decidió recoger todos sus conocimientos del territorio donde nació y creó su emprendimiento: Fundación Sereza, organización que bajo su liderazgo apoya a otras víctimas del conflicto. “En 1999 los paramilitares me mataron a un hermano. Declaré mi hecho victimizante en 2002, porque a mí me violaron. A raíz de esto me empoderé”, compartió Yulieth.

Después de la violación trabajó la tierra, pero comenzó a recibir amenazas. “Como lideresa social les enseñaba a las mujeres a no dejarse maltratar, a que hablaran y a que no se quedaran calladas. Ahí tuvimos que salir de nuestras tierras. Aquí no se ve esto, pero en los campos están los paramilitares, que ahora tienen otros nombres, también guerrilla y muchos más”.

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Según el Sistema de Información para Víctimas en Bogotá (Sivic), entre enero y febrero de 2022, 9.244 víctimas del conflicto han llegado a la capital, siendo el desplazamiento forzado el hecho victimizante más declarado, representando el 72,1% de los casos, como lo hizo Yulieth cuando decidió abandonar sus tierras y llegar a Bogotá en 2015.

Ahí decidió abrir su fundación, y aunque dice que no sabe si agradecer por todo lo que le pasó o más bien quejarse, siente que ese dolor lo transformó para ayudar a otras personas, entre ellas a las víctimas de violencia sexual en el conflicto. Hoy vende jaleas y conservas con productos traídos de la zona rural de Usme, con los que hace antipastos, encurtidos, arequipe con fruta, ajíes, salsas, entre otros, actividad con la que les da empleo a seis personas y les paga clases de teatro a 20 niñas y niños, algunos víctimas del conflicto.

Y así como Yulieth usó sus labores en el campo para emprender, Gregoria Flores, de Magangué (Bolívar), usó de inspiración su territorio para crear empresa. En su caso, ella salió de su municipio en 2006, porque los paramilitares quisieron reclutarla cuando tenía 20 años. Aunque esta mujer venía de una familia pesquera, contaba con una destreza en las manos que le ayudó a crear su empresa de joyería. Cuando llegó a la capital trabajó como aseadora y con el tiempo aprendió a hacer productos de bisutería y luego joyas.

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Un camino largo en el que estudió en el Sena y en el que le tocó aprender a vender para subsistir. “En la primera feria de emprendimiento cogí $250.000 que me pagaron como doméstica y compré materiales. Nunca había vendido. Solo sabía barrer y trapear”, contó. Sin embargo, insistió en sacar su empresa adelante. Luego comenzó a diseñar y a hacer joyas, todas inspiradas en el sur de Bolívar. Hoy genera cuatro empleos directos y seis indirectos. Para ella, crear empresa es meterle berraquera, ganas, “es salir con una ilusión día tras día, sin saber si uno va a traer el pan a la mesa”.

El mensaje de Gregoria, Odalis y Yulieth es claro: valorar lo que aprendemos en nuestro territorio, porque esas tradiciones o labores pueden ser lo que mañana generen empleo y transformen vidas. Recordemos que del total de víctimas residentes en Bogotá, el 50,7 % son mujeres (191.839) y el 49,2 % son hombres (186.435). Asimismo, el Distrito indicó que el 44,8 % tienen entre 29 y 60 años, y que 50,3 % del total de víctimas residentes en Bogotá se ubican en seis localidades: Kennedy (11 %), Ciudad Bolívar (10,2 %), Bosa (10,2 %), Suba (8,2 %), Usme (5,3 %) y Engativá (5,1 %).

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Es importante entender que los que llegan a la capital aportan de acuerdo con sus posibilidades; crean pequeñas empresas, no solo para un beneficio económico personal, sino para ayudar a otras comunidades, en este caso a otras víctimas del conflicto armado en Colombia, que al igual que ellas necesitan una mano pasa salir adelante.

Si desea conocer de cerca los emprendimientos de estas mujeres, puede encontrarlas haciendo clic en el nombre de cada emprendimiento: Artesanías Odalis, Fundación Sereza y Gregoria Joyería, o escribir a scaicedo@elespectador.com.

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