El relato corresponde a lo que vivió una mujer con 27 semanas de gestación (identificada como ‘Graciela’) que acudió en repetidas ocasiones a su EPS para que le autorizaran una Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), señaló la escritora en el periódico.

La razón para solicitar ese procedimiento era una serie de malformaciones del feto que “hacían inviable” la vida, pues “comprometían su función respiratoria, motriz, cardiovascular” y eso la ubicaba entre una de las causales de interrupción del embarazo aceptadas por la Corte, indicó Bonnett.

“Los exámenes se los realizaron en el hospital San Ignacio, a donde Compensar remitió a la paciente. Graciela, afligida, tomó la decisión de realizarse un IVE, permitido por la ley en esos casos. La médica que la atendió le dijo, sin embargo, que ni ella ni nadie, en ese hospital confesional, le haría un aborto —aunque este fuera terapéutico, es decir, justificado por razones médicas— y la remitió a psiquiatría”, acentuó el relato.

De hecho, en psiquiatría le advirtieron a ‘Graciela’ que si abortaba iba a morir y le ordenaron una segunda valoración médica en donde confirmaron la gravedad de la situación del feto por lo que finalmente autorizaron el aborto.

“Todos los hospitales adujeron que después de la semana 11 no realizaban abortos. Aconsejada por una abogada Graciela amenazó a Compensar con poner una tutela. Los de la EPS la remitieron entonces al hospital La Victoria, que realizó el procedimiento, pero con castigo incluido”.

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A lo que se refiere el crudo relato es a una serie de tratos crueles como la exposición pública de sus cuerpos desnudos y adoloridos.

“La puerta estaba abierta, y todo el mundo podía ver aquellas mujeres desnudas y gimiendo. Todas debieron compartir la misma bolsa para el vómito. Su pareja se encargó de limpiar a Graciela, que pujó y pujó, con un feto de casi seis meses en su vientre, sin que le dieran siquiera una aspirina. Sufra, mamita, por abortar. A la chica de 17 años que estaba a su lado, que fue violada, estaba sola y no dejaba de llorar, la enfermera le puso enfrente el feto que arrojó”, describió el escrito publicado por Piedad Bonnett en el periódico.