El Gobierno de Gustavo Petro apenas supera los dos meses de gestión, en los cuales ha comenzado a impulsar las iniciativas planteadas en el programa que les ofreció a sus electores. Por eso, resultó llamativa una afirmación que hizo este miércoles en el Cauca, en el sentido de que en su Gobierno hay un “enemigo interno”.

Pese a que en su alocución fue claro al señalar de qué hablaba, de inmediato, desde diferentes sectores, surgieron dedos que señalaron incluso a alguno de sus ministros. En un ambiente político tan caldeado, las teorías de conspiración siempre encuentran un terreno abonado.

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Además, la idea de una persona que quiera, desde el interior del Ejecutivo, entorpecer la acción del presidente palidece si se observa la manera en que el equipo de Petro está alineado hasta con el Legislativo, en donde la denominada aplanadora petrista viene sacando sin mayores inconvenientes iniciativas como la reforma tributaria y la reforma política.

En realidad, lo que hizo Petro fue poner en perspectiva histórica una situación que puede significar trabas a sus ideas de cambio. Es decir, apeló a la permanente tensión que se produce entre lo viejo y lo nuevo en cualquier circunstancia. Si se mira sin apasionamiento, la declaración de Petro puede entenderse como la de cualquier mandatario que recién comienza y advierte que lo que piensa hacer tiene enemigos.

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Quizá lo que despertó las miradas conspirativas fue un aparte del discurso de Petro en la clausura de la Minga Política y Cultural por la Defensa de la Vida, el Territorio y la Paz, celebrada en la vereda El Pintal, en Caldono (Cauca), en el que hizo referencia puntual a varias de sus iniciativas, que también se asocian a nombres concretos.

“Entonces proponemos la reforma agraria, y alguien dice: no, no se pueden comprar las tierras. […] Entonces el presidente dice: hay que construir una reforma tributaria que grave a los ricos, y los más ricos de Colombia van diciendo: ¿cómo así? ¡Para nosotros no! Eso es dañino a la economía. Y cuando planteemos la reforma pensional […], encontraremos cómo poco a poco […] van apareciendo quienes dicen que no”, dijo el mandatario.

Sin embargo, para llegar a este punto, Petro antes había planteado que el primer obstáculo de un gobierno “es su propio interior, sus normativas; los procedimientos construidos y escritos a través de normas durante décadas por personas que pertenecen o pertenecieron a sectores sociales que no son propiamente los que nos han dado el triunfo”.

Gustavo Petro habla de “enemigo interno”

Después aterrizó más su concepto y explicó que hay normas “hechas por terratenientes desde hace siglos, […] hechas por los privilegiados del Estado a los cuales [el Estado] ha enriquecido de manera enorme, cuyos apellidos aparecen una y otra vez en la historia nacional. Normas hechas por ellos a su acomodo. Y no es una, no es [son] dos que pudiéramos ubicar fácilmente y cambiarlas. Son miles, en cada ministerio, en cada institución”.

Para reforzar esa idea, el presidente apeló al ejemplo del servicio exterior colombiano. “Ese aparato estatal es un acumulado de historias que tiene que ver con las historias de la dominación social, que tiene que ver con las historias de las élites. No es sino recorrer los consulados, las embajadas”.

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Recordó que su Gobierno envió a la lideresa arhuaca Leonor Zalabata Torres como embajadora de Colombia ante la ONU, y observó: “[…] Habría que mirar quiénes viven en […] la casa oficial, quiénes son los funcionarios […] que la acompañan [a Zalabata Torres] y encontraríamos que una cosa es la embajadora y otro[a] el resto, que obedece a las normas anteriores, al pasado, a la creencia de que la representación por ejemplo diplomática de Colombia solo puede pertenecerle[s] a los herederos de los esclavistas”.

“Cuando llegan los herederos de los esclavos que solo heredaron libertad, entonces se asustan, les parece el oprobio, no les gusta. Se sienten incómodos, y así es no solamente en el consulado de Washington. Así es en cada oficina pública en Colombia”, agregó Petro, y después hizo referencia al concepto de “enemigo interno”.

“Por eso, el principal rival del Estado, del Gobierno, está en su interior. Es un enemigo interno, representado por creencias, maneras de pensar; no simplemente por personas, que, al final, lo que producen en concreto, es que no se permitan los cambios, a pesar de que el presidente quiera”, planteó.