El mismo día en que en Cómbita (Boyacá) la familia del intendente Ricardo Arley Monroy, asesinado en las violentas manifestaciones de campesinos en Los Pozos, San Vicente del Caguán (Caquetá), contra la petrolera Emerald Energy, le daba el último adiós al uniformado, se conocieron las declaraciones del ministro del Interior, Alfonso Prada, para quien el secuestro de 78 policías no fue eso, sino un “cerco humanitario”.

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La sangre del Monroy, que fue degollado, y la muerte de un campesino en los mismos disturbios, es decir, ambas expresiones de una violencia física extrema, sumadas a los probados hechos de vejación y humillación a que fueron sometidos los policías, clara manifestación de violencia psicológica, son incontrovertibles evidencias fácticas que dejan sin ningún sustento lo afirmado por Alfonso Prada.

Lo ocurrido en Los Pozos tiene todo de ‘cerco’, pero nada de ‘humanitario’, y más aún si solo se considera la definición del término. La RAE entiende este adjetivo como algo que mira o se refiere al bien del género humano; que es benigno, caritativo, benéfico; o que tiene como finalidad aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que las padecen, especialmente cuando hay un gran número de afectados.

El cadáver del intendente Monroy tendido durante horas en el mismo recinto donde sus compañeros tuvieron que contemplarlo impotentes y mientras eran sometidos a un cerco sin permitírseles, como contó uno de ellos después, ir a un baño a hacer sus “necesidades fisiológicas”, tampoco permite entender la afirmación del ministro Prada. ¿Qué vio este alto funcionario del Gobierno para afirmar que todo esto tuvo algo de humanitario?

El eufemismo como estrategia de Alfonso Prada

Una parte de la respuesta se encuentra en el lenguaje y la otra en el simple ejercicio del poder. Prada apeló al eufemismo, que, según la RAE, es la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. “Un eufemismo es literalmente la sustitución de una palabra ‘fea’ por otra neutra […]. Por ejemplo, si uno quiere ser vendedor de ollas, prefiere llamarse ‘comercial de nuevos sistemas de cocción’”, escribió Adelino Cattani en 2019 (‘Expresarse con acierto’).

De hecho, el mundo comercial se mueve con base en el uso de esta palabra, cuya etimología también explica lo que significa (eu = bien, bueno / phemi = hablar). Las empresas logran “generación negativa de recursos” o “activan amortizaciones” en lugar de tener pérdidas; “redimensionan” su fuerza de trabajo en lugar de comenzar despidos; y buscan “asesores comerciales” en lugar de vendedores.

Aunque en prácticamente todos los ámbitos de la actividad humana se emplean eufemismos, en la política tienen una importancia cardinal por sus efectos. “Una de las misiones históricas del eufemismo [es que] a menudo se actúa contra las palabras […] cuando no se puede actuar contra la realidad que nombran […]”, explica Álex Grijelmo (‘La información del silencio’, 2012). “Los eufemismos se convierten en un discurso dominante, que se impone a la sociedad y que impregna los textos que emanan del poder —ya sea sindical, económico, político, cultural…—; contamina cientos de palabras para silenciar otras; hace que el mero hecho de elegir unos términos frente a sus alternativas defina ideológicamente a quien los profiere”.

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Prada no consideró que el país entero vio, a través de videos cuyas imágenes sobrecogen, lo que pasó con los miembros de la Policía Nacional, y aseguró: “Yo lo reconocí cuando me insistieron mucho en que declarara si esto era un secuestro o no era un secuestro. Yo quisiera defender ante el país y ante la opinión pública, que aquí hubo efectivamente, como ocurre en muchas partes del país, una movilización social y que esa movilización social hizo un cerco humanitario de la institución policial y de la empresa”.

Y pese al lapidario e irrefutable argumento que constituye el violento asesinato del intendente Monroy en Caquetá, el ministro del Interior también dijo: “Nosotros le damos mucho valor a la palabra, la palabra que se expresa en ese documento [Acuerdo previo que se había logrado con la comunidad y avalado por Naciones Unidas]. Es que ustedes intentaron claramente evitar confrontación, e incluso proteger la vida de quienes se encontraban en ese momento”.

El eufemismo es una estrategia lingüística tan vieja que incluso Aristóteles se ocupó del tema, y en su ‘Retórica’ escribió: “Muchas veces, incluso reconociendo que se ha cometido un delito, no se está de acuerdo con su calificación o sobre lo que implica la calificación. Por ejemplo, se admite que se ha cogido algo, pero no que se ha robado; que se ha golpeado primero, pero no maltratado; que se han tenido relaciones, pero no que se ha cometido adulterio; […] que ha habido usurpación de tierra, pero no de tierra del Estado; o que se ha hablado con el enemigo, pero no cometido traición”.

Por eso, a Prada no se le puede criticar por apelar a la estrategia de edulcorar o suavizar (en términos de Grijelmo, silenciar) las palabras que designan un hecho a todas luces incómodo para el Gobierno. Todos los gobernantes colombianos han hecho eso y el listado de casos resulta extensísimo. Para no ir lejos, a Iván Duque se le criticó que a los atroces asesinatos de jóvenes en masacres los llamara “asesinatos colectivos”.

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“El lenguaje político está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato, respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento”, advirtió George Orwell en un ensayo en 1946. “El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que expulsa tinta para ocultarse”.

El problema para Prada se puede ver desde dos perspectivas. Una, la política: él y el Gobierno que representa llegaron al poder con la promesa de cambiar las viejas prácticas, pero ahora que están en el poder apelan a lo mismo; otra, la lingüística: el eufemismo es un arma de doble filo porque presenta el grave problema de que también resulta hiriente para quienes comparten o hacen parte de las realidades que ese eufemismo pretende ocultar.

No de otra manera se explica la ola de críticas que desató el ministro del Interior al ‘secuestrar’ las palabras que designan una realidad evidente y llamar “cerco humanitario” ese hecho en el que hubo víctimas mortales, privadas de la libertad y humilladas por las burlas. Entre esas críticas, la de Arquímedes Monroy, padre del policía asesinado, que descalificó al ministro, dijo que a su hijo le robaron hasta los papeles y pidió justicia.

Si se pone la expresión de Prada sobre “cerco humanitario” frente a las declaraciones del intendente Juan Ávila, otro de los uniformados secuestrados, el eufemismo del ministro queda en el aire. “La vida nuestra estuvo siempre en riesgo, siempre en peligro, porque, obviamente, la magnitud de la agresión compromete seriamente la vida. Fueron miles de personas que no permitían que se pudieran prestar los primeros auxilios [al intendente Monroy] de forma efectiva. Parte de las amenazas mientras estuve retenido por estas personas era que si bajaba el apoyo, si llegaba el apoyo, nos afectaban la vida”.