Arbeláez plantea en su escrito que la situación por la que atraviesa Morris, derivada de lo que ha dicho su exesposa, Patricia Casas, relativas a violencia intrafamiliar, es una “trama del uribismo, su peor enemigo [el de Morris], para bloquearlo con argumentos ‘morales’”.

Aunque este columnista va más allá y plantea que la idea de los uribistas no es solo bloquear a Hollman Morris, precandidato a la alcaldía de Bogotá, sino “desaparecerlo del mapa político, como también quieren hacer con Petro”.

Otro argumento de Arbeláez para sustentar esta tesis es el hecho de que “la denuncia de la señora está en manos del abogado Abelardo de la Espriella y su equipo”, con lo cual “se destapa que todo es una trama del uribismo”.

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Pero no es solo el uribismo el que está detrás de lo que le pasa a Morris, de acuerdo con Arbeláez, porque, para él, el concejal de Bogotá por el movimiento Progresistas también tiene encima “la pugnacidad feminista”, y con ello “se le vino el mundo encima”.

Así, además del plano político, pone el caso de Morris en el de la tradicional y conflictiva dicotomía machismo-feminismo, minimizando, incluso, nuevas denuncias de mujeres contra Morris, a quien califica de “amigo decidido y valiente”. Y para aparejar los dos planos emplea la siguiente frase: “De las mujeres ardidas, líbranos Señor, que de los uribistas nos defendemos nosotros”.

“Las chicas a quienes [Morris] invitó a tomar trago le sacan en cara que trató de besarlas e incluso que les picó el ojo, lo cual se considera ya acoso y mancilla”, escribe Arbeláez. “Basta con señalar a alguien de ‘machista’ y está perdido. Ser feminista es un gran honor, pero ser machista es una ignominia. Lo primero es un movimiento consolidado y lo segundo, un asco tradicional”.

En esa misma línea conceptual, Arbeláez plantea que lo que habría hecho Morris con otras mujeres es apenas “coquetería con las damas”, la misma que fue denunciada por su exesposa, y por al menos dos de las presuntas víctimas. Pero para el columnista, las denuncias de la exesposa de Morris tienen otra explicación: “Se dice que no hay enemigo más peligroso que una mujer ardida”.