Tanto el columnista del diario bogotano como el editorialista del periódico paisa evocan la cruda noticia que tiene sobrecogido al país, de un camión cisterna con casi 6.000 galones de gasolina que explotó el lunes pasado en la vía entre Barranquilla y Santa Marta cuando era saqueado por pobladores de la región, y que dejaba hasta este jueves más de 20 fallecidos, para dar la dimensión de lo que, creen, pasaría con el país si se desobedecen las reglas, como propone Gustavo Petro.

Claro que el más gráfico es Ways, que en el cierre de su columna del diario capitalino escribe que “una chispa encendió el derrame de gasolina [del camión accidentado en Tasajera], y en un segundo los pobladores quedaron envueltos en llamas. Veinte de ellos han muerto. El irrespeto a las reglas, justificado o no, a menudo termina así, en tragedias que se habrían podido evitar”.

Para tratar de lograr más fuerza persuasiva, Ways incluso apela a un tipo señalamiento que se distancia de la argumentación clásica y se acerca al ataque contra la persona del líder de la Colombia Humana, ya que advierte: “Tengamos cuidado, pues, con las ígneas [de fuego o que tienen la naturaleza del fuego] invitaciones del senador Petro. En su apellido se asoman ya, como una advertencia, las sílabas iniciales de cierta sustancia combustible [Petro-leo]”.

Gustavo Petro e Iván Duque

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Sin embargo, ese no es más que un detalle, pues Ways recuerda sustentadamente en otro aparte de su columna que la desobediencia civil contra el gobierno de Iván Duque a la que invita Petro tiene una “larga y distinguida trayectoria”, y señala los casos de Gan-dhi y Martin Luther King. Y en ese punto hace una observación que responde a los seguidores de Petro que defienden el llamado del político.

“La pregunta no es […] si la desobediencia civil es válida en la acción política. Eso ha sido respondido afirmativamente por la historia”, explica Ways. “La pregunta es si es oportuna en este momento. Si debemos, en otras palabras, hacerle caso a Petro o no”.

También asegura que, desde el primer instante, el talante de Petro “no fue de opositor, sino de obstruccionista”, pues objeta “robóticamente” todo lo que dice o hace el Gobierno. “Y entonces llegaron la pandemia y sus consecuencias económicas: un río revuelto en el que hundir con provecho su caña de pescador. Hay figuras políticas que se nutren del caos, a las que les conviene que a la sociedad le vaya mal para erigirse ellas en salvadoras. Y si no hay suficiente caos disponible, no está de más aportar un poco. Pues no nos quepa duda de que eso será lo que pasará si le hacemos caso al senador”.

Este jueves, El Colombiano se sumó a la lista de medios (el martes se pronunciaron El Espectador y Caracol Radio en sus editoriales, y este miércoles lo hicieron El Tiempo, El País y El Nuevo Siglo) que reprochan la actitud de Petro. Pero el diario antioqueño titula su editorial ‘Ciudadanía ante las proclamas incendiarias’ y califica la desobediencia civil a la que invita Petro de “insensatez incendiaria”. El término tiene hondo calado hoy en la opinión pública del país, estremecida por la tragedia de la explosión del camión en Tasajera.

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Pero ese no es más que un recurso retórico y de impacto del editorial de este periódico, que no menciona explícitamente el incendio del camión en Tasajera, pues el grueso de su argumentación gira en torno a que ni el llamado ni el tono (“altisonante y sentencioso”) de Petro pueden ser descalificados, a la luz de la libertad de expresión. Pero antepone “el derecho correlativo de la ciudadanía, de los sectores de opinión, de valorar si los mensajes de sus líderes políticos responden a la calidad, altura y solidez argumental que se requiere en un entorno democrático pluralista, respetuoso de las reglas y de la institucionalidad legítima”.

También asegura que el llamado de Petro “es la manifestación patente de que el senador, a pesar de llevar décadas incrustado en el sistema político y en responsabilidades legislativas y de Gobierno, no ha superado el esquema mental del sectarismo ideológico que lo impele a derribar las instituciones y la legalidad por la fuerza, imponiendo sus dogmas como única decisión política y moralmente aceptable”.

Otro aspecto que aborda el diario antioqueño es “la constante, inagotable, actividad tuitera” de Petro, “a tal punto de que se necesitaría casi que dedicación exclusiva para hacer seguimiento a sus múltiples frentes abiertos de conflicto y polémica, como dedicación exclusiva requiere para él estar permanentemente en línea no solo con sus textos a modo de sentencias y juicios inapelables, sino reenviando los mensajes de sus seguidores”.

Precisamente, sobre este tema, Javier Borda Díaz escribe en El Tiempo que “las famosas ‘bodeguitas’ negadas por todos tendrán mucho trabajo de aquí en adelante, pues nada parece indicar que viviremos una campaña presidencial respetuosa en redes sociales. […] Faltan aún dos años de gobierno y algunos candidatos ya quieren hacerse notar. […] Ha sido así siempre en la politiquería: sus figuras quieren ser reyes, no obreros. Saben que para sobresalir en estos tiempos necesitan un ejército de usuarios digitales”.

Para Borda Díaz, “las ‘bodeguitas’ (grupos creados para posicionar opiniones positivas y negativas en redes sociales) son una realidad. En la estrategia política están listas para miles de batallas. Son útiles para que el jefe esté presente en el espectro digital, para ser el ‘puto amo’ del debate, como diría Guardiola […]. De eso se trata: de marcar agenda, estar en boca de todos y lograr prensa gratis en medios de comunicación”.