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Periodista     Ene 25, 2024 - 9:35 am

Bogotá experimenta una de las emergencias más difíciles de los últimos tiempos por cuenta de las conflagraciones que afectan varios puntos, en cada extremo de la ciudad.

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Si bien al menos 6 localidades sufren las consecuencias de las intensas llamas que han consumido cientos de hectáreas de bosque, los habitantes de la localidad de Chapinero viven horas de angustia y desesperación por cuenta de la contingencia.

El hecho de que el fuego se vea a pocos metros de distancia de las ventanas, ya es un motivo para preocuparse. El agravante es que la columna de humo que despiden las conflagraciones llega a las viviendas durante todo el día y recuerdan que, de puertas para afuera, el mundo parece estar cayendo.

El primer incendio reportado en la capital, en esta época de sequía, fue el de la quebrada La Vieja, a la altura de la calle 65. Desde el amanecer del lunes 22 de enero, los habitantes de la zona reportaron el humo a través de videos y fotografías con las que llamaron la atención de los organismos de socorro.

Desde ese momento, la humareda grisácea desciende y deja a su paso una estela triste y densa que penetra a casas, apartamentos y locales de manera constante. Como si eso no fuese suficiente, otros dos incendios forestales se tomaron el área, ambos en las inmediaciones del cerro El Cable, contiguo a las calles 42 y 53 de Bogotá.

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Ese último no ha permitido conciliar el sueño durante las más recientes noches. De por sí, es imposible respirar con facilidad cuando se está transitando por la calle, pero en el interior de los apartamentos aledaños el humo entra por grandes bocanadas que asfixian y para las que no hay solución.

No se puede dormir, pues el olor a humo es fuerte. No se pueden abrir las ventanas, pues la ceniza cae incesantemente en la zona y, tristemente, no se puede ver por la ventana ya que duele el alma al ver los cerros en llamas.

Angélica Bermúdez, una vecina del sector, se encuentra “afligida y triste” al posar su mirada en el cerro. Vive cerca a la calle 57 y hasta allí se han esparcido las columnas de humo. En ese punto también “el aire se siente un poquito pesado”, porque no solo el viento dispersa el olor a quemado, sino que además arrastra una sensación de tristeza y desesperanza.

Las cosas tampoco son fáciles de llevar para Gustavo Pinzón y su esposa, quienes residen en inmediaciones de la calle 70, en un piso noveno. Su apartamento tiene una vista privilegiada, tristemente hoy, hacia la quebrada La Vieja.

Al inicio del incendio la humareda “no parecía ser trascendente, afirmó Pinzón. Pero horas después, las llamas eran visibles y el olor a quemado entró a su vivienda aunque con su esposa aseguran puertas y ventanas. Las emociones hoy “son de temor” y preocupación por los socorristas “que están trabajando allá”, pues si para nosotros, los vecinos de Chapinero, “la sensación es tan agobiante en términos de respiración” es difícil imaginar la situación que pueden estar viviendo los bomberos, funcionarios de la Defensa Civil, uniformados del Ejército y Policía, además de voluntarios que están prestando su servicio y se han convertido en verdaderos héroes para la comunidad.

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En la noche del martes, en medio de la oscuridad, el humo entró sigiloso hasta su apartamento e hizo que no pudieran conciliar el sueño. Al asomarse por la ventana, evidenciaron las llamas en rojo incandescente a una distancia preocupante.

Según Pinzón, la Alcaldía de Bogotá y el Cuerpo de Bomberos los han “tenido bien informados”, por lo que están a la espera de conocer si tendrán que desalojar su vivienda o las medidas que se deben adoptar en esta etapa de la emergencia.

Los últimos afectados son los vecinos a los que les pertenece la vegetación que está en llamas: los animales. En varias zonas de Chapinero se aprecian pájaros volando de un punto a otro, desesperados y buscando refugio. También, algunos albergues caninos instalados en la montaña han tenido que cerrar sus puertas, por lo que sus huéspedes han sido llevados a hogares de paso para evitar que puedan morir entre las llamas.

Lo único que esperamos quienes presenciamos las llamas desde nuestros cuartos es que la contingencia pase pronto. No por dormir bien, no por el olor a llamas y la agonía, tampoco por la ceniza y el color gris que se posó en las calles, sino porque la fauna y flora del sector florezcan de nuevo y por el deseo de que aquellos que combaten esos incendios regresen bien a casa.

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