Wuhan (China) hace casi vida normal y sus residentes se dejaron atrás su año más duro.

En las últimas horas del año, una pareja se hace fotos de boda frente al río Yantsé mientras decenas de personas toman el ferry al salir del trabajo y, por la noche, una sala de conciertos está abarrotada de jóvenes.

En el barrio de Luxiang, donde se ubican varias facultades como la de Ciencia y Tecnología, unas 300 personas llenaron la sala Vox para escuchar a un grupo local, Happy Wheel, que mezcla rock y música electrónica para disfrute de los espectadores, la mayoría de ellos adolescentes y estudiantes universitarios.

Algunos llevaron mascarilla, otros decidieron no ponérsela: “No hay casos ya en Wuhan, no hace falta. Pero mucha gente la lleva por precaución, porque si algo nos ha enseñado el virus es que no te puedes confiar. En Wuhan no queremos volver a meter la pata”, dice Xue, uno de los jóvenes que asisten al concierto.

Xue explica que un reciente estudio del Centro de Control de Enfermedades (CDC) del país asiático, según el cual el 4,4 % de los wuhaneses presentan anticuerpos del coronavirus, refleja que, “teniendo en cuenta que Wuhan tiene 11 millones de habitantes, supondría que medio millón se infectó”.

“Eso es diez veces la cifra oficial. No te puedes confiar”, dice.

Homenaje al doctor que alertó sobre la pandemia

“¡Wuhan!”, exclama el cantante al dar comienzo a la actuación, lo que provoca el éxtasis de las masas convocadas. Pasados unos minutos, la gente comienza a bailar, saltar y hacer corros a lo largo de la sala.

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El momento más emotivo sucede cuando, en un momento dado de la actuación, una pantalla proyecta a cámara rápida caracteres chinos con la biografía de Li Wenliang, el oftalmólogo que, justo ahora hace un año, fue reprendido por la Policía local tras alertar a sus colegas de que en el hospital donde trabajaba había un grupo de enfermos con síntomas de una neumonía similar a la del SARS, enfermedad que azotó a China en 2003.

Li fue amonestado por “propagar rumores” y obligado a firmar una carta en la que reconocía su “error”. Más tarde, el propio Li contrajo el virus y falleció a principios de febrero, lo que desató una oleada de homenajes y críticas en las redes sociales chinas por la actuación de las autoridades al intentar silenciarle.

La proyección de su biografía provoca los vítores del público: “Para los wuhaneses, sobre todo los más jóvenes, Li es un símbolo porque se atrevió a dar una voz de alarma cuando las autoridades no sabían cómo reaccionar. Le recordaremos siempre“, señala uno de los asistentes.

Estas son algunas imágenes que dejó la celebración en esa ciudad China que cobró importancia por cuenta de la pandemia que aún azota al mundo:

EFE
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Con información de EFE.