El ataque, ocurrido hacia las siete de la mañana de ese día, se produjo en un camino que transcurre junto a las vías del tren, informa La Vanguardia, y agrega que el agresor primero la golpeó brutalmente “hasta desfigurarle completamente el rostro, le arrancó violentamente toda la ropa y consumó la violación”.

Según ese mismo medio, el agresor, que se habría aprendido la rutina diaria de la colombiana para consumar su ataque, después la arrojó sobre las rocas con el fin de dificultar que fuera encontrada. “La dejó abandonada, gravemente herida”, y “posiblemente al creerla muerta huyó del lugar”.

Pero la atrocidad del hecho no termina allí. La Vanguardia también cuenta que pese a que la mujer gritó pidiendo ayuda, varios transeúntes que pasaban por allí no le prestaron ayuda. Las autoridades también abrieron una investigación contra ellos por denegación de auxilio.

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La mujer se arrastró por entre las rocas hasta la estación del tren, donde fue atendida. “Una vez […] se encontró a salvo, según los testigos, dio algunos detalles de su agresor, pero pronto cayó en un trance traumático que la silenció”, añade el mismo medio, y sostiene que los psicólogos forenses están convencidos de que la víctima conocía a su agresor, como también dijeron algunos testigos, que aseguraron que podría ser un conocido de su entorno.