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Este artículo fue curado por pulzo   Ago 6, 2025 - 6:15 am
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Tras la caída de la URSS, Ucrania era la tercera potencia nuclear del mundo, después de Estados Unidos y Rusia. Al independizarse, el país heredó el arsenal de la URSS que se encontraba en su territorio. En 1991 había unas 4.000 armas nucleares desplegadas en todo el territorio, un arsenal que fue abandonado en 1994 bajo la presión de Rusia y Occidente.

Por Théo Renaudon

En 1994, la comunidad internacional pidió a Kiev que destruyera o devolviera las ojivas: al este, Rusia temía por su seguridad y, al oeste, Occidente no quería la proliferación nuclear.

Ucrania, un Estado recién independizado, era pobre. Mantener estas ojivas era entonces difícil, según Jean-Baptiste Naudet, corresponsal del diario Le Monde en Moscú en aquella época: “Podrían haberlas conservado, pero evidentemente les habría costado mucho dinero en un momento en que los ucranianos no tenían dinero. Algunos expertos afirman que nunca habrían podido conservar estas armas nucleares, por falta de medios técnicos o financieros. Yo creo que tenían los medios, era solo una cuestión de voluntad política: cuánto estaban dispuestos a invertir los ucranianos para salvaguardar su arsenal”.

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Para el reportero, fue un grave error: “Teniendo en cuenta lo que se ven obligados a gastar hoy en día en defensa, no habría sido un lujo conservar algunas armas nucleares tácticas que hubieran disuadido a Moscú de atacar”.

Kiev propuso entonces un acuerdo: renunciar a esas ojivas a cambio de préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), ayuda para destruir las armas y el reconocimiento de sus fronteras. Condiciones aceptadas por Londres, Washington y Moscú. Jean-Baptiste Naudet recuerda el memorándum de Budapest: “¡Se prometieron a Ucrania garantías de seguridad en las que varias potencias, entre ellas Francia, Gran Bretaña y Rusia, garantizaban las fronteras de Ucrania!”.

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El escaso valor jurídico del memorándum de Budapest

El problema es que el texto tiene un escaso valor jurídico a nivel del derecho internacional. Un memorándum no es ni un tratado ni un acuerdo, recuerda Jean-Baptiste Naudet, que se encontraba en Kiev en el momento de la firma del texto. “¡Nada en el texto dice qué se hace si no se respetan las fronteras ucranianas!”, continúa el periodista.

Sin embargo, Kiev ha invocado regularmente el memorándum de Budapest desde el inicio de la invasión en 2014. Para Ucrania, nadie respeta su promesa: ni Rusia, que la ataca, ni Occidente, que no protege sus fronteras.

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