El 15 de junio de ese año, Becky fue a despertar a su hijo Jack, de 18 años, porque estaba durmiendo más de lo normal. Cuando entró a su cuarto, abrió las cortinas, recogió ropa del piso y le pidió que se levantara. Sin embargo, el joven no se despertaba, publica el diario Chicago Tribune.

La mujer, enfermera de profesión, se acercó y el cuerpo de su hijo estaba frío. Reaccionó de inmediato, llamó a emergencias y le realizó trabajos de reanimación cardiopulmonar. Además, le gritó a su otro hijo Nick, de 19 años, para que la ayudara, pero este no acudió, explica el mismo medio.

Cuando la ambulancia llegó a la casa, los paramédicos continuaron con la reanimación pero no lograron revivirlo. Desconsolada, Becky Savage fue a buscar al sótano a Nick, quien se había quedado ahí con un par de amigos. Lamentablemente, la tragedia no había acabado y su otro hijo también estaba muerto, detalla el rotativo estadounidense.

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De acuerdo con Chicago Tribune, los adolescentes se llevaban 18 meses, eran extrovertidos, exitosos en el deporte y en sus estudios. “Eran mejores amigos”, recordó la afligida madre.

En la noche del 14 de junio de 2015 los hermanos Savage salieron de fiesta con unos amigos y mezclaron alcohol con oxicodona, un analgésico opioide muy potente y adictivo que causa la muerte de miles de estadounidenses cada año, indica ese medio.

Después de casi 4 años de esa fatídica noche, Becky Savage cuenta su historia y habla sobe las consecuencias del consumo de drogas a jóvenes. Con esa misma finalidad, Becky creo la Fundación 525, números que Jack y Nick tenían en su equipaje cuando practicaban hockey, finaliza Chicago Tribune.