El ministro de 71 años había calificado el coronavirus como “un castigo divino contra la homosexualidad”, pero siguió asistiendo a las oraciones de grupo, a pesar de la prohibición de las reuniones.

Adicionalmente, el jefe de Gobierno, Benjamín Netanyahu, había entrado en cuarentena hasta el miércoles de la semana entrante al haber estado en contacto con el titular de Sanidad, confirmó su oficina. También el jefe del Mosad (servicio secreto exterior) y el jefe del Estado Mayor están en aislamiento temporal.

Litzman, del partido Judaísmo Unido por la Torá, recibió numerosas críticas el mes pasado cuando confió en “el mesías” para curar el VID-19, después de que las medidas de prevención pusieran en duda la celebración de la Pascua judía (Pésaj) que comienza este 8 de abril y que es un evento central de la vida religiosa, especialmente en estas comunidades.

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Además se resistió en un principio a cerrar las sinagogas, que se han mantenido abiertas en algunos barrios ultraortodoxos pese a la prohibición, lo que ha llevado a las fuerzas de seguridad a intervenir no sin poca resistencia de los residentes.

El modo de vida de esta comunidad religiosa -no se informa por medios convencionales, la componen familias numerosas a menudo hacinadas en pequeños domicilios y se rige por las leyes de la Torá y la palabra de los rabinos- ha hecho saltar las alarmas ante el incumplimiento de las medidas de prevención que la ponen en riesgo.

El primer ministro israelí anunció este miércoles su intención de cerrar completamente la ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, donde los casos aumentaron un 25 % en las últimas 24 horas.

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En esta área, “la enfermedad ya se ha propagado al doble de la tasa del resto del país y continúa duplicándose”, advirtió anoche Netanyahu.

Hoy Israel superó los 6.200 infectados y 32 personas fallecidas, mientras se teme un aumento de contagio en los principales focos localizados en las comunidades religiosas, como barrios de Jerusalén y Modin Illit.