“Tenemos por delante años difíciles”, advirtió el sacerdote Juan Antonio Guerrero Alves, quien dirige desde enero la Secretaría para la Economía de la Santa Sede.

Pese al clima de incertidumbre, el religioso recordó que el Vaticano “no corre el riesgo de quiebra”, ni sus finanzas pueden ser comparadas con las de una empresa lucrativa.

“No somos una empresa, no todo se puede medir como un déficit. Vivimos gracias a la ayuda de los fieles y pagamos 17 millones de euros (unos 18 millones de dólares) al año en impuestos a Italia”, explicó el jesuita español en una entrevista concedida al portal oficial del Vaticano.

Encargado por el papa argentino para realizar una reforma que busca la transparencia económica, Guerrero Alves tiene que encarar ahora la grave crisis desatada por el COVID-19 y definir las medidas para hacer frente al alto déficit que se ha ido acumulando, seguramente más alto que los 60 millones de euros (unos 65 millones de dólares) estimados al inicio del año.

“Las cuentas de la Santa Sede son mucho más pequeñas de lo que mucha gente imagina. Son más pequeñas que las de una universidad americana”, resumió el religioso al ilustrar el promedio de ingresos (270 millones de euros) y gastos (320 millones).

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Las finanzas del Vaticano, que por años fueron consideradas oscuras y secretas, fueron explicadas por Guerrero. 

“Si miro solo los números y porcentajes, podría decir que los gastos se distribuyen más o menos así: 45 % personal, 45 % de gastos generales y administrativos y 7,5 % de donaciones. O podría decir que el déficit (la diferencia entre ingresos y gastos) en los últimos años ha fluctuado entre 60 y 70 millones”, resumió.

Un año marcado por la austeridad

Con 5.000 empleados y 12 casos confirmados de coronavirus, ninguno grave, el Estado más pequeño del mundo decidió una serie de ahorros en todos los sectores con la cancelación de eventos, conferencias, viajes, promociones, asesorías y recorte de compras programados para el 2020, según contó el padre argentino Augusto Zampini, coordinador del plan papal para hacer frente a la pandemia.

El cierre el 8 de marzo de los Museos Vaticanos, que reciben cerca de 7 millones de visitantes al año, es el mayor golpe a las finanzas del Vaticano. 

Además, el aplazamiento de la tradicional colecta del 29 de junio al 4 de octubre y la reducción del precio de los alquileres de sus propiedades en Italia como gesto de solidaridad por el coronavirus representan otro golpe económico.

El Vaticano está elaborando “una reactivación progresiva de los servicios ordinarios” y está programando la apertura de los museos para los visitantes locales en ausencia de las hordas de turistas extranjeros que generalmente acuden a la Capilla Sixtina. 

Según el periodista Andrea Gagliarducci, se estima un déficit para los museos de alrededor de 17 millones de euros, lo que representa el 57 al 68 % de las pérdidas por el coronavirus.

Las donaciones al llamado Óbolo de San Pedro, que fueron de 71 millones de euros en 2013, según los datos oficiales, seguramente se reducirán debido a que los fieles así como las diócesis en todo el mundo se han empobrecido con la pandemia.

Todo eso sin contar las donaciones hechas directamente por el pontífice a Italia y otros países para encarar la pandemia, como material médico y respiradores a Siria, Gaza, además de España y Rumania, entre otros.

A pesar del reto que representan las actuales finanzas, el Vaticano dejó claro que no se cuestionan “la remuneración de los trabajadores, la ayuda a las personas en dificultad y el apoyo a las Iglesias necesitadas”, añade EFE.