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La breve pausa en los enfrentamientos en la frontera entre Afganistán y Pakistán llegó a su fin este sábado, devolviendo la tensión a la zona. Mientras tanto, representantes de ambos países mantienen conversaciones en Qatar. Kabul acusa a Islamabad de bombardeos mortales, mientras que Pakistán denuncia la presencia de “terroristas” afganos en la frontera. Los combates entre las fuerzas armadas de ambos lados han dejado decenas de víctimas desde la semana pasada.
Después de varios enfrentamientos mortales en los últimos días, la tregua anunciada el miércoles apenas logró mantenerse dos jornadas. Se rompió el viernes por la noche en la frontera entre Afganistán y Pakistán, lo que llevó a representantes de ambos países a viajar a Qatar —emirato que ejerce de mediador en numerosos conflictos internacionales— para entablar negociaciones con el objetivo de poner fin a las hostilidades, que ya han dejado decenas de muertos.
El viernes por la noche, Kabul acusó a su vecino pakistaní de ser responsable del fin de la tregua tras bombardeos que mataron al menos a diez civiles en la provincia oriental de Paktika. Fuentes de seguridad pakistaníes confirmaron haber llevado a cabo “ataques aéreos de precisión en suelo afgano”.
Cuando se anunció la tregua, el miércoles, a las 13:00 horas, Islamabad había especificado que su duración sería de 48 horas, mientras que Afganistán consideraba que seguiría vigente “hasta que la parte contraria la violara”.




En Qatar, Pakistán está representado por el ministro de Defensa, Khawaja Asif, y por el jefe de los servicios de inteligencia, el teniente general Asim Malik, según la televisión estatal.
Por parte afgana, “una delegación de alto nivel del Emirato Islámico, encabezada por el ministro de Defensa, Mohammad Yaqoub, partió hacia Doha este sábado”, informó el portavoz del gobierno talibán, Zabihullah Mujahid, en la red social X.
“Afganistán sigue creyendo en una solución pacífica y en la seguridad regional, pero todo esto ha ocurrido por la agresión de Pakistán”, declaró Mujahid, calificando las acciones de Islamabad como “provocaciones y un intento de prolongar la guerra”. Kabul, añadió, “se reserva el derecho de responder”, pero “por respeto al equipo negociador”, las fuerzas afganas deben “abstenerse de cualquier nueva acción militar”.
Tensiones bilaterales persistentes
Pese a su corta duración, el alto el fuego logró restablecer temporalmente la calma en las regiones fronterizas y en Kabul, tras una escalada de violencia de una intensidad inusual. Los combates dejaron decenas de muertos, tanto combatientes como civiles, especialmente durante la jornada del pasado miércoles.
Esta nueva oleada de enfrentamientos se inscribe en una larga serie de tensiones bilaterales, alimentadas por cuestiones de seguridad. Islamabad, que enfrenta un repunte de ataques contra sus fuerzas, acusa de forma reiterada a su vecino afgano de “albergar grupos terroristas”, algo que Kabul niega.
El jueves, el primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, aseguró que “la pelota está en el campo de las autoridades de Kabul” para lograr una tregua duradera, al tiempo que denunciaba que “terroristas operan desde el lado afgano de la frontera con total impunidad”.
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“Pakistán espera acciones concretas y verificables del régimen talibán contra esos elementos terroristas”, insistió el portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores, Shafqat Ali Khan, durante una conferencia de prensa, asegurando que Islamabad “intenta avanzar por la vía diplomática para lograr una paz sostenible”.
La escalada actual comenzó la noche del sábado 11 al domingo 12 de octubre, cuando el ejército afgano respondió con represalias a bombardeos sobre Kabul ocurridos el jueves anterior. Varias explosiones sacudieron el centro de la capital, cerca de la plaza Abdul Haq y de varios edificios gubernamentales, así como la provincia de Paktika.
El ministerio de Defensa afgano denunció los ataques, atribuyéndolos al ejército pakistaní, que habría intentado eliminar a altos mandos del Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), los talibanes pakistaníes. Entre los objetivos se encontraba el muftí Noor Wali Mehsud, líder del grupo desde 2018.
El TTP, que busca derrocar al gobierno pakistaní e imponer la sharía islámica, ha perpetrado cientos de atentados desde 2021. El sábado pasado, reivindicó nuevos ataques en territorio pakistaní que dejaron 23 muertos, en su mayoría soldados.
En respuesta a esas explosiones, los talibanes lanzaron el sábado una ofensiva en la frontera, ante la cual Islamabad prometió una “respuesta contundente”. La Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA) informó el jueves de al menos 37 civiles muertos y 425 heridos del lado afgano en los últimos días.
El acercamiento entre India y los talibanes
El regreso de los talibanes al poder en Kabul en agosto de 2021, inicialmente celebrado por Islamabad como un avance frente a India, acabó deteriorando las relaciones entre ambos vecinos. El gobierno pakistaní acusa a Afganistán de acoger a talibanes pakistaníes, mientras que Kabul acusa a Pakistán de dar refugio a combatientes del Estado Islámico. Es en este clima de desconfianza que Islamabad decidió en 2023 expulsar a tres millones de refugiados afganos de su territorio.
Además, las tensiones actuales coinciden con una visita de seis días a India del ministro de Asuntos Exteriores talibán, Amir Khan Muttaqi, que marca un paso hacia la normalización de las relaciones entre ambos países.
Aunque Nueva Delhi no ha reconocido oficialmente al gobierno talibán, lleva meses acercándose a Kabul. Desde junio de 2022 se restablecieron los canales de comunicación y India reabrió su embajada en la capital afgana con un equipo de “expertos técnicos”. Además, el gobierno indio ha puesto en marcha programas de ayuda humanitaria y proyectos de infraestructura.
Esta normalización sorprende, ya que India mantenía buenas relaciones con el gobierno anterior de Ashraf Ghani y apoyaba abiertamente a la resistencia antitalibán.
Históricamente, Afganistán ha sido un terreno de rivalidad entre India y Pakistán. Los servicios de inteligencia pakistaníes han visto tradicionalmente a Afganistán como un territorio clave para ampliar su margen de defensa ante una posible ofensiva de la India.
Durante años, Islamabad apoyó a los talibanes como una fuerza potencialmente útil contra India. Sin embargo, los antiguos aliados se han convertido en adversarios, y Pakistán teme ahora quedar atrapado entre dos frentes: Afganistán y su eterno rival indio.
Con AFP y medios locales
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